Sin máscaras

martes, 27 de agosto de 2019
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27/08/2019 –  Martes de la vigésima primera semana del tiempo ordinario

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno!
¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.

San Mateo 23,23-26.

No soporta Jesús el mundo de las apariencias ni de las máscaras, y eso es la hipocresía una máscara que se ponen los escribas y fariseos para no ser descubiertos en su falacia y en su mentira, en su corrupción. Así los escribas y fariseos se constituyen en farsantes de las cosas de Dios y buscan hacerse fuertes desde el lugar donde están parados. Jesús les advierte que ese modo de ser no ayuda para nada a transparentar el verdadero rostro de Dios. De ahí viene la crítica y la confrontación. No se presenta de la mejor forma el rostro de Dios sino en lo simple, lo sencillo y lo auténtico.

Se podría decir que en el mundo de escribas, fariseos y legalistas, en la imagen ocultan lo que son, hay autorreferencialidad como dice Francisco, de modo que ni Dios mismo entra en esos esquemas tan cerrados. A modo tal que se decía burlonamente de ellos en la época, que la ley venía a ordenar a Dios de modo que todo estaba normado incluso el mismo Dios. La ley se constituye en un resguardo para crear un sistema en sí mismo blindado de poder.

El Señor Jesús va por otro lado, por el camino de la salida y del encuentro. Por eso la ira de Jesús al encontrarse con que el Templo es un lugar de falacias y de comercios, por eso entra con un látigo diciendo “la casa es casa de mi Padre y ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”. Así también el rostro de la autoridad del tiempo que desfigura el rostro auténtico de Dios. A veces nos pasa también a nosotros como Iglesia, tan encerrados en nuestros propios esquemas, lejos de la gente, críticos en nuestros modos y con un lenguaje apartado de lo que el pueblo reclama como mensaje auténtico de Dios. También podemos sentirnos identificados con esta crítica de Jesús, en donde el rostro aparente oculta el modo real.

Por eso la decisión de Jesús de ir a este territorio de confrontación para poner las cosas en su lugar. En nuestro mundo contemporáneo encontramos un montón de figuras de héroes que buscan constituir lo humano como absoluto, y si bien es cierto que Dios nos revela su misterio inmenso de la humanidad donde muestra su grandeza, no es acabado. Los superhéroes que nacen de la voluntad de poder capaz de todo es de alguna manera lo que encontramos como presencia, por así decirlo, de fariseos y de escribas que en el tiempo de Jesús criticaban al Maestro.

En las cosas simples y sencillas saliendo de nosotros mismos para que Dios se manifieste en lo simple y en lo cotidiano. Jesús a éstos que se la creen los devuelve a tierra, revelándoles la hipocresía que oculta su verdad. Saquémonos los disfraces de gente importante, revistamonos de gente simple, así como somos, y seguramente descubriremos lo que Dios soñó con nosotros.

De una u otra manera, Dios supera las apariencias, y mira más allá poniendo el foco en lo que en verdad es.

 

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