Quería hacer hoy una valoración de esto tan esencial como es el trabajo para nosotros. Se dice que el trabajo, junto con el silencio, son las dos cosas que dan dignidad.
El trabajo es quizá lo más ennoblecedor que puede hacer el hombre. Es una obligación, pero además es un gran orgullo: escuchamos frecuentemente a papás que se enorgullecen de haber dado con el fruto de su trabajo la posibilidad a sus hijos de que puedan estudiar y salgan adelante por ejemplo, y es un orgullo muy sano. El trabajo es lo que lo justifica como hombre en la tierra.
Venimos de generaciones donde abuelos y padres han dejado al trabajo como herencia. Fray Luis de León decía que “El trabajo es la sal que preserva de la corrupción a nuestra vida y a nuestra alma”. Y esto lo vemos hoy permanentemente: la falta de trabajo genera corrupción, pero también es una corrupción que se genera desde arriba, desde los que hacen mal uso de su trabajo o se camufla el no gestar ámbitos de trabajo.
El ser humano cuando se va, deja ‘el árbol plantado’: a través de nuestras manos pasa el fluido de nuestra inteligencia, el fluido de nuestro amor, y se posa en las cosas que cada día hacemos: en la mesa del carpintero, en la pared del albañil, en la comida del ama de casa. Las ampollas en los dedos son más honorables que todos los anillos.
En una sociedad donde muchas veces el trabajo se mide por lo que produce monetariamente: se trabaja para ganar, se ha perdido la pasión por el ‘bien’ hecho. Por eso es tan lindo ver al artesano, que se regodea de su obra como única, al margen de lo que pueda redituarle económicamente. Hemos perdido el sentido del gusto por el trabajo, quizá porque mucha gente hoy en día no trabaja en lo que le gusta. Es casi un privilegio encontrar a quienes les coincida el trabajo que hace con lo que le gusta hacer.
En el relato de la creación vemos esta expresión tan linda de el gusto por la obra: “y vio Dios que estaba bien”. Esta experiencia placentera del alma del trabajo bien hecho, sea cual sea.
Pero está también la otra realidad: muchas veces escuchamos decir ‘agarro lo que venga’: en la desesperación por conseguir un trabajo, hemos perdido el gusto de la obra. Encontramos muchos universitarios que no encuentran nada: recién recibidos, salen con todo el ímpetu y terminan en el desencanto de no encontrar el espacio donde bajar todo lo que han estudiado. Y es un problema real y complejo, y entre las causas está la lentitud del estado de gestar ámbitos, y por otro lado la carencia de la solidaridad de los particulares, de las empresas, de todos nosotros. Y el tercer problema es el egoísmo.
Son tres ‘pestes’ que generan otras tres pestes en la ciudad: la peste de la violencia, de la soledad y de la corrupción. Y esto nos pone de frente a otras tres obligaciones: sensibilizarnos con los que andan sin trabajo: meternos en el pellejo del que no tiene trabajo para entender su dolor (aunque haya quienes no trabajan porque no quieren encontrar trabajo), segundo: tomar estímulos de la crisis para tomar una acción inteligente y práctica encaminada a la solución del problema: a partir de los casos, animarse a revisar las causas para poner medios,. Y eso lleva a la tercer obligación: intervenir en los distintos niveles de la crisis. La creatividad puesta al servicio del egoísmo generamos este ‘frankestein’ social que termina muchas veces en esta criatura perversa llamada ‘sistema’ que termina comiéndose a sus creadores. En cambio cuando la creatividad está puesta al servicio de la solidaridad vemos gestos lindos –que creo que hoy están faltando-. ¿En qué se manifiesta esta solidaridad? Por ejemplo, en el caso de empresarios, que no se apuren a despedir, que conversen con los empleados que dependen de nosotros, que sepamos que detrás de cada uno hay una historia, cuidar el trabajo de un empleado al precio de tener que seguir usando mi auto usado en lugar de cambiarlo por un ‘0 km’, o a veranear más cerca. Y a veces vemos otros pequeños gestos en trabajadores más humildes: he visto a un taxista no cobrarle a una abuela que iba a cobrar su miserable jubilación y encima le dijeron ‘vuelva mañana’. Un gesto muy noble.
Así como condenamos la violencia de una vidriera rota–lo cual me parece justicia-, o estos cortes de ruta donde quizá hacemos más daño a nuestros pares que a aquellos contra quienes estamos enojados, también tenemos que condenar esta otra violencia de una dignidad rota por la pedrada de una jubilación indigna de quienes debieran ser nuestros ‘mimados’ institucionales: ‘jubilado’ viene de ‘júbilo’: qué paradoja tener que disfrutar de una cola de horas para cobrar dos pesos.
Ojalá nos animemos a revisar estos elementos, como así también a dar gracias por el trabajo.
Para ejemplo triste que ojalá se lleve el olvido, hace unos años, un ministro de gobierno que se mandó unas vacaciones descomunales, y cuando se lo cuestionaron dijo: a nosotros los políticos se nos hace más difícil, porque un obrero llega a las 6 de la tarde a su casa y se olvida de todo, en cambio un político sigue trabajando todo el tiempo. ¡qué caradura! Si es así ¿por qué no cambia de trabajo? Si el tiene stress porque supuestamente piensa –o por el chanchullo que está tramando-, el obrero tiene stress porque no sabe cómo o con qué darle de comer a sus hijos. Yo diría, un stress mucho más digno. Y claro, también oír estas cosas estresan.
Desgraciadamente no hemos mejorado. Pero creo que cada uno tiene que pensar en su ámbito a la vez que denunciar este ‘malandraje’, trabajar desde lo propio.
Quizá ya no retando a nadie sino como elogiando y agradeciendo, recordaba aquel relato lindo de un obrero de la sierra que trabajaba largo y tendido pero con mucha dignidad y cariño:
Iguana Ferre (doña Jovita)
“En un ranchito perdido, llegando a cura Brochero
Se puede ver el letrero clavado en un espinillo,
escrito con amarillo: “Tomás Benegas: herrero”
A un lado del espinillo está el ranchito encalado
Con su enramada y techado con las quinchas bien tupidas
Y el galpón de la herrería está del otro costado
Cuatro horcones bien plantados sujetan cuatro largueros
Asegurados con cuero, y arriba un techo de lata
Tiznado por la fogata de la fragua del herrereo.
A cualquier hora del día está el hombre trabajando
Frente a la fragua, amoldando el hierro que va a doblar
Meta golpear y golpear, nueva forma le va dando
De unos hierros retorcidos hace tanta maravilla:
Rejas de arado, una silla, un tacho para basura,
Un brasero, una herradura, una puerta, una parrilla
Y con tanto que trabaja, gana tan poco el herrero
Que pasan días enteros tomando mate cocido
Un poco de arroz hervido, mazamorra y pan casero
Pasaba un día en un sulky por la casa del herrero
Llevando huevos caseros a vender en el poblado
El camino era poseado, y me metí en el agujero.
Un elástico del sulky se quebró en el barquinazo
Quise atarlo con el lazo, pero al final renuncié
Y a la herrería ruibié dejando atao el picaso
El hombre hizo en el taller un trabajo muy prolijo
Cuando terminó, me dijo: si usté quiere, la convido
A tomar mate cocido con mi mujer y mis hijos
Colgó el delantal de cuero, guardó el fuelle y el martillo
Puso en la vaina el cuchillo con las manos curtidas
Callosas y enrojecidas, acarició el espinillo.
Cuando el hombre entró en el rancho, la familia lo esperaba
Los hijos se atropellaban queriendo estar a su lado
Había pan recién horneado mientras la pava cantaba
Quedé almirada de ver tanta risa y contenteza
En medio de esa pobreza, y comprendí que el valor,
El trabajo y el amor, eran su mayor riqueza
Cuando salí de la casa, le pregunté a don Benegas
¿por qué toca, cuando llega, las ramas del espinillo?
Y él, con lenguaje sencillo, me dijo de esta manera:
“Cuando regreso al hogar con el cansancio del día
Quiero llevar alegría. Mi mujer y las criaturas
Ya pasan sus apreturas. ¿pa qué sumarle las mías?
En las puntas de las ramas, voy colgando los problemas
Las tristezas y las penas. Así podemos reír
Y no los hago sufrir llevando cargas ajenas”.
Creo que estas sencillas palabras pueden servir de homenaje a todos los que –cada uno en su ámbito- hacen con grandeza lo que hacen, desde lo más sencillo hasta lo más sofisticado.
A todos los trabajadores, un cariño muy grande y un Gracias! Por su ejemplo. Al que anda buscando con esfuerzo –porque el que anda buscando está trabajando-, que Dios le de ánimo y paciencia. Y a los que quizá tienen sueldos indignos, también paciencia y que sepan que Dios mira el corazón.
Mensaje de un oyente:
– Estuve en prisión 5 años y 7 meses. A los dos días que salí, conseguí trabajo. La sociedad me aceptó y me ayudó. Tenemos un pueblo solidario. Hace 8 meses que salí, y siempre trabajé. Salía uno, y encontraba otro mejor. Es importante la voluntad y el entusiasmo que pongamos
GL: Creo que es un mensaje de mucha esperanza en un mundo ‘apestado’ de fatalismo y un negativismo muy marcado que en este momento vivimos los argentinos en general, es bueno escuchar testimonios de que no todo es negro, no todo es callejón sin salida
CAMPEONES DE LA VIDA Alejandro Lerner
Aunque las puertas se cierren , Aunque no me sienta bien Aunque el tiempo pegue fuerte Se que voy a estar de pie Yerba buena nunca muere , no se cansa de pelear
Aunque llueva, nieve o truene te tenés que levantar
Aunque no hayan Navidades , A la hora de la fe Cuando la campana suene Se que voy a estar de pie
Que no nos falte el trabajo Ni las ganas de soñar Que el sueño traiga trabajo Y el trabajo dignidad El futuro que no viene El pasado que se fue Lo que queda es el presente para poder estar bien y ser…
Y es que somos, CAMPEONES DE LA VIDA… CAMPEONES DEL QUERER…