Súplica del pecador arrepentido

miércoles, 18 de junio de 2008
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“¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas!

¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! 

Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí. Contra ti, contra ti solo pequé e hice lo que es malo a tus ojos.

 Por eso, será justa tu sentencia y tu juicio será irreprochable; yo soy culpable desde que nací; pecador me concibió mí madre.

Tú amas la sinceridad del corazón y me enseñas la sabiduría en mi interior. Purifícame con el hisopo y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

Anúnciame el gozo y la alegría: que se alegren los huesos quebrantados. Aparta tu vista de mis pecados y borra todas mis culpas.

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga: yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti.

Salmo 51 (50)

Este es el mes del Sagrado Corazón de Jesús. Lo vamos a celebrar justamente desde este lugar de novedad que es el corazón de Cristo, y los sentimientos del corazón de Cristo, tal vez el que más nos regala, como posibilidad en toda la riqueza que hay en el corazón de Jesús, como posibilidad de síntesis sea este que hoy vamos a abordar en el comienzo mismo de la catequesis en torno a los sentimientos de Cristo Jesús.

Este sentimiento hondo, profundo, sintético, representativo de la nueva alianza que es la misericordia. Cuando Jesús está ante su conciudadanos en Nazaret, hace alusión a las palabras del profeta Isaías, allí en Lucas 4,1: El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres, me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista, para poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un año de gracia del Señor. Estas frases de Lucas son como una primera declaración de redención a la que siguen después los hechos y las palabras conocidos en todo el relato evangélico de la buena noticia Jesús. Son hechos, son palabras, Cristo hace presente por estos hechos y estas palabras al Padre en medio de nosotros. Tiene un rostro concreto, esta multiforme expresión en palabras y hechos por parte de Jesús.

Es la misericordia.

Los pobres, los carentes de medios de subsistencia, los privados de la libertad, los ciegos que no ven la belleza de lo social y finalmente los pecadores son objeto de esta acción y de esta prédica misericordiosa de Jesús. Ayer en la palabra nos lo decía en el evangelio y nos lo venía referenciado también en la primera lectura, aprendamos de qué se trata, “yo prefiero misericordia, más que sacrificio”. Y la verdad que en el contexto en el que estamos, la misericordia y el corazón abierto de Jesús, ofreciéndose en grado sumo de misericordia es una posibilidad más que importante para anclar bajo el signo de la paz la barca a deriva, donde sentimos que se tambalea todo, mientras navegamos en lo cotidiano nuestra patria, necesitamos anclar bajo el signo de la paz, la barca de la nación, porque sino corremos serios riesgos de naufragar en algún conflicto que sabemos como comienza pero no tenemos la dimensión de la escalada violenta que se puede generar una vez desatado una primera acción aún más violenta a la que ya existe en los discursos que van poblando todo nuestro acto de comunicación, nuestro encuentro, en este caso nuestro desencuentro.

Cuando nosotros nos vinculamos al don, a la gracia del corazón de Jesús misericordioso, nos hacemos portadores de misericordia y logramos justamente aquello que en esta iglesia local de Córdoba venimos bregando como lema, venimos buscando como camino de acortar las distancias, que es lema de esta radio desde hace tiempo, por algo será que nació también aquí en esta iglesia local, que por una cuestión geográfica se encuentra en el centro de la nación, pero seguramente también por algún designio de Dios, aparece en este lugar para invitar en estos tiempos a verdaderamente estrechar los vínculos y acortar las distancias que nos separan y a buscar lo que nos une más lo que nos divide, acortamos las distancias cuando de verdad dejamos que el corazón abierto de Jesús gane nuestro sentimiento más hondo y desde la misericordia nosotros nos hagamos portadores de paz, buscando particularmente abrazar a los pecadores, a los que se sienten alejados, a los que no se sienten con gana, a los que están deprimidos, a los que les parece que ya nada tiene sentido, particularmente pienso en los jóvenes, y me quiero detener en ellos porque son futuro pero ante que nada son presente y la verdad que en este contexto en el que vivimos se presta más para la evasión que para el compromiso y es de verdad una pena ofrecerles un escenario tan dramático, tan tétrico, tan desagradable.

Ojala puedan encontrar también ustedes en la persona de Jesús, no solamente una esperanza sino un lugar desde donde ponerse a reconstruir lo que está tan deteriorado. Hoy me encontraba arriba de la palabra de Dios, una hermosísima imagen de el crucifijo que le habló a San Francisco de Asís, el de San Damián, donde estuve orando y mucho por nuestra nación, por nuestra radio, cuando estuvimos visitando Asís, en unos de los días del retiro que fue justamente en Asís. Y desde la cruz de San Damián Jesús le dice a Francisco, reconstruye, repara, rearma, refunda. Reconstruye una iglesia.

Que después de ir a San Damián a poner ladrillo sobre ladrillo, piedra sobre piedra, y poner el crucifijo que estaba allí tirado sobre un altar en una iglesia toda abandonada, Francisco poco a poco va descubriendo que en realidad aquel primer gesto sobre un edificio, una iglesia destruida, comienza a ser una realidad que se propaga, que se hace como una bomba expansiva en la caridad, desde el amor de Jesús en la cruz que toca primero su vida, su corazón, la reconstrucción de si propia persona y a partir de allí el rearmado, la reconstrucción y la refundación de la iglesia y de todos lo que se van sumando.

Al poquito tiempo de que Francisco arrancó con su locura evangélica, fueron mas de 1200 las personas que se vincularon a el loco de Asís. Y un poco de locura hace falta en este tiempo para vivir el evangelio en un contexto poco favorable, yo estoy seguro que en el corazón de los jóvenes está esta chispa franciscana, está este corazón amante de los desafíos importantes. Se dice que hoy no tienen esperanza, no tienen ganas, están apáticos, y será porque nadie les ha propuesto algo que valga realmente la pena.

¿No será que hay que reproponer el evangelio?, yo te lo ofrezco desde aquí, y te lo ofrezco con Francisco de Asís, para que mirándolo a él, una página hermosa de la escritura del evangelio hecho carne en hace casi mas de 800 años, puedas encontrar allí lo que estás buscando, lo que hace falta para vos y para este tiempo difícil que nos toca vivir, el evangelio de Jesús Cristo.

El lenguaje de Dios en el tiempo que estamos viviendo, si se encarna en la misericordia, se hace verdaderamente visible, Dios se hace visible, en y desde la misericordia. Si queremos hacer presente a Dios, en medio del mundo, practiquemos, vivamos la misericordia.

Juan Pablo segundo lo hizo después del atentado que sufriera, cuando sale de la clínica, al poco tiempo visita en la cárcel a su agresor, y en esa imagen conmovedora nos lo muestra el escuchándolo en su testimonio, habrá sido que le pidió perdón, que le haya confesado como es que llegó a aquella locura de querer terminar con la vida del sucesor de Pedro.

Madre Teresa de Calcuta es un rostro concreto de la misericordia en estos tiempos por las obras de caridad, por las obras de misericordia. El padre Pío de Petrel china, en la celebración del sacramento de la penitencia, de la reconciliación, nos habla de la misericordia de Dios, para este tiempo, para seguir predicando con un lenguaje que sea inteligible, la presencia de Dios para que sea cercana a los hombres de este tiempo. La verdad sea dicha sólo la misericordia es capas de atraer a los que están lejos, a los que sienten que Dios no existe, no tiene rostro, no tiene un mensaje claro, es una idea, no es una persona, ni está vivo, es de otro tiempo. Es de estos tiempo también si nos animamos a mostrarlo los que así lo reconocemos y a vivirlo desde el lugar de la misericordia para nosotros mismos se hará más específicamente concreto su rostro.

Solo a partir de allí, de lo que vemos y de lo que oímos, de lo que tocamos, de lo que palpamos de su presencia, podemos hacer visible el rostro de Dios a los hombres que lo buscan y lo esperan.

¿Qué son las obras de misericordia? El catecismo en la iglesia católica en el número 2447, dice: son acciones de caridad, mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras de misericordia espirituales, como también lo son perdonar, y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo al que no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a nuestros queridos muertos.

Entre estas obras, la limosna hecho a los pobres dice el catecismo, es uno de los principales testimonios de caridad fraterna, es también una práctica de justicia que agrada y atrae la mirada de Dios. Estos tiempos, donde hace falta verdaderamente acortar distancias, son tiempos particularmente para dejarnos tomar y abrazar por el amor misericordioso de Dios que nos acerca a Él, y desde Él buscar la manera y la forma de acercar a otros al mismo Dios. Vivamos las obras de misericordia y estaremos acortando las distancias.

Es bueno más que ponernos a hacer primero, dejarnos abrazar por la misericordia de Dios, y reconocer cuánto amor de perdón Dios tiene sobre nuestra propia vida, hacernos objeto de la misericordia.

¿Cuándo uno puede reconocerse objeto de la misericordia de Dios? Cuando toma conciencia como la indigencia material en la que a veces vivimos, la opresión y la injusticia, la enfermedad psíquica o física, la muerte misma, revelan, reflejan la miseria humana. Cuando nosotros pasamos por estos lugares o reconocemos que somos también, miembros de esta humanidad golpeada, bajo la consecuencia del dolor más hondo que carga la humanidad sobre sí misma que es la ruptura del vínculo con lo trascendente, con Dios, entonces en ese mismo reconocimiento, la mirada de Dios se detiene sobre nosotros, el amor de Dios nos abraza y a partir de allí, todo comienza como a dejarse llevar por esta fuerza de amor incontenible por parte de Dios cuando nos ubicamos en el lugar de los privilegiados de Dios, los más pobres.

La pobreza no es una categoría social, en la mirada de Jesús la pobreza es una categoría teológica, es una mirada de Dios que penetra lo que esa apariencia y se detiene sobre aquellos lugares en donde los hombres son capaces de caer vencidos ante la mirada de Dios en el reconocimiento de su propia fragilidad. El texto de ayer del evangelio de Mateo cuando pasa Jesús sobre aquel lugar de corrupción que es el puesto que Mateo tiene para cobrar impuestos y después sentado él con todos aquellos corruptos publícanos y pecadores, es un claro testimonio de que el detenerse de la mirada de Dios en el mundo de los pobres no supone una categoría social, sino una mirada teológica.

Aquellos también eran pobres, a partir de Aquel encuentro Mateo decidió vivir en el estilo de Jesús, también bajo el signo de la pobreza material y lo dejó todo, su riqueza para vivir libre de todo, en posesión solo de misterio y dejándose poseer por Dios como la mayor riqueza. Hizo lo que la palabra dice hacemos cuando nos encontramos con este tesoro escondido, vendemos todo lo que tenemos y nos quedamos con él.

Es el amor de Dios que todo lo puede, que todo lo transforma, lo hace nuevo, y este es el amor que es capas acortar las distancias, la más grande de todas las distancias, la que existe entre el cielo y la tierra. Se acortó por un gesto de amor de Dios que decidió en el misterio trinitario encarnarse para hacerse uno de nosotros y acercarnos lo que estaba tan lejos, su amistad. Cuando uno descubre, se deja abrazar por el amor de Dios, todas las distancias comienzan a acortarse, y la verdad sea dicha, vaya que si nos hace falta, acortar distancias en el amor de Dios teniendo una vivencia de la misericordia en las obras concretas de misericordia, las espirituales y las materiales, pero antes o primero o junto con no podemos olvidar la interioridad de la experiencia de la misericordia en la vida personal.

Para que nuestra acción no este vacía de contenido esencial que Dios vive en nosotros, como en su propia casa, cuando en la misericordia nos ofrece su perdón y nos invita a reconocer que somos así, pobres, frágiles y que en medio nuestro ha venido a habitar para desde la misericordia hacer nuevas todas las cosas.

Bajo su múltiple forma de indigencia material, opresión, injusticia, enfermedad física, psíquica y por último la muerte, la miseria humana es el símbolo manifiesto de nuestra debilidad, diría yo congénita en la que se encuentra cada ser humano que pise sobre la tierra desde que esta es tal y el hombre vive en ella. Esto ocurre a partir de esa ruptura primera que tiene sus consecuencias destructoras posteriores y que desequilibra todo el sistema.

El hombre puesto allí para gobernarlo todo como haciendo presente el rostro semejante de Dios en la creación, rompe con su origen, todo se desconcierta y la miseria humana atrae desde ese mismo momento la compasión de Dios que decide, la encarnación del hijo, la segunda persona de la trinidad y que viene a cargar sobre si y a identificarse con los mas pequeños de los hermanos para desde ese lugar elevarnos todo hacia el lugar donde habíamos perdido el cielo.

Los oprimidos por las miserias de cualquier tipo somos objeto de este amor de preferencia por parte de Dios y los que formamos parte de el, nos sentimos unidos a el. Estamos llamados a mirar a todos con un juicio misericordioso, es el que tiene Jesús cuando mira la realidad.

Para los fariseos y posiblemente también para los discípulos que habían comenzado a seguirlo aquel personaje que estaba sentado ayer en la mesa de recaudación de impuestos era un tránfuga, era un comerciante, un mercader, un funcionario al mismo tiempo que lo podríamos reconocer hoy como el nombre que representa a muchos corrupto.

Sin embargo a la mirada de Jesús allí hay un discípulo, allí hay un seguidor del camino, allí hay un apóstol, el futuro será un mártir.

Cuando la mirada es desde la misericordia, las apariencias se trascienden y se tiene una perspectiva que no se tiene en la coyuntura, que se pierde en la coyuntura, cuando los juicios se nos hacen duros y no hay oportunidades para que las personas cambien.

Tal vez sea la movilidad de la misericordia la que haya que poner en juego en estos tiempos donde parecen anquilosarse los juicios, donde parecen establecerse sobre lugares inamovibles. La movilidad de los juicios inamovibles empiezan a modificarse cuando nosotros nos movilizamos desde este lugar. Una movilización misericordiosa, una movida de la misericordia es decir actos y gestos de amor y de ternura, de compasión, de compromiso con los mas débiles y los mas pobres que sean capaces de reconstruir un tejido social que tiende como a dividirse, a romperse por la tensión.

De verdad que tenemos mucho para aportar en este sentido, hay mucho por hacer desde este lugar donde el Señor nos dice es posible no solo acortar distancia sino hacer nuevas todas las cosas.

Es el lugar donde El Padre, El Hijo y El espíritu eligieron cuando se tomo la decisión en el misterio trinitario, de que la segunda persona de la trinidad formara parte de lo nuestro y viniera a recomponer lo que verdaderamente estaba deteriorado. Ahora nosotros coparticipamos con El, de esa decisión y lo hacemos bajo el signo de la caridad, movidos por el amor de Dios que nos habita interiormente y nos invita a hacer lo mismo que El hace.

Que el sol salga para todos, para buenos y para malos, para justos e injustos, para los pecadores y para los que no lo son, para los del campo y para los del gobierno digamoslo así. Que no haya un lugar que no reciba de la luz, del amor y de la ternura, de la compasión y del perdón, de la reconciliación.

Claro quizás no lo podamos aplicar a quienes mas lo necesitan según nuestra mirada, es que el que mas lo necesita según tu mirada está muy cerca tuyo y una opción misericordiosa por la vida, para acortar las distancias y reconstruir lo que está roto o tiende a romperse es una posibilidad que se ofrece hoy para reconstruir como Dios se lo pide a San Damián en este caso ya no una iglesia sino una nación que espera ser reconstruida para el tiempo nuevo que se abre para ella.