Señor, aumenta nuestra fe

martes, 9 de diciembre de 2008
image_pdfimage_print
Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: "Ten piedad de nosotros, Hijo de David".  Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron y él les preguntó:  "¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?".  Ellos le respondieron:  "Sí, Señor".  Jesús les tocó los ojos, diciendo:  "Que suceda como ustedes han creído".  Y se les abrieron sus ojos.  Entonces Jesús los conminó:  "¡Cuidado! Que nadie lo sepa".  Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.

Mateo 9, 27 – 31

Estamos en pleno camino hacia la Navidad, contemplando a María que va a dar a luz al Emmanuel, al Dios con nosotros. Queremos que Jesús nazca en nuestros corazones.

A veces creemos que vivimos inmersos en “la realidad” y, sin embargo, si hacemos un alto en el camino y vemos con una mirada un poquito más amplia, saliendo de nosotros mismos, veremos que la realidad va mucho más allá de todo. Detrás de cada circunstancia hay una transignificación, un sentido mucho más profundo. Dios está queriendo impulsar algo diferente. ¡Atentos! Debemos estar atentos al paso de la gracia por nuestras vidas.

Junto a María, tratamos de mirar profundo, nos ponemos adelante del Señor y tratamos de descubrir la fe. Oramos mucho para que aquellos que todavía no tienen la gracia de la fe, puedan alcanzarla. Que el Señor manifieste su misericordia haciendo nacer a la experiencia de la fe y, por lo tanto, a la experiencia de un encuentro personal con Jesús a tantos corazones atrapados por el sin sentido de la vida. Debemos ser un sacramento viviente del amor de Dios para el mundo.

En el Evangelio de Mateo que estamos leyendo en estos días tenemos varios momentos: entre ellos, la curación de un paralítico, el llamado que Jesús le va a hacer a Mateo… todo eso va sucediendo en el camino. Jesús va como despertando los signos del Reino, que son las cosas que se despiertan a partir de la experiencia de la fe. Hoy nos muestra qué produce la fe ejercida, qué se produce cuando yo creo en Él. Y también creo en este camino que Jesús va haciendo: a su paso se van despertando, como flores en una primavera, los signos del Reino de Dios, la manifestación de la gracia de la fe.

Jesús, en su camino, sana a una mujer enferma y resucita a la hija de Jairo. La gente no comprendía mucho lo que Jesús hacía: cuando Él quería devolverle la vida a la hija de Jairo ya fallecida, muchos se le burlaban. Pero Jesús no puede obrar donde la fe no esta viva, donde yo no quiero hacer un ejercicio de la fe o si yo, teniendo la fe, no la ejerzo o incluso me niego a aceptarla. Donde Él no ha puesto su don, no hay mirada para comprender la presencia del Reino. No basta la bondad del corazón ni la capacidad natural del bien. Si bien todo eso es maravilloso, no alcanza para vivir como hijos de Dios.

La fe es un don sobrenatural que Dios regala. Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios.

Luego de devolverle la vida a la hija de Jairo, el Señor desaloja a todos los no creyentes (no hay que sembrar en el asfalto). Jesús no quiere perder el tiempo: cuando no ve predisposición, se va en búsqueda de otros lugares en los que haya personas con más fe. Así lo dice el Evangelio:  viendo su poca fe, se marchó a otro lugar… en muchos momentos el Señor se encuentra con un mundo no cr