10/07/2023 – Fray Luis Dri tiene 96 años y nació en la ciudad de Federación, provincia de Entre Ríos. Huérfano desde los 4 años, aprendió a cuidar a los cerdos, a ordeñar a las vacas, a plantar maíz para su familia, compuesta de diez hermanos, y alfalfa para los animales. Es uno de los nuevos cardenales creados por el papa Francisco. “Hoy hablé con un primo en Federación, se removió el avispero con mi designación. Me siento muy humillado, yo no soy nadie. Soy un fraile que nací en el medio del campo, sin mayores cualidades ni condiciones”, dijo.
Vive en Buenos Aires, en un santuario y convento en el barrio de Pompeya. Allí fue confesor de Jorge Mario Bergoglio durante su etapa de arzobispo de Buenos Aires y es uno de los sacerdotes a los que el pontífice suele poner como ejemplo. En una entrevista con Radio María TV, el recientemente cardenal Dri, sacerdote capuchino, se mostró muy agradecido con el Papa Francisco por crearlo cardenal de la Iglesia Católica, aunque reconoció sentirse “muy humillado, porque yo no soy nadie, soy un pobre fraile que nací en el medio del campo y sin mayores cualidades o condiciones”.
El religioso recordó cuando el actual obispo de Roma era cardenal primado de Argentina y “venía al santuario de Pompeya a confesarse”, al tiempo que aseguró sentirse “muy feliz” como confesor, “porque la gente sufre mucho y cuando viene cargada con la mochila llena, pesada, y se descarga, es como un alivio que sienten. Entonces esa felicidad me la transmiten a mí. Yo soy feliz perdonando y no niego a nadie la absolución”.
Además, el capuchino rememoró la figura de otro confesor, el Padre Pío de Pietrelcina, a quien conoció en el año 1961 y de quien aprendió “esa disponibilidad que tenía, a pesar de su rostro de dolor, de quejido, de cierta manera. Pero nunca decía que no, o no puedo”. Luego, compartió cómo es su rutina diaria en el santuario y también recordó a sus hermanos cardenales Eduardo Pironio y Estanislao Karlic como “hombres sencillos, que me impactaron por su transparencia”. Finalmente, expresó su acompañamiento a las personas que están aquejadas por diversas dolencias físicas y espirituales, y les aconsejó que “sigan confiando en Jesús, María y José, que no fallan”.