Revestidos de Cristo y livianos de cargas, salimos a la misión

miércoles, 11 de junio de 2014
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11/06/2014 – En el evangelio hoy Jesús invita a sus discípulos a salir a la misión sin llevar nada. Un llamado a salir confiando sólo en Él.

 

 

“Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.

No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento. Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir.

Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes. Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad”.

 San Mateo 10,7-15

 

No lleven nada para el camino

La misión que Jesús nos confía como discípulos es ardua, hay preocupaciones, preguntas y el sentido común diría que se debería ir más que armados para enfrentar los desafíos que se te presentan en este día.

A la hora de proclamar en medio del mundo el Reino, habría que prever todos los elementos y haber pasado por una larga y rigurosa preparación. Sin embargo los consejos y las órdenes de Jesús a los Apóstoles parece que indicarían exactamente lo contrario, ellos no deben llevar nada para el camino. Nada, sólo confianza en Él. Podríamos sentirnos tentados a interpretar ésas prohibiciones en términos literales como que estuviera prohibido llevar cualquier cosa cuando se sale como misionero a anunciar la Buena Noticia. ¿Pero cuál es el sentido que nos regala Palabra?. En principio la Palabra habla del contenido de dificultad que presenta la tarea: curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios.

Delante tenemos una ardua tarea al continuar con estos requisitos prohibitivos para afrontar semejante misión el Evangelio está subrayando que la realización de la tarea apostólica que tenemos por delante no depende de la fuerza humana sino de la potencia que tiene el mandato de Jesús. Claro que saludablemente uno tiene que preveer los posibles caminos a recorrer para anticiparse a las posibles respuestas pero no tanto como para que nos desvien la mirada de Jesús, el verdadero hacedor de la obra. El envío del Señor a la misión esconde la fuerza de poder con la que podemos afrontar los desafíos que tenemos para adelante. A más docilidad a la Palabra del Señor mayor eficacia en la misión.

Las previsiones, como diría San Agustín, ayudan a prepararse como si todo dependiera de nosotros, sabiendo que en realidad todo depende de Él. Nosotros ponemos toda la carne en el asador, pero al fuego, que es lo importante, lo pone el Señor.

En las manos de Dios, con éste Señor que no sabe de números sino que tiene una lógica nueva, diría Van Thuan. No sabe de matemáticas, sino que es capas de dejar 99 ovejas por buscar a sólo una. Así es Dios y nos invita a la docilidad.

La misión se lleva adelante con eficacia cuando la gracia de la Palabra de Dios actúa en el misionero que se ha librado de todo prejuicio, de toda expectativa, de toda intencionalidad propia, de todo análisis exhaustivo. No es que no haya que tener un juicio sobre la realidad que abordamos, no es que no haya que tener un análisis muy exhaustivo sobre el lugar donde se debería hacer presente el anuncio en medio de una cultura tan compleja como la nuestra. Pero no depende de esto y por eso todo lo que podamos indagar, aprender, leer, interpretar de la realidad compleja a la que somos enviados a anunciar la Buena Noticia en cierto modo no nos sirve de nada. En todo caso si viene con nosotros no es para que nos atemos a aquella mirada sino desde esa mirada dejar que el Espíritu penetre en lo más profundo del corazón y aprovechándose de nuestra instrumentalidad llegue tan lejos como El solamente puede llegar.

¿Cuál es el querer de Dios en el anuncio? Que construyamos un mundo nuevo. Siempre recuerdo el relato del P. Ángel Rossi cuando fue a presentar la Obra de Manos Abiertas al Cardenal Bergoglio… Él le dijo "hagan, hagan y hagan". Que sería un "vayan yendo". Es una invitación a ir, a probar a intentar, sabiendo que Dios conduce y acompaña y que con Él lo tenemos todo.

Liberanos de las ataduras para ir más allá en la misión

Liberados interiormente para que no sea desde nosotros desde donde llevamos adelante la tarea de anunciar a Jesús y los valores de su Reino sino que sea desde Jesús mismo. Para esto hace falta estar en comunión con la Palabra que es la que se anuncia. La pobreza exterior del misionero es un signo de la convicción de que toda la fuerza la recibe del Señor y que no confía en sus propios medios.

San Juan de la Cruz hablando de la libertad interior decía que uno podía estar atado por cadenas o por un hilo de seda. ¿Qué es lo que no está liberado dentro tuyo? ¿Qué es lo que te está atando? Es decir, ¿cuál es el hilo de seda o la cadena que no te deja ir libre en el camino?. Alguna preocupación, un poco de desidia, tal vez la pereza, la carga pesada que supone una mirada un tanto oscura sobre la realidad, una falta de reconciliación y de cordialidad con el mundo en el que nos toca vivir porque “otro tiempo pasado fue mejor”… quizás una cierta desconfianza sobre lo que rodea la vida de la Iglesia en estos tiempos críticos, un pecado del que no te podés desprender y que una y otra vez en ese lugar te encontrás caído y no hay forma de poder salir de ese lugar. Sea lo que sea te invito a desprenderte, a tener confianza, sabiendo que el Señor que es quien hace la obra, viene con vos.

Hay una urgencia que brota del texto de la Palabra de hoy, el reino de los cielos está cerca y esto no lo podemos callar. Los discípulos lo dicen cuando han experimentado en el encuentro con el Señor el nuevo orden que El trae. Lo visto, lo oído, no se puede callar. El anuncio del Reino de los cielos que está cerca y que con urgencia el Señor nos invita a proclamar necesita de parte de nosotros libertad interior para poder obrar en nosotros y desde nosotros.

El proyecto de Jesús es instalar un nuevo orden, por eso pide a los discípulos proclamen que está llegando el Reino de Dios. Se trata del Reino de la vida, la propuesta de Jesucristo a nosotros como pueblo. El contenido fundamental de la misión es la oferta de una vida plena para todos por eso hay que dejar lo viejo y hacerse a lo nuevo. Por eso la doctrina, las normas, las orientasiones éticas y toda la actividad misionera nuestra como comunidad eclesial debe dejar transparentar ésta atractiva oferta de una vida más digna en Jesús para cada hombre y cada mujer de nuestra tierra. Que la presencia poderosa y transformate de Jesús ocupe el centro de nuestra actividad misionera.

Éste es el mejor tiempo, porque es el tiempo en que Dios te bendice, te acompaña, te perdona y te pone en camino. Es el tiempo de Dios. Llegamos a la hora en la cual Dios nos preparó para existir. Cuando decimos “para esta hora llegué” es porque es el tiempo en el que Dios me soñó. Es verdad, ciertamente por nuestra falta de confianza, nos gana la desesperación y la tristeza, el sinsentido y la falta de fuerza en el corazón. Es hora de soltar todo eso para que Él sea el gran protagonista de nuestras vidas. Necesitamos desarrollar en nuestra misión la confianza de que Él es quien lo puede, y yo en Él.

Necesitamos poder ir a la misión como dice Pablo en Gálatas 3, 27 “revestidos de Cristo”. “Ya que todos ustedes fueron bautizados en Cristo han sido revestidos de Cristo por eso ya no hay judíos ni paganos, varón ni mujer porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús y si ustedes pertenecen a Cristo son descendientes de Abrahám, herederos de la virtud de la promesa”.

Dejémonos vestir de éste contenido de novedad que la vida en Cristo nos trae, pero para eso hay que sacarse la ropa vieja, desapropiarnos de lo que es demasiado pesado para nosotros en el camino. Hoy Jesús invita a la misión que es importante para estos tiempos de novedad y cercanía del Evangelio para lo cual hace falta ir ligeros por el camino. A seguir adelante y a confiar en que lo mejor está llegando y empieza a llegar en el próximo paso. Estamos de salida, una Iglesia en éxodo, como nos invita Francisco. Tenemos un carte por delante que dice “Salida”.

Padre Javier Soteras