Sin objeciones, atentos a los signos y la misión son las claves en la vocación

miércoles, 7 de febrero de 2007
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Entonces me fue dirigida la Palabra de Yahvé en éstos términos.  Antes de haberte formado yo en el seno materno te conocía y antes que nacieras te tenía consagrado. Yo, profeta de las naciones te constituí. Yo dije, ah Señor Yahvé, mira que no se expresarme que soy un muchacho. Y me dijo Yahvé, no digas soy un muchacho pues a donde quieras que Yo te envíe iras y todo lo que te mande dirás. No le tengas miedo que contigo estoy, Yo, para salvarte – oráculo de Yahvé- Entonces alargó Yahvé su mano y tocó mi boca y me dijo, mira que he puesto mi Palabra en tu boca. Desde hoy mismo te doy autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y destruir, para perder y derrocar, para reconstruir y plantar. Entonces me fue dirigida la Palabra de Yahvé en éstos términos, qué estás viendo Jeremías? Una rama de almendro estoy viendo. Y me dijo Yahvé, bien has visto pues así soy Yo, velador de mi Palabra para cumplirla. Nuevamente me fue dirigida la Palabra de Yahvé en éstos términos, Q estás viendo? Un puchero hirviendo estoy viendo que se vuelca de norte a sur. Y me dijo Yahvé, es que desde el norte iniciará el desastre sobre todos los moradores de ésta tierra, porque enseguida llamo yo a todas las familias y reinos del norte –oráculo de Yahvé- y vendrán a instalarse a las mismas puertas de Jerusalén y frente a todas sus murallas entorno y contra todas las ciudades de Judá a las que yo sentenciaré porque toda su malicia me han dejado a mi para ofrecer incienso a otros dioses y adorar la obra de sus propias manos. Por tu parte te apretarás la cintura, te alzarás y le dirás todo lo que yo te mande. No desmayes ante ellos y no te haré yo desmayar delante de ellos, pues por mi parte, mira que hoy te convierto en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda ésta tierra. Así se trate de los reyes de Judá como de sus jefes, de sus sacerdotes o del pueblo de la tierra. Te harán la guerra mas no podrán contigo pues contigo estoy Yo –oráculo de Yahvé- para salvarte.
Jeremías 1, 4 – 19

El relato vocacional de Jeremías no menciona lugar ni circunstancia. Sin embargo como hemos compartido en éstos días toda vocación acontece en una coordenada marcada por el tiempo y el espacio. El elegido de Dios es instrumento en las manos de Dios que se compromete con la historia y su vocación ocurre en un momento determinado de su propia historia en la historia que comparte con otros hermanos. Porque el llamado es para una determinada misión en la que Dios quiere actuar a favor de los hombres utilizando al llamado como instrumento.

Por eso la conciencia del hecho histórico del que uno participa cuando siente el llamado de Dios es clave. Si bien es cierto que la Palabra en el texto de Jeremías no nos acerca ningún dato así preciso de donde, como, cuando, en que lugar y en que circunstancia, de  la lectura del texto de Jeremías podemos nosotros entresacar junto a quienes estudian los textos bíblicos con profundidad algunos datos que nos ayuden para ubicarlo al profeta en el espacio y en el tiempo donde Dios obra a favor de su pueblo utilizando éste instrumento profético. Jeremías, como dice el verso 1 en el capítulo 1 es hijo de Jilquías.

Es éste natural de Anatot, actual Anatá, una modesta aldea sacerdotal, como dice el primer libro de los Reyes en el capítulo 2 en el verso 26. Esto está en el territorio de la tribu de Benjamín como más o menos unos 6 kilómetros al noreste de Jerusalén. Jeremías estaría naciendo aproximadamente según lo que se puede entresacar de la lectura y de la tradición bíblica en el año 650 AC e inicia su ministerio profético en el 627 aproximadamente es decir cuando tiene alrededor de 23 años.

De hecho el texto que hemos compartido hace poner la Palabra en boca de Jeremías, el reconocimiento de su juventud. Tengo pocos años, dice Jeremías, soy joven, como me mandas a mi. Tiene en realidad 23 años aproximadamente. El profeta está predicando en el reino de Judá, que poco antes de la desaparición definitiva del reino, en julio más o menos del 586 AC cuando los babilonios destruyen Jerusalén, capital del reino, porque sus habitantes, como dice la Palabra que hemos compartido en Jeremías 1, 14-16 se han confiado a otros dioses y han roto la alianza. Esto trae como consecuencia lo muestra también el capítulo 2 que Dios entre comillas deja libre a su pueblo a su propia suerte porque el pueblo eligió así y estos sufren la consecuencias del avasallamiento de otros pueblos.

Cuando Josías, el piadoso rey reformador, se encuentra en el décimo tercer año de su reinado y Jeremías es muy joven, Dios lo elige profeta para las naciones. De modo de que la Palabra divina acompañe aquella época de profunda crisis religiosa y política corre un tiempo antes de Jesús del pueblo de Israel por ahí el año 626 627 AC donde la experiencia del exilio en Babilonia hace que el pueblo padezca de una ausencia absoluta de referencia. Dios ha desaparecido del horizonte del pueblo porque el pueblo lo ha borrado a Dios de sus códigos de convivencia. Ahora son otros ídolos los que están en el centro de la mirada del pueblo. Cualquier parecido con la realidad que nos toca vivir es una mera casualidad.

Si de algo podríamos decir se reviste el tiempo de la modernidad y de la postmodernidad entre el abuso del uso de la razón propio del tiempo de la ilustración que ha como antecedido a éste tiempo postmoderno movido por las sensaciones y los sentimientos es justamente que los dos modernidad y postmodernidad o por la idolatría de la ciencia y la razón o por la idolatría del sentimiento y de la ausencia de razón es que Dios no está y el hombre ha trastocado su ser más hondo y más profundo, sus valores y ha dejado de ser el mismo porque Dios justamente no está en su horizonte. Este Dios que lo ha creado y ha ordenado todo en el ser humano para ocupar El, El mismo Dios, el lugar del centro, ha sido sacado del centro de la convivencia humana y el hombre sin su quicio, sin su eje, ha perdido rumbo y es como una rueda suelta, como aquella propaganda de Cincotta que daba vuelta la rueda, iba para cualquier lado hasta que se frenaba.

Así está la humanidad de hoy como dando vueltas por cualquier lado y con una sensación del freno que hace que todo tenga que ver con el hoy, con lo inmediato, con lo ya, sin perspectiva de mañana porque mañana no existe, porque la historia se ha roto, porque es propio del tiempo que estamos viviendo donde lo inmediato gobierna, que no haya pasado y que el futuro sea ciertamente incierto, por eso todo acontece hoy. Es un exilio el tiempo de la post modernidad y por eso una gran oportunidad para escuchar la voz profética de Dios que se acerca a nosotros como en el tiempo de Jeremías para indicarnos un camino y un rumbo, un sentido de vuelta y de conversión. La voz profética de Dios resuena en éste tiempo duro y de exilio para hacernos volver a El nuestro Señor y creador.

La vocación de Jeremías es un modelo casi universal donde leer toda vocación, todo llamado que Dios nos hace a su seguimiento tiene mucho de todas las respuestas posibles a esa convocatoria sorprendente, siempre como aparentemente fuera de lugar que Dios hace, capaz de llamar a un anciano como Abraham para ser padre de una multitud o un niño como Jeremías para ser profeta de su pueblo o a una Virgen para ser madre o a un perseguidor para hacerse seguidor. Este Dios que sorprende con su llamada encuentra respuestas diversas de parte de los hombres. Pareciera que Jeremías hubiera concentrado todas aquellas posibilidades en su capacidad de reacción ante la invitación de Dios.

Por un lado es sumiso al mandato de Dios pero sin embargo confiesa que la Palabra es un fuego que arde en su interior y desea arrancarlo. Que bellísima expresión del profeta en el capítulo 20 en el verso 8 y 9 me has seducido Señor y yo me he dejado seducir, la Palabra de Yahvé ha sido para mi oprobio y dejadez cotidiana. Yo decía no volveré a recordarlo, ni hablaré más en su nombre. Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente prendido en mis huesos y aunque yo trabajaba para ahogarlo no podía.

Es un hombre Jeremías que calla y al mismo tiempo escucha pero a la vez no tiene miedo de manifestarle a Dios las dificultades que tiene en el cumplimiento de su vocación. Bellísima la expresión del profeta en el capítulo 15 a partir del verso 10 y después en 18, 19 hay de mi madre mía, porqué me diste a luz? varón discutido y debatido por todo el país, ni me deben pero todos me maldicen. Se queja Jeremías de la situación de aprieto que Dios lo ha puesto y después en el verso 18, 19 dice porque ha resultado mi penar perpetuo y mi herida irremediable, rebelde a la medicina, ay serás tu para mi como un espejismo, aguas no verdaderas.

Habla Jeremías de esa presencia de Dios que le quema por dentro y que aparentemente se le escapa en el infortunio de circunstancia en que lo pone Dios a hablar en nombre de El frente a un pueblo que no cree y que ha cambiado el nombre de Dios por otros ídolos, demasiado enamoramiento del hombre en si mismo, ídolos de barro, o con pie de barro, esos que se caen apenas se los toca cuando demasiados altos lo ponemos como emblemas de modelos a seguir, esos que van ganando el corazón de la humanidad bajo la figura de tal o de cual propuesta de consumo, calidad de vida entre comillas. Este es un tiempo donde la voz profética de Dios viene como en el tiempo de Jeremías a hacer de las suyas, es decir a arrancar y derribar.

Hay una expresión que encierra todo lo que Dios hace con la boca del profeta y está justamente en el capítulo 1 del libro de Jeremías como hemos compartido hace un ratito en su lectura en el verso 10, 14, 20, 18 dice así la Palabra, más precisamente en el verso 20 desde hoy mismo te doy autoridad sobre las gentes y sobre los reinos le habla a Jeremías y te habla a vos y a mi éste Dios que extiende su mano y pone en nosotros su Palabra que es Jesús mismo que se encarna y se ha quedado en medio nuestro y reaviva su presencia en el corazón del pueblo de Dios anunciando hoy que estamos invitados con El a extirpar y destruir a aprender y derrocar a reconstruir y aplastar. Justamente la acción profética tiene como ésta doble misión. La de quitar del medio lo que impide la presencia de Dios y abrir los espacios, reconstruir lugares donde se manifieste la vida de Dios.

Eso donde debe acontecer? En la vida de cada uno de nosotros y allí donde nos puso Dios para compartir la vida con los hermanos. Es decir hay realidades nuestras que impiden la manifestación de Dios. Vamos a ir viendo en el transcurso de nuestras catequesis como hay aspectos humanos, por decir algo, de mecanismos de defensa que utilizamos exageradamente. Esos que conservan la vida a veces también la matan y entonces puestos en marcha de cara a Dios somos quienes nos defendemos de aquel que nos trae la vida tal vez porque inconscientemente éstos mismos mecanismos ayudan para defender la vida misma y no nos damos cuenta que de la vida con mayúsculas no nos tenemos que defender y aparecen operando en nosotros desde un lugar donde no lo sabemos manejar y actúan en contrario de aquello para lo cual Dios lo puso en nosotros para defender la vida en su aspecto más sensible.

También hay mecanismos de proyección y entonces ponemos fuera de nosotros nuestros propios conflictos y entonces somos aquellos que la Palabra no les dice nada y nadie tiene nada que decir sobre la propia vida porque el problema siempre lo tiene otro, o transferimos sobre una determinada situación aquello que no sabemos como resolver y ponemos fuera de nosotros hablando de otro por no terminar de hablar de nosotros mismos porque nos da miedo de encontrarnos con nosotros. Estamos llamados a derribar todo esto para que se manifieste la presencia de Dios dentro nuestro y lo mismo en aquel lugar donde nos ha puesto y nosotros con la claridad que da la presencia de Dios y la gracia del discernimiento tenemos que hacer en la sociedad en la que vivimos para quitar lo que ocupa el lugar que solo Dios debe ocupar.

Toda una tarea que debemos hacer con amor con determinación y con paciencia con nosotros y con los demás. Dios, dice el profeta, y lo dice Dios a través del profeta para nosotros ha venido a derribar y a plantar, a quitar del medio y a favorecer la manifestación de todo aquello que es bello, noble, justo, en medio nuestro y habla de su presencia. No cualquier paloma es el Espíritu Santo pero de verdad que en más de un lugar está presente la obra del Espíritu que se ha anticipado para la misión que nos toca llevar por delante y nos abre caminos. Va con una velocidad la Palabra de Dios que en Isaías en el capítulo 55 en el verso 10 lo dice claramente como desciende la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá si no que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar para que de simiente al sembrador y pan para comer, así será mi Palabra, la que sale de mi boca, que no tornará a mi vacía sino que va a realizar lo que me place y cumplirá aquello a la que le envíe.

Vamos a anunciar la Buena Noticia proféticamente para derribar en nosotros y en lo demás lo que impide la presencia de Dios y para poner de pie a Dios dentro nuestro y en los demás por la fuerza de la Palabra, no de cualquier modo, no con la propia fuerza, no con el desgaste que supone ponerse de cara a una situación titánica. De allí como hemos compartido ayer, lo que determina la misión profética que Dios nos ha regalado por la gracia del bautismo, es el encuentro con el Señor y con su Palabra particularmente, porque la fuerza de la misión la tiene la Palabra misma. El profeta, debemos recordarlo siempre, es boca de Dios, es la boca por la que Dios habla. Que el Señor derrame la gracia del don profético en nuestro corazón.

La ventaja que trae para nosotros el relato de la vocación del profeta Jeremías es que en ella están como sintetizadas todas las dimensiones que supone el diálogo entre el llamado y Dios, entre Dios y la persona a la que Dios llama. El texto de Jeremías 1, 4-19 se organiza en tres partes donde aparecen éstos elementos del vínculo entre Dios y la persona a la que Dios llama.

Está la llamada y la objeción, la visión, la interpretación de lo que el signo ofrece y al final la confirmación de Dios, la misión y como Dios dota al profeta de capacidades para poder llevar adelante lo que aparece al principio como una locura, soy demasiado joven para hablar a éste pueblo que está alejado tuyo, que vuelva a vos. Dios le da la capacidad al profeta. Pero vamos por parte. El primer momento es éste momento clave en toda vocación. Dios que llama y las objeciones que uno pone. Las objeciones a veces las leemos solo como resistencia y no son siempre resistencia aunque en el caso del profeta aparecen también como resistencia.

El ejemplo más claro lo tenemos en María. No podemos decir que la llena de gracia tenga en su corazón por inmaculada concepción que hay en su vida alguna resistencia. Sin embargo hay una objeción. Como puede ser esto, yo no convivo con varón. En el caso de los hechos de barro pero marcados por el pecado, distinto de María, las objeciones parecen también son resistencias. Por que ocurre esto? Tal vez la clave la tengamos en el relato de la creación. El relato de la creación aparece dicho de una manera mitológica, lo que ocurre en el ser humano.

Está hecho de barro y al mismo tiempo tiene en su corazón un soplo divino. Como se puede compatibilizar la condición de barro con lo divino. Es como demasiado. Cada vez que Dios se manifiesta en la vida de una persona se da éste encuentro tan particularmente conmovedor, el barro y lo divino. La presencia del soplo de Dios en una vasija de barro que no solamente no lo puede contener, como dice la Palabra, sino que al mismo tiempo no lo puede contener porque Dios es más grande, sino que al mismo tiempo la intensidad de su presencia hace que el barro en cierto modo se resquebraje. Se resquebraje en una pregunta, en una queja, en un no puedo, es demasiado para mi. Jeremías lo dice claramente a esto y lo expresa con toda su vehemencia, esa que lo caracteriza junto con la sumisión que hay al proyecto de Dios.

Jeremías dijo ah Señor Yahvé mira que no se expresarme, que soy un muchacho es lo mismo que decir esto es demasiado para mi. Como es demasiado que éste barro que somos nosotros tenga dentro suyo un soplo divino. Es ya en el comienzo como las cosas parecen una locura por parte de Dios. Es como decía un biblista amigo mío, es como si Dios después de haber hecho la creación hubiera dicho, que hice, al hacer al hombre a mi imagen y semejanza no se me habrá ido la mano? Y algo de eso hay. Por eso algunos teólogos sostienen que el hecho de la encarnación ante éste entre comillas, a Dios se le fue la mano, estaba previsto más allá del pecado.

Porque es demasiado que Dios nos haya dejado solos con semejante tesoro interior ante tanta pobreza. Solo el hijo de Dios podía venir a darnos la gracia de poder sostenernos de pie frente a éste misterio haciéndose uno con nosotros en nuestra misma condición. La queja de Dios, la objeción ante la vida, bajo cualquiera de las formas en que aparezca porque las cosas nos superan. Está bien y hay que hacerlo. Los salmos en ese sentido guardan una expresión existencial del vínculo entre el salmista y Dios que cuando uno los lee con claridad y con el corazón no es que les están faltando respeto a Dios, le estamos diciendo a Dios lo que nos nace del corazón y cuando no es así la oración no es verdadera. Estamos dialogando con alguna idea de Dios pero no con el Dios vivo. Este que cometió la locura de haber creado al hombre del barro poniendo en él su corazón un soplo divino.

La objeción, la queja frente a lo que nos supera es necesario expresarla saludablemente a Dios que lo puede todo. A Dios no nos da a nosotros la vida y puede más de lo que nosotros nos imaginamos. En la vocación de Jeremías y en toda vocación, la tuya y la mía, la objeción forma parte de la historia, de éste vínculo con el Dios que nos invita a ir detrás suyo. Cuando la objeción no se detiene en las resistencias sino que es pregunta abierta a Dios, el camino se puede seguir recorriendo. Cuando la objeción se hace empaque, y yo acá me quedo, acá planto bandera, de acá no me muevo. Entonces ya no hay más nada que hacer.

A veces nuestras objeciones son enojos que nos paralizan o nos ponen en chico o chica caprichosa que el enojo hace que cruce los brazos y baje la cabeza, ciña las cejas y ponga la trucha para adelante. Ese enojo de un niño que lo expresa con total claridad, a nosotros nos sale igual pero por ser gente adulta nos cuidamos de nuestros gestos, pero también nos encaprichamos, más cuando la vida nos exige un paso de crecimiento donde decimos, no doy más.

Si das más si te ponés en las manos del que puede lo que vos no podés . Si querés y crees que lo vas a poder hacer solo o sola anda diciendo no doy más y encaprichate y enojate porque no vas a dar más. Cuando las situaciones nos superan como en el caso de Jeremías, es un niño, tiene que hablar a un pueblo que se olvidó de Dios, entonces tenemos que cambiar el capricho por la confianza, el enojo por la entrega. Solo no puedo. Dios si puede.

Por eso Dios que puede le dice a Jeremías, no digas soy un muchacho, no digas no puedo. A donde quieras que yo te envié iras y todo lo que te mande dirás. No les tengas miedo, yo estoy contigo. Es la situación de los discípulos al comienzo del ministerio, del anuncio de la Buena Noticia de la Resurrección. Ellos, dice la Palabra, estaban encerrados por temor y Dios aparece diciendo soy yo muchachos, no tengan miedo.

Todo camino en la vida, en lo de todos los días, en las grandes opciones, en las pequeñas opciones, cuando damos un paso sobre un lugar que está más allá del círculo en el que yo me muevo, genera un cierto temor, genera un cierto miedo. Que le pasa a un adolescente que deja la niñez. Acaso sus expresiones de grito, su cuerpo desacomodado que no entra por la puerta y que se lleva la punta de la mesa por delante, sus manos grandotas que hace que maneje y manipule las cosas con cierta falta de destreza no está expresando en ese paso una irrupción de la vida que además le genera un miedo y hace que se encierra en si mismo y egocéntricamente permanezca en él.

La dinámica de la vida que crece, que da un paso hacia delante y por otro lado la retiene. Crece por un lado la vida y por otro lado dice algo. Que es el egocentrismo adolescente y la paridad con otros sino un mecanismo a través del cual el adolescente dice, que hago con todo esto que irrumpe con tanta fuerza en mi, me lleva para adelante, alguien que me contenga porque ya no soy niño y no merezco el trato de un niño, hay vida en mi, que hacen conmigo.

Cuando nadie hace nada con ellos y los juzgamos porque queremos que sigan siendo como niños o pretendemos que sean adultos. Lo único que hacemos es apartarnos de la realidad que están viviendo y dejamos que queden libres las fuerzas vitales adolescentes sobre el rumbo que alguien capte por allí y lo termine por llevar para su propio molino y no para el molino de la vida que está irrumpiendo en él. El soplo de la vida del barro es muy fuerte y por eso merece una detenida reflexión de parte nuestra para no dejar que se nos escape la vida o se nos rompa la vasija. Si el riesgo está presente decí que nos das más o que no podés o que te desconcierta.

Te aseguro que la respuesta va a ser la misma que recibió Jeremías, yo estoy contigo que no es decir acá estoy yo, te doy una palmadita, no. Yo estoy contigo, yo me hago cargo de tu historia y con vos construyo lo que vos no podes por vos mismo. La Palabra de Dios en el profeta continúa con otro movimiento que es en la vocación el signo. Signos a través de los cuales Dios habla. Toda la experiencia interior del encuentro con Dios tiene también una manifestación exterior sino puede ser una proyección, una pura fantasía. Por eso a la voz interior, a la moción interior que decimos que en principio es de Dios, que es del Espíritu, hay que darle tiempo que se confirme. Dios tiene que confirmar lo concreto, lo que nosotros decimos o lo que El estaría diciendo.

Es como se dice popularmente, los pingos se ven cuando corren, los jugadores se ven en la cancha, a los bifes. Que la cosa si no tiene una expresión concreta se traduce en un espiritualismo vacío de contenido y se hace evasión. Por eso en la vocación, en el llamado tiene que estar el signo. En el caso de Jeremías el signo son éstas dos visiones que Dios le pone delante de El y le ayuda a interpretarlo. El signo está llamado a ser interpretado.

Te cuento una experiencia personal. Yo estaba con mis primeros pasos de llamada vocacional y estaba en un retiro y fue muy clara la presencia de Dios y muy significativa su manifestación en mi interior respecto al llamado al sacerdocio en la celebración de una misa en un retiro vocacional al que yo iba para decidir no mi vocación al sacerdocio porque ni idea tenía o porque me venía escapando sino que yo iba a elegir mi profesión en un sentido cristiano con la gente del COV centro de orientación vocacional.

Cuando estaba en esa misa sentí clarísimo que Dios me decía y tuve también la gracia de Dios de decirme a mi mismo que lindo esto que siento, me mueve, me conmueve hasta las lágrimas porque es muy fuerte la presencia de Dios cuando llama pero vamos despacito para ver si es de Dios o no. Me estoy rayando decía yo porque cura yo.

Entonces le dije a Dios si es real que vos me llamás, mostrame de alguna forma.

Estaba rezando eso y no había hablado con nadie que fue una de mis características no se si mal o bien fue lo que me salió en el momento. Si hablo con alguien en un ambiente eclesial seguro me meten de cura y entonces más bien me quedo callado y lo pienso por otro lado. Cuando termino de hacer esa oración aparece una religiosa y me dice, yo tengo que hablar con vos, bueno vamos a conversar hermanita.

La hermana me dice, yo siento que tengo que decirte esto, me parece que Dios te llama para ser cura. Ay dije yo, o yo hablé fuerte y no me di cuenta y la monja me escuchó o Dios le dijo algo a la monja.

Estaba clarísimo que el signo se había manifestado, después aparecieron unos tras otros que fueron confirmando la vocación. La vocación tiene que estar marcada por un signo, el signo en el caso de Jeremías es la visión. Tiene que ser interpretada en la visión al signo. Son dos, la del almendro y la hoya que está hirviendo. Me quedo con el segundo de los signos porque trae como consecuencia la vocación, la misión. Adelanta la terrible desgracia que viene del norte a causa de los pecados de Judá.

Se trata del sitio de Jerusalén y de las ciudades del reino por parte de los babilónicos que van a tomar Israel como posesión suya y lo van a exilar, lo van a deportar a sus habitantes por la maldad incontenible del pueblo de Dios. Es decir, que está mostrando Dios en ese signo a Jeremías? El camino de su misión. Es decir en ese contexto, estás llamado a hablar en nombre mío. Será mi boca la que hablará, será tu boca la que hablará por mi en ese lugar, en ese contexto.

El tercer momento en la vocación es la misión. Concretamente, si bien en el signo aparece algo en el caso que te contaba era el que me llama a ser cura, si a ser sacerdote en éste tiempo con lo que eso supone, después claro con el tiempo se va aclarando, como toda experiencia de Dios si uno la sostiene, si uno no se desprende de ella el tiempo va clarificando lo que al principio parece un poco duro de entender.

El tercer momento en la vocación de Jeremías está en el verso 17-19 y tiene que ver con la misión del profeta. Es una misión de cara a los poderosos la que tiene Jeremías. Uno dice como se va a achicar tiene veintitrés años. El le dice naciones, gentes y reinos. Jeremías tomó como que era un seño lo que Dios decía mejor dicho hay un modo como Dios dice las cosas que uno dice, esto viene en serio. Como cuando estás conversando con alguien con el que habitualmente te vinculas pero de repente tu marido, tu mujer, tu hijo, tu amigo, tu compañero de trabajo, de repente se genera una conversación donde el otro tiene algo para decirte y vos percibís que el código de comunicación viene en serio.

Cuando Dios le habla a Jeremías le está diciendo cosas que son serias. Hay un tono, hay un modo de estar de Dios frente a Jeremías y delante mío y tuyo y dice ésta es la misión, viene en serio la mano. Esto no es joda hijo, esto es en serio. Que es lo que es en serio. Que Jeremías tiene que enfrentar con veintitrés años a naciones, gentes y reinos. Por eso Dios le va a decir Yo te voy a hacer fuerte. Dios sabe que Jeremías es frágil, es niño. No lo eligió por su capacidad, ni por su elocuencia.

Es muy parecido en éste caso Jeremías a Moisés. Yo ir a hablar en tu nombre al faraón si soy tartamudo. Yo pondré palabras en tu boca y por ti yo hablaré, le dice Dios. Yahvé es el que protege y va a liberar al profeta y lo va a sostener, lo va a alentar.

En el verso 17 aparece muy claro esto, dice así la Palabra por tu parte te apretarás la cintura, te alzarás y le dirás todo lo que yo te mande. No desmayes ante ellos y no te haré yo desmayar. No arrugues, no tengas miedo, la Palabra de Dios es concreta y fuerte. Dejá que gane tu corazón y vas a ver cuantas cosas que vos no sabes como acomodarlas, como derribarlas y como poner de pie otras, comienzan a cambiar por tu vínculo renovado con la Palabra de Dios