11/01/19.- El evangelio hoy nos presenta otra de las manifestaciones iniciales de Jesús: la curación del leproso. Su fama crecía y su actuación misionera de predicación y curación de los que sufrían, entusiasmaba a los pobres por todas partes. Cristo desea la curación de los enfermos que encuentra a su paso y porque se siente movido a compasión por el sufrimiento que lo rodea brota su carisma de taumaturgo. Al curar el cuerpo, Cristo inaugura los tiempos escatológicos de la victoria sobre el mal y el momento de la consolación.
Mientras Jesús estaba en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús, se postró ante él y le rogó: “Señor, si quieres, puedes purificarme”. Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado”. Y al instante la lepra desapareció. El le ordenó que no se lo dijera a nadie, pero añadió: “Ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio”. Su fama se extendía cada vez más y acudían grandes multitudes para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Pero él se retiraba a lugares desiertos para orar.
Lc. 5,12-16.
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