Señor Jesús, acá vengo con mi ofrenda de cada día.
A veces son solo buenos deseos,
aunque la mayoría de las veces hay intentos,
yerros y vuelta a intentarlo.
Aunque siento la tentación de guardarme,
pensar en vaciarme me da miedo,
y se que mi vida solo es vida si la entrego.
Aveces la entrega se hace evidente:
dolores, fracasos y también lagrimas.
Casi siempre se vuelve cotidiana, normal y escondida.
La entrega de sí en el amor compartido,
la ofrenda del tiempo en el trabajo y el servicio,
las inclemencias de los tiempos,
la paciencia y la espera,
las injusticias, los sacrificios y las alegrías.
Pero se que ahí crece también tu reino cada día.
Nada de lo que ofrecemos se pierde,
y desde tu corazón se multiplica en gracias
para tantos que ni si quiera conocemos.
Dame Señor más vida para repartirla,
ojos abiertos para descubrirte presente,
corazón atento y manos dispuestas para servirte.
Amén
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