Ruha: El Espíritu que transforma la vida

martes, 27 de mayo de 2025

27/05/2025 – Jesús promete enviar al Paráclito, el Espíritu Santo, que no solo consuela, sino que sacude, purifica y renueva nuestra existencia. Conocer su verdadero nombre, Ruha, es entrar en la intimidad de Dios que se revela como soplo, viento y fuerza creadora.

La tristeza se apoderó de los discípulos cuando Jesús les habló de su partida. Pero en esa noche cargada de promesas y despedidas, Jesús reveló uno de los misterios más hondos de la fe: “Os conviene que me vaya, porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré” (Jn 16,7).

Este Espíritu que el Padre y el Hijo nos envían no es una “energía”, ni una “fuerza impersonal”, sino una Persona divina, viva, amorosa, que irrumpe en el corazón del creyente y lo transforma desde adentro.
En hebreo, este Espíritu se llama Ruah —o Ruha—, palabra femenina que significa “aliento”, “soplo”, “viento”, “espacio abierto”.

1. Ruha en el principio: el soplo de la vida

En el primer versículo de la Biblia ya se nombra a Ruha:

“La tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas cubrían la faz del abismo, y el Espíritu de Dios (Ruha Elohim) se cernía sobre las aguas.” (Génesis 1,2)

Ese mismo aliento creador da forma al barro y hace al ser humano un ser viviente:

“Entonces Yahveh Dios formó al hombre del polvo del suelo, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.” (Gn 2,7)

Desde el comienzo, Ruha aparece como la fuerza que da orden al caos, la vida al polvo, el alma al cuerpo. No es un mero acompañante: es el origen de todo lo vivo.

2. Ruha en la historia: el Espíritu que habla y actúa

A lo largo de la historia de salvación, Ruha no permanece inactiva.
Desciende sobre profetas, jueces, reyes, hombres y mujeres elegidos por Dios. Les da visión, coraje, sabiduría, palabras que no sabían pronunciar.

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la Buena Nueva…” (Is 61,1)
“Entonces el Espíritu del Señor vino sobre Gedeón…” (Jueces 6,34)

Ruha es también el aliento que guía al pueblo en el desierto, como viento fresco que conduce y consuela. Es esa columna invisible que sostuvo a los israelitas, ese soplo interior que encendía la fe en medio de la prueba.

3. Jesús y el Espíritu: una unión inseparable

Cuando Jesús entra en el Jordán, Ruha desciende sobre Él en forma de paloma.

“El Espíritu descendió sobre Él en forma corporal, como una paloma.” (Lc 3,22)

Jesús vive en el Espíritu, por el Espíritu y con el Espíritu.
Con Él expulsa demonios, sana, predica, consuela. Es el Espíritu quien lo conduce al desierto, quien lo sostiene en Getsemaní, quien lo acompaña hasta el Gólgota.

Y desde la cruz, al morir, entrega ese mismo Espíritu a la humanidad:

“E inclinando la cabeza, entregó el Espíritu.” (Jn 19,30)

4. Pentecostés: el gran sacudón del Espíritu

Los discípulos estaban encerrados, con miedo.
Y de pronto, como un vendaval, como un trueno que rompe el silencio, Ruha descendió sobre ellos:

“De repente, vino del cielo un ruido como de un viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados.” (Hech 2,2)

Ruha no entra tímidamente. Sopla, sacude, transforma. Llena de fuego el corazón y lo convierte en instrumento de Dios.
Pedro, que había negado a Jesús, ahora lo proclama con valentía. Tomás, el incrédulo, se transforma en apóstol misionero. La Iglesia nace porque Ruha la fecunda.

5. Hoy: el Espíritu que sacude nuestra vida

En medio del ruido del mundo, muchas veces reducimos al Espíritu a una devoción vaga o un símbolo poético. Pero Ruha no es suave brisa solamente: es viento huracanado, es soplo que arranca de raíz el pecado y lo renueva todo.

¿No será que lo tenemos encerrado? ¿Que lo hemos domesticado?
El Espíritu no viene a hacerte sentir cómodo, viene a hacerte libre.
No viene a decorar tu vida: viene a transformarla desde la raíz.

“El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza…” (Rm 8,26)

Y cuando no sabemos orar, ni avanzar, ni luchar… Él ora en nosotros, gime con nosotros, y nos empuja hacia Dios.

6. El Espíritu y María: el corazón que supo abrirse

María vivía en la Ruha.
En la Anunciación, el ángel le dijo:

“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra.” (Lc 1,35)

Ella no resistió. No puso condiciones. Se abrió. Y el Espíritu la fecundó.
María es modelo del alma que se deja llenar por Dios, sin miedo, sin cálculo, sin freno. Por eso, en Pentecostés, ella estaba en medio de los Apóstoles: porque sabía reconocer y seguir al Espíritu que sacude, que fecunda, que guía.

Conclusión orante

Señor Jesús, Tú nos prometiste a Ruha, tu Espíritu.
Perdónanos por tantas veces en que lo hemos apagado, ignorado, reducido.
Hoy queremos decirte de corazón: Ven, Ruha.

Sopla sobre nuestra sequedad.
Sacude nuestros miedos, nuestras estructuras cerradas.
Haznos nuevos. Haznos libres. Haznos santos.

María, Esposa del Espíritu, enséñanos a vivir abiertos a su soplo.
Ruega por nosotros, para que Ruha nos fecunde con sus siete dones
y nos convierta en testigos vivos del Amor.

Amén.

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