28/07/217 – El P. Ángel en “Palabras de vida” hizo una reflexión sobre el valor de la palabra y del silencio.
Comenzó diciendo que se habla mucho, pero se dialoga muy poco. La capacidad de diálogo es signo de gozo y de apertura de corazón. El desafío es encontrar el tesoro, osea el lenguaje que haga del vehículo de los valores. A veces pareciera como si faltaran puentes, el tesoro del lenguaje que nos une. Y ese tesoro existe sólo hay que encontrarlo, aunque a veces no parezca tan facil.
Esta experiencia dolorosa de no poder encontrar la palabra, el momento y el puente de conexión con los hijos lo describe Graciela Soleci:
Ven, hablemos hijo, es necesario.
Yo debo darte limpios los camino,
quiero darte la ciencia de la vida así no yerras donde yo he errado,
quiero evitarte dolores, guiar tus pasos,
decirte esto es bueno, así serás mejor, aquello es malo,
pero ya no eres niño, ya no es facil delimitar lo blanco.
Tus sueños se abalanzan a la vida y yo nosé cómo ni cuándo necesitas mi mano.
Por eso, hijo, yo que siempre seré culpa en tus errores, yo que siempre seré carne en tus fracasos,
yo que siempre gemiré con tus dolores,
sólo estoy junto a tí con los brazos abiertos esperando
y repito en un rezo tenaz, callado, “ven, hablemos hijo, es necesario”.
La otra forma de la palabra es el silencio, y descubrir la belleza del silencio. Cuando se pierde el sentido del silencio, se pierde inevitablemente el sentido de la palabra, se pierde la capacidad de asombrarse, se pierde la capacidad de abrirse a lo maravilloso, en definitiva, se pierde el sentido de la belleza.
Guardini decía que sólo tienen palabras significativas los hombres y mujeres que tienen silencio significativo. Porque las palabras brotan del silencio y vuelve al silencio. En la vida interior, en la vida de fe, resulta imposible si llega a faltar el silencio.
Hay un diluvio de palabras, y paradójicamente el exceso de palabra suele ser un signo de pobreza. El mucho palabrería indica pobreza más que riqueza. Quien ama el silencio, ama también la palabra esencial. Quien no conoce largos silencios luminosos, jamás logrará iluminar con su palabra.
Nos sirvamos de las palabras para animar, para sanar heridas, para deshacer el hielo que aprisiona ciertas existencias, para buscar un sendero de acceso a la soledad desesperada, para destrabar puertas cerradas, para echar una mano a alguien que ya no puede más.
Algunos confunden, pero el silencio no es mudez. El silencio no agrede, en cambio paradójicamente la mudez es un modo de gritar y hacer daño.
Hay gente que con solo decir una palabra enciende la ilusión y los rosales, que con sólo sonreír entre los ojos nos invita a viajar por otras zonas, nos hace recorrer toda la magia.
Hay gente,que con solo dar la mano rompe la soledad, pone la mesa, sirve el puchero, coloca las guirnaldas. Que con solo empuñar una guitarra hace una sinfonía de entrecasa.
Hay gente que con solo abrir la boca llega hasta todos los límites del alma, alimenta una flor, inventa sueños, hace cantar el vino en las tinajas y se queda después, como si nada.
Y uno se va de novio con la vida desterrando una muerte solitaria, pues sabe, que a la vuelta de la esquina, hay gente que es así, tan necesaria.
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