30/01/2018 – El amor de Dios puede más que la enfermedad de esta mujer que padece hemorragias por más de 12 años, más que la enfermedad dela niña, más que los parientes que no creen. Es el amor el que realmente todo lo puede. En lo cotidiano también experimentamos que es el amor el que nos saca de las oscuridades.
Jesús percibe los tonos de la fe. Cuando decimos “aumenta mi fe” es un pedir “dejame entregarme donde vos quieras”. Pedimos una fe intensa, mansa que en un pequeño toque con la nota justa en su amor, sea capaz de ir hasta donde Dios nos quiera conducir. Una fe como el granito de mostaza, pequeña pero potente. Lo importante está en el potencial escondido en ese grano chiquito. “Lo importante no es cuánto amor ejercemos sino la intensidad con la que amamos” dice Santa Teresita.
Es Jesús quien atrae a la hemorroísa y la lleva a pensar y creer “con sólo tocar su manto quedaré sanada”.
La mujer busca ser liberada de esta sangre que fluye y que hace que se le pierda la vida. Cuánta vida vacía de sentido, cuánto de hemorroísos hay en el mundo de hoy… Vida que fluye y que se escapa y se pierde. Necesitamos encontrar causes en donde la vida se multiplique.
La hemorroísa pierde vitalidad y energía, derramándola en todo sin que valga la pena entregar la vida en algo. Nosotros buscamos que la vida tenga un eje, un valor, que valga la pena entregarla. Que el Señor cure nuestras faltas de sentido.
Por la mucha actividad o por la mucha preocupación, o por los muchos golpes y desilusiones vamos perdiendo entusiasmo y consistencia vital, es decir capacidad de estar en Dios. Que el Señor nos haga una vez más estar en Él, y en el contacto con Él retomar el rumbo, el cause y la vitalidad que transformó todo su ser.
Jesús conoce a la gente que es como la hemorroísa, conoce a su pueblo sencillo que toca su manto… En ese manto tanta piedad popular que a través de imágenes de la Virgen o de algún santo, con simpleza y fe entramos en contacto con Él. Jesús ama a esta gente y les dedica lo mejor de su amor, porque Él es como uno de ellos. En el día de hoy, mientras tu vida se va desarrollando, que bueno que sientas que el Señor te alcanza, que Él te toca y te invita a tocarlo. Que lindo descubrir que Él mientras pasa y te toca con su manto, desde el amor, te invita a que te acerques. Que ese lugar de encuentro, en medio de tu tarea, sea la fuente de la fraternidad junto a otros.
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