Ser constructores de puentes

martes, 2 de junio de 2015
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02/06/2015 – Le enviaron después a unos fariseos y herodianos para sorprenderlo en alguna de sus afirmaciones. Ellos fueron y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición de las personas, porque no te fijas en la categoría de nadie, sino que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios. ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no? ¿Debemos pagarla o no?”. Pero él, conociendo su hipocresía, les dijo: “¿Por qué me tienden una trampa? Muéstrenme un denario”. Cuando se lo mostraron, preguntó: “¿De quién es esta figura y esta inscripción?”. Respondieron: “Del César”. Entonces Jesús les dijo: “Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”. Y ellos quedaron sorprendidos por la respuesta.

Mc  12,13-17

Enviaron a Jesús unos fariseos y herodianos para sorprenderlo en alguna de sus afirmaciones. Ellos fueron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición de las personas, porque no te fijas en la categoría de nadie, sino que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios. ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no? ¿Debemos pagarlo o no?» Pero él, conociendo su hipocresía, les dijo: « ¿Por qué me tienden una trampa? Muéstrenme un denario.» Cuando se lo mostraron, preguntó: « ¿De quién es esta figura y esta inscripción?» Respondieron: «Del César.» Entonces Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios.» Y ellos quedaron sorprendidos por la respuesta.

 

Al César lo del César

La moneda usada en aquella época, la moneda que de poco valor como el óbolo o el lepton, podía ser acuñadas por los jerarcas y las autoridades locales, pero de modo contrario a la costumbre ampliamente difundida, las monedas acuñadas por los judíos como Herodes y Agripa o por autoridades romanas que gobernaban Judea, como el caso de Poncio Pilato, no podían llevar acuñar ninguna imagen o retrato de su rostro, debían ellos tener la imagen del Cesar.
Esa moneda sirve de figura para comprender otra realidad mucho más importante, la de nuestra condición de ser humano.

En la escritura leemos repetidas veces que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza. Cuando uno ve una imagen, determinada, importante, como puede ser esta, donde aparece la figura de una persona de relevancia en el concierto de la comunidad judía, como el Cesar, quien gobernaba, y ve que su imagen está allí estampada, al verla uno se ve reflejado en ella o no. Seguramente, muchos hebreos de la época no se sentían identificados y hasta les generaba rechazo por el ejercicios déspota del poder y la opresión a la que eran sometidos.

Esto es lo que nos estamos preguntando, ¿dónde nos vemos reflejados? Y por eso Jesús dice, atención porque en esa imagen de tanta importancia, de tanto valor como la del Cesar, acuñada en una moneda que es el lugar donde se construye la confianza en el vínculo comercial, dentro de la comunidad judía, no está la referencia de lo que ustedes están buscando, no es el lugar donde van a poder verse espejados, porque en realidad es en mismo Dios donde van a poder verse espejados. La moneda que le presentan a Jesús no representa el verdadero vínculo del pueblo judío, y más que acercar, representa un obstáculo de ejercicio del poder esclavizante.

Son imágenes puente, que despiertan el ida y vuelta en los vínculos. Como puede ser la imagen de algún santo en determinada comunidad, como lo es Don Bosco entre los salesianos, San Francisco de Asís, o incluso el Papa Francisco que genera unidad entre tantos distantes y diversos. Son imágenes puentes que permiten descubrir que es importante encontrarnos a través de lo que nos representa.  

 

Construir puentes*

 

De todos los títulos que en el mundo se conceden, el que más me gusta es el de Pontífice, que quiere decir literalmente constructor de puentes. Un título que, no se por qué, han acaparado los obispos y el Papa, pero que en la antigüedad cristiana se refería a todos los sacerdotes y que, en buena lógica, iría muy bien a todas las personas que viven con el corazón abierto.

Es un título que me entusiasma porque no hay tarea más hermosa que dedicarse a tender puentes hacia los hombres y hacia las cosas.Sobre todo en un tiempo en el que tanto abundan los constructores de barreras. En un mundo de zanjas, ¿qué mejor que entregarse a la tarea de superarlas?

Pero hacer puentes -y, sobre todo, hacer de puente- es tarea muy dura. Y que no se hace sin mucho sacrificio. Un puente, por de pronto, es alguien que es fiel a dos orillas, pero que no pertenece a ninguna de ellas. 

Y, lógicamente, sale caro ser puente. Este es un oficio por el que se paga mucho más que lo que se cobra. Un puente es fundamentalmente alguien que soporta el peso de todos los que pasan por él. La resistencia, el aguante, la solidez son sus virtudes. 

Y un puente vive en el desagradecimiento: nadie se queda a vivir encima de los puentes. Los usa para cruzar y se asienta en la otra orilla. Quien espere cariños, ya puede buscar otra profesión. El mediador termina su tarea cuando ha mediado. Su tarea posterior es el olvido.

Incluso un puente es lo primero que se bombardea en las guerras cuando riñen las dos orillas. De ahí que el mundo esté lleno de puentes destruidos.

 

* fragemento de “Ser constructores de puentes” de José Luis Martín Descalzo en Razones para la alegría

 

Ser puentes

Señor he nacido para unir,

vivo para unir, sirvo para unir.

Es mi misión y mi secreto.

Señor, es maravillosa la función del puente.

Yo también quiero ser puente.

para unir las personas, unir los rotos, unir los corazones.

Señor, quiero ser puente

para todos los que pasan por el camino de mi vida.

Que no sea nunca una muralla que separa,sino mensaje

para que todo el mundo pueda llegar a Vos, Señor”.

(Anónimo)

 

Todo hombre por más insignificante que parezca es de Dios y a Él le pertenece. No le pertenece a nadie más que a Él, porque tiene grabado en lo más profundo de su ser, la huella de la semejanza de lo divino.

Esa imagen, esa inscripción en lo más profundo de nuestro ser, del rostro de Dios en nosotros, reclama una imagen semejante a la que llevamos dentro nuestro que no está acuñada en ningún lugar en particular y que en todo caso, en la persona de Jesús encuentra su más plena, su más perfecta, su única referencia de plenitud. Por lo tanto toda la otra imagen en todo caso puede aproximarse al rostro real de Dios reflejado en Cristo Jesús.

 

Padre Javier Soteras