25/06/2025 – El sábado 7 de junio, el Padre Javier compartió en el programa Bienaventurados, un anuncio de Pentecostés. Te invitamos a leerlo, para volver a pasarlo por el corazón y rezar para que el Espíritu Santo habite en nosotros.
“Vamos a concentrarnos en la expresión de Juan el Bautista en Juan 1.33. Ese es, habla de Jesús, el que bautiza con Espíritu Santo. Pablo va a decir, ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo. El bautismo en el Espíritu está relacionado al sacramento del bautismo, como indica ese nombre. El sacramento del bautismo, la mayoría de nosotros lo hemos recibido al inicio de la vida, en la infancia. Algunos posiblemente han sido bautizados de adulto, pero la mayoría hemos sido bautizados del día o a los pocos días de haber nacido. Y es posible, y eso es lo que le pedimos al Espíritu, que aquella gracia recibida cuando éramos bebé se renueve con un fuego nuevo en el corazón de todos y de cada uno de nosotros.
Ser bautizados o renovados por la gracia bautismal en el Espíritu Santo. ¿Para qué? Para que se irradie una nueva energía en nosotros, en lo más profundo de nuestro ser y desde nosotros como servicio a la sociedad y a la comunidad de la iglesia. La teología tradicional conoce el concepto del sacramento ligado o también lo que se dice el sacramento impedido.
Se dice ligado o impedido el sacramento que, aun siendo válido, porque lo hemos recibido, no puede producir los frutos que está llamado a producir porque está como taponado. En estos días no hemos explicado en ninguna catequesis como si uno tuviera una vertiente que sabe que fluye mucha agua, pero tiene puesta una piedra arriba y el agua no va a surgir, va a correr por ahí, se va a hacer fuerza para correr por algunos lugares donde la piedra deja un espacio, pero solamente todo su fluir, toda su riqueza, ese manantial de vida que está para regarlo todo, para enriquecerlo todo lo que toca, todo eso va a ocurrir cuando corramos la piedra. Ese impedimento que tiene en este caso la vertiente para que fluye el agua porque está una piedra también lo tenemos muchas veces nosotros porque hay momentos en que se impide el crecimiento y el desarrollo de la gracia en nosotros.
Un caso extremo de esto es el ejemplo del sacramento del matrimonio o del orden sagrado que podemos haber recibido en pecado, digamos así como nosotros no bien preparados, no conscientes del todo, casi como por cumplimiento o por de alguna manera para así decirlo en un hecho social, pasa mucho esto a veces en la vida sacramental matrimonial, para que de verdad se produzcan los frutos y se reciba la gracia con la que el Señor nos bendice en la validez con la que hemos celebrado el sacramento porque la formalidad está dada, es necesario que se extraiga, que se saque lo que ha impedido. Este no produce ninguna gracia de estado cuando estamos así, pero si con la penitencia se quita el obstáculo, dice Raniero Cantalamesa, se dice que el sacramento revive y confiere una gracia propia sin necesidad que sea repetido el rito sacramental. Lo mismo lo podemos referir nosotros en este caso a el bautismo.
El bautismo puede estar impedido o haber estado impedido, de hecho, cada vez que nosotros nos corremos del camino y nos reconciliamos, recuperamos la gracia original con la que fuimos bautizados y entonces se reavive en nosotros el don del Espíritu. El bautismo en muchos casos está en la sociedad en la que vivimos, en muchos cristianos ligado, impedido. No por causa del pecado necesariamente, sino por debilidad en nuestra fe, que es el requisito esencial que se nos pide para poder adherir a la buena nueva de Jesús.
Quien crea y se bautice, dice el Señor, será salvo, estará íntegramente atravesado por la gracia de la salvación. Cuando el bautismo lo administraban a los adultos, esto venía después de una conversión y de una aceptación explícita a Jesús como Señor. Ese es el proceso antes, es decir, la persona recibe el anuncio de la buena noticia, adhería a esa buena noticia porque creía en lo que se le proclamaba, es decir, la fe era anunciada, era proclamada, el primer anuncio era dicho, la persona decía quiero adherir a esto y recién pedía el bautismo.
Debería ser el proceso con natural a la evangelización. Nosotros por la configuración social que el cristianismo tomó desde los primeros siglos para aquí, sobre todo después del Edicto de Milán, allí en el año 385, hemos como configurado la sociedad occidental al hecho de ser cristianos católicos, pero muchas veces bajo formalidad y a veces, hay que decirlo también, por imposición, pero no por adhesión de corazón. Esto nos ha traído posibilidades de vivir una sociedad, entre comillas, cristiana, pero ha traído muchas dificultades para una comunidad verdaderamente convencida del Evangelio de Jesucristo.
Podríamos decir que ese esquema de cristiandad en la que hemos vivido ha de alguna manera recibido válidamente el sacramento, el bautismo, pero de alguna forma también impedido. No le hemos permitido al espíritu que se exprese con toda su fuerza porque las personas no han adherido y el contexto ha ido perdiendo fuerza en la adhesión al Evangelio de Jesús. Ha sido más por convivencia social y por conveniencia de estructura social en que hemos sido introducidos dentro de la iglesia sin haber recibido el primer anuncio.
Por eso es tan importante para que se produzca la apertura, que se rompa esa piedra que impide que avance la vida del Espíritu en nosotros, volver al primer anuncio. El primer anuncio es el que nos va a ayudar a quitar lo que impide, lo que obstaculiza, lo que de alguna manera está allí jugando a las veces de ligar el sacramento donde recibimos al Espíritu Santo y el valor del primer anuncio, del Kerigma con el que Francisco nos ha dicho, este es el camino por el cual tenemos que volver a evangelizar. Y primero no porque sea la primera vez que lo hacemos, sino porque tiene que ser lo primero que acontece en nuestro corazón.
Los que también ya lo recibimos necesitamos volver a escuchar que Jesús murió por mí para darme vida y en abundancia. Derramó sobre mí después resucitado la gracia del Espíritu Santo para incorporarme a Él como familia y renacer en Él a una vida nueva. Este es el primer anuncio.
Y esto es lo que hay que salir a decir al mundo que espera esta vocación nuestra misionera. Cuando el bautismo era administrado de los adultos, aquello no pasaba. Cuando lo empezamos a administrar en la sociedad cristiana, entre comillas, empezamos de alguna manera a ligar el bautismo como estructura de convivencia entre nosotros.
Necesitamos renovar la fe como bautizados en una sociedad que podemos decir así, está descreída o es pagana. Necesitamos de verdad ser bautizados de nuevo en el Espíritu Santo. Porque aún, cuando nosotros convencidos de la fe en la que vivimos ya ahora, no en una sociedad de cristiandad, sino en una sociedad plural en occidente no cristiana, pagana, necesitamos también nosotros los convencidos del valor del Espíritu Santo, de la condición de bautizado a la que pertenecemos, ser renovados en la vida del Espíritu Santo y recibir de una manera nueva la efusión del Espíritu Santo en nuestros corazones.
Dice Rainero Cantalamesa que el bautismo continúa en la sociedad cristiana, católica, estando ligado, en una especie de regalo envuelto en una caja, que hemos recibido al inicio de la vida, en la cual están encerrados los títulos mas nobles que corresponden a nuestra identidad, hijo de Dios, hermano de Cristo, miembro del cuerpo de Cristo, templo del Espíritu Santo, pero que no ha sido abierto esta caja. Y por lo tanto estamos impedidos de acceder a los dones que esconde los regalos que están metidos dentro envueltos en ese regalo, en esa caja. Por lo tanto, permanecen en gran parte inactivas estas presencias, estos regalos. El bautismo en el espíritu es la ocasión en la cual la persona se convierte, perdón, se convierte, elige libremente, personalmente a Cristo como su Señor, confirma la gracia bautismal que ha recibido. Es como cuando el cable se enchufa en el tomacorriente y se provoca el contacto y la luz se enciende. Es decir, hay que conectar con esta gracia, somos del Espíritu Santo. El gran regalo que has recibido en tu vida, el más hermoso de todos, que lo recibiste cuando eras niño o niña, y del cual posiblemente no tengas conciencia, ni lo sepas. Es que dentro tuyo hay un manantial de vida que se llama Espíritu Santo que viene a renovar todo tu ser y que esté en lo más profundo de tu ser. Este regalo queremos pedirle a Dios que hoy lo desate y te lo haga saber, y te lo haga sentir, y lo puedas redescubrir, y que venga a llenar tu corazón de gozo, de paz, de alegría, de esperanza, de fortaleza. Que seas bautizado o bautizada en el Espíritu Santo. La frase bautizar con Espíritu Santo no se refiere únicamente a aquello que hace Jesús en el sacramento del bautismo, sino que abarca toda su obra y especialmente, dice Canta la Mesa, Pentecostés.
Nosotros no podemos explicar el actual bautismo en el espíritu únicamente como un efecto retardado de nuestro bautismo sacramental, aunque eso se da en la mayoría de la iglesia que vivió por mucho tiempo bajo el esquema de la cristiandad.
Tenemos mucha gente bautizada, no evangelizada, bautizada, no convencida de la gracia del Evangelio de Jesucristo que habita por el Espíritu Santo en su corazón. Porque no sabe, no conoce, nadie le habló del Espíritu Santo. Es verdaderamente la gracia de un nuevo Pentecostés la que estamos pidiendo, y por eso queremos celebrar esta mañana anticipada a la celebración que tendremos a la tarde, noche, mañana.
Una fiesta nueva, una iniciativa nueva, libre, soberana de la gracia de Dios que se funda como todo el resto en el bautismo, pero que no se acaba allí, sino que busca abrirse en todo nuestro ser y en toda nuestra vida.
Aquello por lo tanto que llamamos bautismo en el Espíritu Santo, no es otra cosa que un modo con el cual se cumple también hoy en medio de nosotros la palabra de Juan Bautista, en el que es bautizado con el Espíritu Santo. Él es, perdón, Él es el que bautiza en el Espíritu Santo, es Jesús, es pedirle a Jesús que nos bautice en el Espíritu Santo
¿Qué sucedió a los apóstoles en Pentecostés? Los padres usan una expresión, los padres de la iglesia que se ha difundido mucho en la espiritualidad cristiana. La sobria embriaguez del Espíritu Santo cuando uno está embriagado pierde sobriedad, podríamos decir pierde como conciencia, pierde referencias por estar fuera de sí. Aquí se habla de algo que es sobriedad, pero embriagada, o sea, una embriaguez sobria. Para decirlo mejor estamos mareados por la fuerza del Espíritu que nos rompe los esquemas y nos pone más allá de lo que hasta aquí ha dado contenido a nuestra vida, sin perder el orden, mucho más, trayendo un nuevo equilibrio, y una nueva armonía a nuestra vida y a la vida de la familia y a la comunidad a la que pertenecemos. Si lo que recibimos es como una gracia que de alguna manera rompe el molde y crea un nuevo molde. De allí la expresión de Jesús a vino nuevo, odre nuevo. Este vino nuevo de la vida del Espíritu Santo necesita por parte de nosotros un nuevo orden una embriaguez muy especial. Una embriaguez dice Cirilo de Jerusalén que guarda un secreto para nuestro corazón. No es embriaguez de vino dice Cirilo de Alejandrina, sino del Espíritu, San Pablo mismo parece aludir a esta paradoja de la sobria embriaguez cuando describe a los Efesios, no se embriaguen con vino, llénense más bien del Espíritu Santo en Efesios 5.18.
El día que Pablo VI recibió por primera vez a los representantes de la Renovación Carismática Católica en el 75 hablo de esto citando un texto que en esos días se rezaba de San Ambrosio, bebamos con alegría de la abundancia, sobria del Espíritu Santo, alegría y sobriedad no estar sacado, sino una sobria alegría. Por eso las manifestaciones del Espíritu cuando son aún extraordinarias en Gracias de sanación, donde lenguas, cantos inspirados, profecías, siempre tienen que estar guardadas por la sobriedad, no por manifestaciones de estridencia que opacan la vida del Espíritu que siempre es suave en su expresión sino por manifestaciones aún extraordinarias, pero con gracia de suavidad interior. Y también manifestadas así bebamos con alegría de la abundancia, sobria del Espíritu. Le dijo Pablo VI dijo a los presentes en aquella reunión del 65, estas palabras sean hacer revivir en la iglesia aquella época de entusiasmo, de fervor espiritual que hizo tan vibrante y fuerte la fe de los primeros cristianos. Eso es ser bautizado en el Espíritu Santo, una fe vibrante, una fe fuerte, una fe y un renovado entusiasmo. La palabra entusiasmo quiere decir vivir en Dios, eso es etimológicamente entusiasmo. Tenemos que volver a hacer de todo lo que hacemos, de todo lo que vivimos en Él, con Él, por Él y para Él.
Decimos en la doxología, en la Eucaristía dejarnos abrazar por la vida de Dios en nosotros, como dice Pablo En Él, vivimos, nos movemos y existimos. Eso ha de acontecer en la conciencia de cada uno de nosotros si de verdad queremos ser renovados y bautizados en el Espíritu. El bautismo en el Espíritu se ha revelado en realidad, en un medio muy simple pero eficaz para realizar este programa, son infinitos los testimonios de las personas que han hecho esta experiencia. Es una gracia que cambia la vida, que cambia la vida.
En ocasión del Decimosexto Centenario del Concilio Ecuménico de Constantinopla en el año 81 hablando a la renovación Carismática y del bautismo en el Espíritu decía el gran teólogo del Concilio Vaticano II, el dominico Yves Congar: Una cosa es cierta, es una realidad que cambia la vida de las personas, el bautismo en el Espíritu. Lo decía Congar ¿Cuál es el efecto principal de la embriaguez material, del vino, de la droga y de otras cosas similares? ¿Qué es lo que hace cuando uno está borracho? Y habla macana digamos, si está sacado está fuera de sí, decimos está en extasiado. Eso quiere decir está salido de sí la persona embriagada, sale fuera de sí misma, sobrepasa sus límites y los horizontes ordinarios. Esto es lo que necesita la iglesia en la misión, romper los límites, no sale por una metodología, no corresponde a un nuevo cambio, de formas, no es un maquillaje externo que la pone de una manera nueva en un mundo que necesita de su presencia.
Es la vida del Espíritu Santo que la saca la iglesia que la pone en un nuevo escenario y que la impulsa para la misión. Así fue al principio, así está llamada a ser ahora. El Papa Francisco en el 2012, antes de ser elegido sucesor de Pedro recibió esta gracia. Ahí está testimoniado y él lo dice en el estadio Olímpico de Roma cuando se reúne con la Comunidad Carismática, da testimonio. Ya se sabe, la noticia rápidamente ha corrido, ha recibido una gracia del Espíritu, fue cuando fue Papa.
Y si, pero fue un poquito antes, posiblemente que recibió la gracia de ser renovado en el Espíritu y por eso también aquello hay una foto por allí que está también en un momento sobre el hombro de un joven en un encuentro que participó Víctor Manuel Fernández, Comunidades Evangélicas, Pentecostales, ahí en el estadio Luna Park, está en un descanso en el Espíritu.
Un hombre que resistía, y él mismo dice yo consideraba que usted era una escuela de Zamba, y sin embargo suena una armoniosa expresión de la vida de Dios en la Comunidad. Y les dijo algo a lo que todos debemos atender: No se olviden de la carne, de los más pobres en Cristo ¿Por qué? Porque el riesgo que corre el que vive en el Espíritu y se saca más de sí mismo ¿Cómo sería sacarse más de sí? Pierde sobriedad digamos, es olvidarse de lo principal que es el compromiso con los más pobres, con la carne de Jesús en los más débiles. Rápidamente ahí el Espíritu del mal nos aprovecha, se aprovecha de nosotros y nos saca bajo tentación de bien, y nos hace olvidar lo que nos protege de la acción del maligno bajo forma de bien. La carne de Jesús es lo que en el Evangelio de San Juan o en las cartas de Juan, sobre todo en la primera, segunda y tercera Juan advierte a una comunidad que se dejó atravesar por esto y habla de quien no confiesa Jesús venido en carne no es de Dios esta atención, porque también el mal puede cambiar la manera en la que en principio el buen Espíritu actúa para hacernos salir del camino. Es muy importante esto para la comunidad, saber que la gracia de la renovación si no termina en un gesto comprometido, de caridad y en la carne de Jesús, hay que dudar.
El amor se muestra más en obras que en palabras, el efecto principal entonces es la misión y la misión ha de ir a la carne de Cristo resucitado en el corazón de los más pequeños».