Sembrar nos hace crecer

viernes, 22 de julio de 2022
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22/07/2022 – Solemos escuchar que en tiempo de crisis es recomendable quedarse quieto, no hacer mudanza, como indica San Ignacio de Loyola. Y en un sentido podemos decir que es así; pero también es bueno moverse mucho. Se resiste y se avanza. Pero, ¿cómo se avanza en tiempo de crisis? Sembrando.

 

Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno.

Mateo 13, 18-23

 

No nos dejemos robar la alegría de evangelizar

Jesús sembraba con el realismo y confianza de un sembrador de Galilea. Todos sabían que la siembra se podía perder en aquellas tierras desiguales, pero eso no desalentaba a nadie. Ningún sembrador dejaba de hacer su siembra porque no estaban dadas las mejores condiciones.

No hay que esperar a que las cosas estén bien para cambiarlas, al contrario, hay que afrontarlas.

El Papa Francisco nos pide que “no nos dejemos robar el entusiasmo y la alegría misionera”, allí se esconde esa laboriosidad por el Reino que el Espíritu pone en nosotros para hacer ir más allá.

 

Pero, ¿qué sembramos?

 

Sembramos paz.

Sembramos diálogo.

Sembramos discernimiento.

Sembramos firmeza. Sembramos verdad.

Sembramos el deseo de que las cosas sean distintas.

Sembramos abrazos solidarios.

Sembramos manos tendidas para los que quedan en el camino.

Sembramos silencio para escuchar en lo más profundo del corazón.

 

Sembramos desde un lugar donde sentimos el aliento que Dios nos da para no detenernos en la siembra. Nos viene una alegría inmensa junto con la paz que Dios pone en el corazón. No nos dejemos robar la alegría de sembrar. 

 

La vida es sinónimo de siembra

A nosotros nos toca lo que dice el Papa Francisco, citando a Pablo VI, “la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas”. Sembrar no es algo que se hace una sola vez, tampoco es una actividad de todos los días, sino que es una actividad anual. Y todos los días uno puede ver como va la siembra.

Esta es la dinámica de Jesús, como en la parábola del sembrador, que tiene la dinámica del éxodo, del don, de salir, de caminar, de sembrar siempre de nuevo y siempre más allá (EG 21).

Toda vida es sinónimo de siembra.

Ante tanta realidad dolorosa nosotros somos sembradores de esperanza, de paz, de alegría, fortaleza, resistencia, de abrazos solidarios.

Sembradores en nombre de Jesús. En su nombre sembramos la buena nueva, la mejor noticia.

 

Sembrar: esfuerzo y tiempo

Sembrar es una tarea que lleva esfuerzo y tiempo. Cuando uno observa el campo advierte el trabajo que supone, el esfuerzo, la paciencia, la espera, la incertidumbre.

Hay que visibilizar a los sembradores, a los hombres y mujeres sembradores de esperanza y alegría. Hay que acompañarlos en medio del dolor que supone sembrar con esperanza. Cuando se siembra constantemente se percibe el cansancio y llegan las lágrimas. No le quita gozo a la siembra, pero las lágrimas necesitan ser enjugadas en el rostro de la fraternidad, en el abrazo de la tarea compartida.

Es cierto que no podemos negar la pena que nos da el contexto en el que vivimos, pero lo hacemos con esperanza, porque nos anima la certeza que el fruto en algún momento va a aparecer. La paciencia es una gran siembra.

La palabra compartida, en paz, es una siembra más que importante, sobre todo cuando buscamos las mejores razones para ir juntos hacia adelante.

No hay que guardarse las semillas que están dentro del corazón. Por eso, vos ¿qué semilla vas a sembrar?

 

La siembra nos hace crecer

“Cuando uno da, lo que da lo hace crecer en las ganas de seguir dando”, comentó el Padre Javier. “Por eso metemos la mano en el corazón y sacamos las mejores semillas para ofrecerlas a mano abierta y al voleo, para sembrar por todas partes lo que Dios nos regaló. Aunque sea con alguna lágrima. Lo hacemos con la esperanza de que va a dar mucho fruto”.

Sembrar los valores más genuinos: la dignidad del trabajo; el orgullo hondo; la libertad; el gusto por todo lo bello; la adhesión, sin dudas, a todo lo que es bueno; el alivio que da la verdad; la honradez de pedir perdón; a humildad de reparar lo que no se hizo bien.

Éstas son siembras que podemos hacer para cambiar el sentido y el rumbo de una historia, que está esperando que nosotros la demos vuelta.

No paremos de ir hacia adelante. Sembrando. Sembrando. En algún momento dará su fruto.

 

Oración de la siembra

Señor, cuando nos mandas a
sembrar, rebosan nuestras
manos de riqueza;
tu Palabra nos llena de alegría
cuando la echamos en tierra
abierta.

 

Señor, cuando nos mandas a
sembrar, sentimos en el alma la
pobreza; lanzamos la semilla que
nos diste
y esperamos inciertos la
cosecha.

 

Y nos parece que es perder el
tiempo este sembrar de
insegura espera.

Y nos parece que es muy poco
el grano para la inmensidad de
nuestras tierras.

Y nos aplasta la desproporción
de tu mandato frente a
nuestras fuerzas.

 

Pero la fe nos hace
comprender que estás a
nuestro lado en la tarea.

Y avanzamos sembrando por la
noche, y por la niebla matinal
somos profetas,
pobres, pero confiados
en que Tú nos usas como
humildes herramientas.

Amén.

 

*Para escuchar la Catequesis completa accede al audio que está debajo del título principal de esta nota.