De eso trata el evangelio: de amar mucho.
Eso lo que le agrada al Señor. (…) Amar mucho. Mostrar con obras el mucho amor.
Y aquí está el punto para contemplar.
Cada uno tiene que encontrar su modo.
¿Cómo se hace?
Lo primero, diría, es caer en la cuenta de que en el evangelio hay mil modos de amar mucho a Jesús.
Si caemos en la cuenta de que el Señor le pone el sello que dice “mucho amor” a expresiones tan diferentes, tan personales, eso anima a cada uno a buscar su modo.
¿Alguna clave o algo que ayude?
Algo que ayude, más bien, porque la clave del amor lo lindo es que cada uno descubra e invente las suyas. La ayuda que puedo dar yo va por el lado de “quitar impedimentos”. Un impedimento es el de no encontrar nunca la ocasión de “amar mucho”.
Sólo hay que saber pescar la ocasión o… crearla, haciendo la pausa necesaria para poner un gesto que haga especial el momento. Esto implica vivir “adelantando” un poco: tener preparado un perfume, por las dudas, como la pecadora, y estar atentos a cuando Jesús ande cerca.
¿Qué es lo que impide encontrar el momento o saber crearlo?
Quizás el no usar la palabra “mucho” de manera adecuada. Usamos “mucho” para decir “mucho trabajo”, “mucho sufrimiento”, “cuesta mucho”… y no solemos decir “mucho amor”. Quiero decir: no andamos juzgando dónde está el “mucho amor” de Jesús en nuestra vida ni dónde le podemos expresar “mucho amor”.
Expresarlo no es tan difícil, grosso modo. Basta mirar dónde hay “mucho sufrimiento” para ir con el amor que tengamos, que para el necesitado siempre es “mucho amor”. Cuando lo operaron a Josué y le trasplantaron sus pulmoncitos, fui todos los días durante una semana a visitarlo aunque fuera un ratito. El estaba dormido los primeros cuatro días, pero el papá le dijo que yo había ido y cuando estuvo bien, fuera de terapia, me dijo “Vos viniste todos los días. Fuiste el único”. No, le dije, también estuvo tu papá. Si, pero él es mi papá. Vos fuiste el único”. Yo le entendí que él me quería expresar mucho agradecimiento por algo chiquito que para él era mucho amor y le acepté el elogio para sellar nuestra amistad.
También se puede expresar mucho amor no paliando un sufrimiento o cubriendo una necesidad sino valorando a las personas en lo que tienen de especial. Esto no es difícil, sólo que hay que saber dejar de lado los mil defectos que todos tenemos para concentrarnos exclusivamente en algo bueno, que nosotros, con todos nuestros defectos, podemos decir con verdad y que el otro, con todos sus defectos, es verdad que tiene esa cualidad o hizo algo bien, aunque parezca circunstancial. “Che, que bueno esto que dijiste”, o “sabés lo bien que mi hizo que vos…”.
El fariseo calculó que no tenía que gastar demasiadas atenciones en Jesús, incluso habrá pensado que al Señor no le gustaba el trato especial y, en vez sí, resultó que le gustaba que lo trataran bien, incluso que exageraran como hizo la mujer. Uno dice: “qué le va a importar a Dios que yo entre a rezar un minuto” y resulta que sí, que le encanta, es más: él busca adoradores que lo adoren en espíritu y en verdad en todo lugar y en todo momento.
Diego Fares sj