San Juan de la Cruz: seguir en sencillez a Cristo

miércoles, 8 de junio de 2016


08/06/2016 – En medio de las Catequesis sobre los santos que llamamos “Una nube de testigos”, presentamos a San Juan de la Cruz. Místico carmelita, es doctor de la Iglesia.

 

“Pero todo lo que hasta ahora consideraba una ganancia, lo tengo por pérdida, a causa de Cristo. Más aún, todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por Él, he sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo y estar unido a Él, no con mi propia justicia -la que procede de la Ley- sino con aquella que nace de la fe en Cristo, la que viene de Dios y se funda en la fe. Así podré conocerlo a Él, conocer el poder de su resurrección y participar de sus sufrimientos, hasta hacerme semejante a Él en la muerte, a fin de llegar, si es posible, a la resurrección de entre los muertos. Esto no quiere decir que haya alcanzado la meta ni logrado la perfección, pero sigo mi carrera con la esperanza de alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no pretendo haberlo alcanzado. Digo solamente esto: olvidándome del camino recorrido, me lanzo hacia delante y corro en dirección a la meta, para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús”.

Filipenses 3,7-14

 

Esta expresión del apóstol San Pablo en su carta a sus hermanos Filipos, la primera comunidad eclesial de Europa, ilumina a la perfección este camino que iniciamos de la mano de San Juan de la Cruz, quien nos invita constantemente desde sus reflexiones a ir de nada tras nada, para quedarnos con todo. Su legado literario contiene una serie de enseñanzas místicas y de discernimiento espiritual que nos van a ayudar mucho a entender cómo y de qué manera seguir a Cristo en sencillez.

Su obra poética está compuesta por tres poemas considerados como “mayores”: “Noche oscura”, “Cántico espiritual” y “Llama de amor viva”; y un conjunto de poemas calificados como “menores”. En prosa, San Juan de la Cruz escribió cuatro comentarios a sus poemas mayores: “Subida del Monte Carmelo” y “Noche oscura” para el primero de estos poemas, y los tratados homónimos sobre el “Cántico espiritual” y “Llama de amor viva”.

Para entender la pluma de Juan de la Cruz en torno a su poema “Noche Oscura” y la explicación que de éste hace en “Subida al Monte Carmelo” hay que adentrarse en la perspectiva que nuestro amigo tiene del hombre, todo él como capacidad de Dios. El concepto de “noche oscura” está en todos los escritos de Juan y las oscuridades por las que hay que atravesar no se traducen como la negación de la luz en nosotros sino como la posibilidad de encontrar la luz en su plenitud. En ese sentido, plantea que frente a esta luz divina y el resplandor que genera, todo lo demás es sombra.

El hombre es un ser dotado de una capacidad esencialmente abierta al misterio de lo divino, y quiere dilatarse e inundarse de la luz del Amor. Y el hombre será hombre solamente cuando se llene de esa presencia luminosa, cuando se llene de Dios. A esa capacidad interior la denomina alma o espíritu. En sus escritos, el espíritu o alma es el que esconde en el fondo esta capacidad de lo divino. Y, según él, a pesar de no poseer una dimensión, una entidad cuantitativa, tiene una intimidad abismal, un profundo centro en el cual está Dios presente como amor, llamando y esperando al hombre”. (1)

En similar sentido lo entiende Santa Teresa de Jesús cuando nos habla acerca de las moradas; también San Agustín resaltaba esa intimidad de la presencia de Dios en lo más profundo de nosotros cuando declaraba “tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé, yo te buscaba por fuera y Tú estabas por dentro”; o cuando el mismo santo decía: “eres más íntimo a mí, Señor, que mi misma intimidad”.

En la mirada antropológica de Juan de la Cruz no hay disyuntiva ni escisión entre cuerpo y alma. “En el hombre no hay espíritu por un lado y cuerpo por otro. No se compone de dos sustancias separables. Es una unidad con una proyección trascendente”. (2) San Juan le llama alma a todo el ser humano, en cuya intimidad, en lo más profundo, se esconde el corazón mismo de Dios que ha venido a morar entre nosotros. En el alma late esta presencia que pide ser atendida; Dios vive en lo más íntimo de nuestro ser. Esta luz que brilla en lo profundo es como el “tesoro escondido” del Evangelio, que estaba en un campo y al ser encontrado por un hombre, éste vendió todo lo que tenía para quedarse con ese terreno. También es como aquella “perla preciosa” que al ser encontrada por el buscador, éste vende por completo sus pertenencias para quedarse con ella, la más preciosa de todas las piedras.

Cuando dentro de nuestro corazón sentimos esta presencia viva de Dios, vale la pena atender al Señor y su Reino, y desatender lo demás como lo atendíamos hasta ese momento. De ese modo podremos concentrarnos particularmente en esa presencia divina. Todo el camino ascético, de negación, que Juan de la Cruz va haciendo -”de nada tras nada” como dice él- apunta a este lugar. La idea es que nada detenga a quien quiere acercarse al Señor. Él plantea que sus “canciones” contienen el modo de subir hasta la cumbre del monte, que es el alto estado de la perfección, al que Juan de la Cruz llama “unión del alma con Dios”.

A continuación, uno de sus poemas: Noche oscura.  Canciones del alma que se goza de haber llegado al alto estado de la perfección, que es la unión con Dios por el camino de la negación espiritual.

En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que el alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado”. (3)

San Juan plantea que se va en la plenitud al fondo del alma donde Dios se rebela, despojándose de todo. No implica un desinterés de todo, sino de un nuevo modo a partir de una reubicación de las cosas. Es una atracción que genera la totalidad de Dios en lo profundo del alma que hace que todo lo demás quede a oscuras frente a la luminosidad de esta presencia.

¿Quién habla en este poema? Habla el alma, que es la más profunda intimidad de la persona que esconde la presencia de Dios. Es el Señor quien llama al alma a vivir en plenitud.

 ¿Qué es la oscuridad? A la noche solo se entiende si la analizamos en relación la luz. Por decirlo de alguna manera, sólo hay noche cuando hay luz. Se puede descubrir la noche como sombra de la proyección de la luz y, por eso ,en la primera estrofa el autor, nuestro amigo Juan, dice que el alma salió guiada por esta luz, que es un amor que inflama el corazón desde dentro.

San Juan de la Cruz explica en la “Subida al Monte Carmelo” lo que expresó en “Noche Oscura”: “En esta primera canción canta el alma la dichosa suerte y ventura que tuvo en salir de todas las cosas afuera, y de los apetitos e imperfecciones que hay en la parte sensitiva del hombre, por el desorden que tiene de la razón. (…) Para que un alma llegue al estado de perfección, ordinariamente ha de pasar primero por dos maneras principales de noches, que los espirituales llaman purgaciones o purificaciones del alma, y aquí las llamamos noches, porque el alma, así en la una como en la otra, camina como de noche, a oscuras. La primera noche o purgación es de la parte sensitiva del alma, de la cual se trata en la presente canción. Y la segunda es de la parte espiritual, de la cual habla la segunda canción que sigue. Quiere, pues, en suma, decir el alma en esta canción que salió -sacándola Dios- sólo por amor de él, inflamada en su amor, en una noche oscura, que es la privación y la purgación de todos sus apetitos sensuales acerca de todas las cosas exteriores del mundo y de las que eran deleitables a su carne, y también de los gustos de su voluntad. Lo cual todo se hace en esta purgación del sentido”. (4)

Todos nosotros nos movemos según lo que nos inquieta o atrae y nos despierta interés. Cuando entramos en este estadio de ser guiados desde la luz interior que nos va ganando el corazón, muchas cosas que antes nos interesaban nos interesan de otra manera o ya ni nos interesan. Quiere decir que el corazón (voluntad, afecto, motivaciones) comienza a mutar y se siente como extraño, es decir con deseos diferentes a los de antes.

Cuando Dios aparece con mayor fuerza en la vida aparece una cierta extrañeza. La tentación es huir de la extrañeza y volver a lo de antes. Por ejemplo, en las Escrituras, Dios acompaña al pueblo de Israel con una nube de día y con la luz de noche. Además les envía el pan desde el cielo. El pueblo que comienza a sentirse protegido y mimado por Dios, se siente extraño y comienza a querer volver a lo de antes “las cebollas” que representaban la esclavitud. Comienzan a tomar todo como insulso. El pueblo está siendo purificado y Dios lo está conduciendo a un lugar de mayor luminosidad. Este tránsito solamente se puede soportar cuando, por un lado, aprendemos a no extrañarnos de lo extraño que sentimos y eso es posible porque puede más la luz que guía por delante, y por otro lado se supera cuando la confianza en Dios está viva en el corazón. ¿Cómo seguir? Recordando con memoria agradecida lo vivido con anterioridad en Dios. Pasa que perdemos la memoria en el accionar. Cuando en el hoy nos parece que Dios no está es bueno mirar ayer y pensar en las promesas que nos hizo, para que el presente sea profundamente iluminado por esa presencia de amor, aunque en clave distinta, con un amor que está siendo purificado. 

 

Padre Javier Soteras

 

 

Citas:

1- JOSE MARIA MOLINER – San Juan de la Cruz, su presencia mística y su escuela poética – Ediciones Palabra (Colección Biografías sobre doctores de la Iglesia) – Sexta Edición – Madrid, 2008 – pág. 103.
2- 4- Ib. pág. 103.
3- MAXIMILIANO HERRAIZ GARCIA o.c.d – San Juan de la Cruz, obras Completas – Ediciones Sígueme (Colección El rostro de los santos) – Salamanca, 1992 – pág. 68-69.
4- Ib. pág. 150-151.