Terminar el proceso de transformacion

domingo, 7 de agosto de 2011
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Buenos días, nosotros queremos estar muy cerca tuyo para compartir esta catequesis que el Señor nos regala, y nos llega de la mano de San Juan de la Cruz, quien en este tiempo, desde su mística nos viene educando en su interioridad para el encuentro con aquel que forma parte de nuestro camino y de lo más íntimo de nuestra intimidad,

 

¡Oh llama de amor viva

que tiernamente hieres

de mi alma en el más profundo centro!

ya no eres esquiva

acaba ya si quieres,

¡rompe la tela de este dulce encuentro!

 

Venimos siguiendo esta bella expresión de la llama de amor viva con la que Juan de la Cruz nos acompaña paso a paso en el seguimiento de Jesús, regalándonos la novedad de este estilo suyo tan particular que nos abre a la unión con Jesús. A eso apuntan estos versos.

“Acaba ya si quieres”, dice San Juan de la Cruz, ¿qué significa esto? Acaba de consumar conmigo el proceso de transformación que supone la unión con vos, presencia de amor viviente, esto es lo que está diciendo.

Juan viene diciendo que la profunda transformación que se debe dar en nosotros, fruto del amor, que progresivamente va incendiando todo el corazón, toda la vida de la persona, abarcándola en su identidad y en su totalidad, y hasta que esto no se termina, el proceso de transformación no llega a su plenitud, por esto el "acaba ya si quieres", lo hace con la certeza de que es verdad aquello que dice el apóstol San Pablo en I de Corintios 13 – 15, el Amor no busca lo suyo, es decir, busca en todo caso que la persona que ama sea agradable a la persona amada, el "acaba ya si quieres" no es un pedido de reclamo, caprichoso o de cansancio sino que es la expresión que surge del corazón como un susurro de profundo enamoramiento que se ha dado entre Dios y la persona que vive en Dios.

La persona que vive en Dios y recibe de él la gracia de la transformación que brota de la presencia del mismo Dios, tiene deseo de que esto no acabe – en algún sentido – pero que termine en otro sentido en el de completar esa vida de dios en su propia vida. Esta frase es anhelo y expresión de un deseo hondo que hay de que aquello que se ha iniciado con la fuerza del amor de Dios incendiando toda el alma llegue a su plenitud.

 

En nosotros hay muchos deseos pero en Dios hay algunos particulares, lo nuestro es más que un anhelo, es más que un deseo, lo nuestro es una profunda necesidad de vivir en lo hondo del corazón la transformación que Dios quiere operar en nosotros. Si alguna vez te encontraste con él, estoy seguro de que en vos ha quedado hambre y sed de Dios. De qué parte de ese encuentro con Dios sentís que el anhelo y el deseo ha quedado viviendo en tu corazón, de la dulzura de su presencia, de la frescura de su amor, de la fuerza de su indicación, del consuelo que te generó, del compromiso del que te impulsó.

En nuestros corazones hay anhelos y deseos profundos de dios que él los quiere completar. Nuestra alma tiene sed y hambre de Dios.

 

 

Hambre y sed de Dios, deseo profundo de Dios en el corazón, "acaba ya si quieres" es el deseo que se hace profundo en el anhelo que hay en lo más hondo del ser del encuentro con Dios por eso continua diciendo Juan de la Cruz, para que eso suceda, "rompe la tela de este dulce encuentro". Esta tela es la que impide este fabuloso encuentro, este fabuloso negocio dice San Juan de la Cruz, porque para llegar a Dios hay cosas que deben acontecer en un proceso, si se quitan los impedimentos y se rompen las telas se separan la unión entre el alma y Dios.

 

Dice San Juan que son tres las telas que pueden impedir esta unión y las tres se han de romper para que se realice esta unión y el alma posea perfectamente a Dios.

Una tela es temporal y son todas las criaturas, otra es natural y son todas las operaciones e inclinaciones naturales del alma y la otra tela es sensitiva que es la unión del alma con el cuerpo, vida sensitiva y animal, el texto de Corintios 5-1 dice que si nuestro albergue terrestre, esta tienda de campaña se derrumba, tenemos un edificio que viene de Dios, un albergue eterno en el cielo.

Para llegar a esta posesión de la unión con Dios, se han de romper las dos primeras telas, en esta unión todas las cosas del mundo están ya negadas y renunciadas, no porque no sean buenas en sí mismas sino porque en Juan de la Cruz, la renuncia va a favor de la posesión de un bien mayor, y el bien total al que aspiramos es Dios. El anhelo más profundo, el deseo más hondo que hay en el corazón de todo hombre y de toda mujer, de este tiempo y de todos los tiempos, es esa presencia, es el rostro del Dios viviente por el cual tenemos hambre y sed.

 

De qué tipo de entrega y de muerte, de ofrenda de vida se trata? de una que nace de la intensidad del deseo del encuentro a la que aspira Juan, por eso rompe la tela y produce este dulce encuentro, significa eso en su experiencia interior, el deseo de morir en Dios para vivir definitivamente en él. Y este tipo de encuentro definitivamente en la contemplación y para siempre en la beatifica mirada -como dicen algunos- de Dios, en la felicidad completa en Dios y para siempre se da sin duda después de esta vida, pero ocurre en las personas que hacen una profunda expresión del deseo de tener este encuentro, como fruto de aquella intensa experiencia más que como causa de una enfermedad o una muerte natural.

Es decir, la persona que anhela este encuentro muere como cualquier persona, se produce su deceso pero en lo más hondo de su corazón la experiencia de la vida en Dios le hace desear ciertamente esta muerte. Ciertas personas -dice San Juan de la Cruz- que mueren de alguna enfermedad o de vejez no es ella la que les arranca el alma sino algún ímpetu o encuentro de amor más intenso que los anteriores y más poderoso y más valederos. Hay personas viejitas que a veces dicen, me cansé de vivir, pero no es que se quieran morir porque no aman la vida sino que se cansan de vivir esta vida, quieren vivir una vida distinta, en plenitud, como diciendo ya todo lo que tenía para vivir, lo viví y no lo pase mal, lo viví como Dios quería pero ahora quiero otra vida una vida de más. Tengo un anhelo y un deseo de que se rompa esta tela para que se produzca definitivamente el encuentro y no hace falta edad para tenerlo.

El encuentro con Dios es de tal intensidad que la persona quisiera partir ya al encuentro con él por eso rompe esta tela, y una vez experimentado esto lo que queda es vivir la vida pensando en el cielo hasta que se produzca el encuentro. Por eso no es que haya que tener esta experiencia cuando se acerca el término de la muerte y que uno tenga que privarse de tener esta experiencia de querer estar definitivamente en Dios, solo cuando se acerca el final de su vida, sino que uno puede querer tener esta experiencia y querer estar con los hermanos porque así Dios quiere que sea para poder comunicar la referencia de Dios. En este sentido la misión como fuego de experiencia de anuncio nace de este querer estar en Dios y de que todos puedan estar y gozar de su presencia.

 

Hoy te invitamos a compartir, de qué rasgo de Dios tu corazón quedó sediento a partir del encuentro con él. Será de su amor, de su misericordia, de su consuelo, de su ternura, de su fortaleza, de su mirada, de su presencia?

 

En el momento de estos gloriosos encuentros se siente el corazón muy cerca de salir a poseer total y perfectamente el reino de Dios por la grandeza de sus dones con que se ve el corazón colmado y enriquecido. A esto se ve pura, rica, llena de virtudes preparada como impulsada hacia ir al encuentro con quien va a complementar lo que lleva dentro suyo. En este estado Dios deja que el alma vea su hermosura, dice San Juan de la Cruz y le confiesa los dones y virtudes que le ha dado porque todo lo trueca en amor y alabanza sin asomo de presunción de vanidad. No hay en ella levadura de imperfección que fermente la masa, como ve que solo le falta romper esta flaca tela de vida natural en que su libertad se siente detenida, presa e impedida, desea morirse y estar con Cristo – como dice el texto de Filipenses 1-23, es una expresión que puede verdaderamente ayudarnos a entender de qué está hablando San Juan de la Cruz.

 

Se llama tela a lo que debe romperse para la unión que hay entre el deseo de Dios y el poder colmarlo con su presencia.

Esta tela separa a Dios de uno, de lo más profundo de su ser y porque la tela no es tan densa y tupida que no se trasluzca la luz por ella, en este estado del deseo de unión parece una tela tan fina porque está ya espiritualizado el corazón, iluminada trasluce la divinidad, como quien ve detrás pero no termina de encontrar definitivamente la figura que se esconde por eso rompe esta tela para que se produzca el encuentro cara a cara.

 

En los procesos de encuentro y de noviazgo hay un momento en que se anhela y se desea compartirlo todo y esta es la experiencia que Juan de la Cruz revela de lo que hace Dios en el corazón cuando va preparando para el encuentro, lo va regalando encuentro tras encuentro, deseo tras deseo, anhelo tras anhelo hasta que de alguna manera el que se encontró en el camino con el amor del amado – por así decirlo – desea estar solamente con él y para siempre y con todos en él. 

 

El alma enamorada, dice Juan, no soporta demoras, esperando que se acabe la vida naturalmente ni que se corte en el tiempo, porque la fuerza del amor y la preparación que ve en sí la empujan a querer y pedir que se rompa enseguida aquella tela que oculta la posibilidad del encuentro con quien se anhela y se espera.

 

Cuando uno ha ido preparando un camino para algo importante y eso lo ha hecho con delicadeza, con dedicación, con firmeza no ve las horas que llegue. La persona que ha encontrado en Dios el amor más deseado, mas esperado, por el cual vale la pena entregarlo todo, no ve las horas de entregarlo todo para encontrarse con aquella riqueza que todo lo justifica, por eso rompe esta tela, si volvemos a repasar la canción en su conjunto nos damos cuenta que está hablando del Espíritu Santo, llama de amor viva, que tiernamente hieres, el alma está cauterizada, curada, pero la herida que tiene dentro es el anhelo de estar con Dios de mi alma en el más profundo centro! ya no eres esquiva, el alma ya no quiere correrse de ese lugar sino que desea que se acreciente ese fuego que quema y que transforma, por eso dice acaba ya si quieres, rompe la tela de este dulce encuentro.

 

Cuando se produce este encuentro brota la alabanza y al mismo tiempo nos gana el silencio.

 

Resumiendo la canción dice: Oh! Llama del Espíritu Santo que tan íntimamente traspasas la sustancia de mi alma y la cauterizas con tu glorioso ardor, ya estás tan amigable que te manifiestas con deseos de dárteme en vida eterna. Si antes cuando con ansias y fatigas de amor, con sufrimiento de mi sentido y espíritu por mi enorme debilidad e impureza y mi escasa fuerza de amor te rogaba que me librases y llevases contigo, porque mi alma te deseaba con ansia porque el amor impaciente no me dejaba conformar tanto con esta clase de vida que tu querías que aún viviese, no llegaban mis peticiones a tus oídos, sí los pasados ímpetus de amor no eran suficientes porque no eran de tanta calidad para alcanzarlo. Ahora que estoy tan fortalecida en amor que no solo no desfallece mi espíritu y mi sentido en ti sino que fortalecidos por ti, mi corazón   y mi carne rebozan y retozan por el Dios viviente. Con gran conformidad en tu voluntad, porque lo que tú quieres que pida, pido y lo que tú no quieres no quiero, ni lo puedo querer, ni se me ocurre quererlo. Ahora pues que ante tus ojos mi petición es más valiosa y estimada. Salen de ti y tú me mueves a ellas y con sabor y gozo en el Espíritu Santo te lo pido, saliendo ya mi juicio de tu rostro que es cuando aprecias los ruegos y las escuchas.

Rompe la tela delgada de esta vida y no la dejes llegar a que la edad y los años la corten de manera natural para que te pueda amar enseguida con la plenitud y hartura que desea mi alma sin término ni medida.

 

Los saludo con el corazón y me despido hasta mi regreso el lunes 15.-