Tiene algo de eternidad la amistad

jueves, 25 de junio de 2009
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En aquel tiempo Jesús dijo a los discípulos: “Como el Padre me amó yo también los he amado a ustedes.  Permanezcan en mi amor.  Si guardan mis mandamientos permanecerán en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.  Les he dicho esto para que mi gozo esté en ustedes y su gozo sea colmado.  Este es el mandamiento mío:  que se amen los unos a los otros como yo los he amado.  Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos.  Ustedes son mis amigos si hacen lo que les mando.  No los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo.  A ustedes los llamo amigos porque todo lo que he oído de mi Padre se los he dado a conocer.  No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes.  Y les he destinado para que vayan y den fruto y que ese fruto permanezca.  De modo que todo lo que pidan al Padre en mi nombre se los va a conceder.  Lo que les mando es que se amen los unos a los otros”.

Juan 15, 9-17

Los rasgos reveladores de una amistad:

Podemos penetrar el misterio de Dios y de su amor, en una medida limitada pero suficiente. Creciente también, diría yo, apoyándonos también en el símbolo de la amistad. Limitada, porque somos nosotros limitados. Creciente, porque siempre el amor, y cuando es en clave de amistad, en términos humanos y también en la relación con el Dios de la Vida, puede aumentar y crecer y nuestro límite se va como ampliando.

Hay una analogía entre la naturaleza y los rasgos de la amistad humana y el amor que Cristo nos ofrece y así es presentado hoy en la Palabra. Esta analogía, esta comparación, esta manera alegórica a la que podemos asomarnos, o desde donde nos podemos asomar al misterio del amor de Dios nos permite encontrar de una manera familiar y cercana este estilo indescifrable, insondable de la presencia de Dios en lo más íntimo y en lo más cercano de nosotros. Y por eso elegimos los rasgos de la amistad, lo que nos permite hablar del Dios que se nos revela y al que difícilmente le podemos poner palabras que hablen acerca de esa presencia de lo inefable. De lo insondable, y ante lo cual siempre nos sentimos como niños, balbuceando, intentando decir algo de lo mucho que supone Su presencia.

La amistad en cuanto relación es elección. Y este tal vez sea uno de los rasgos característicos del trato con Dios, al que somos invitados en la persona de Jesús. Somos elegidos, y somos llamados a elegir. Somos llamados, y somos convocados desde esa llamada seductora de la presencia de Dios en nuestra vida, a dar respuesta. A responder con capacidad de hacernos cargo de nuestro camino.

Los amigos se eligen, en libertad. No se imponen. Jesús hace así. Fijate como maravillosamente aparece esto relatado en el Evangelio de Juan “no me eligieron ustedes a mí, yo los elegí a ustedes”. Y esa elección no es de imposición, cuando los discípulos hacen la primera experiencia de encuentro con Jesús, en el Evangelio de Juan, son indicados por el Bautista “ahí está el Cordero de Dios”.

Ellos se acercan atraídos por la predicación del Bautista, y por lo que se dice seguramente de Jesús ya en aquel tiempo. Siguiéndolo de cerca a Jesús, que se da vuelta, y ante la pregunta “¿dónde vives?”. Que es como preguntar ¿a qué te dedicas, qué haces, quién sos? Dándonos una referencia que nos permita descubrir cómo es tu identidad. Jesús no hace muchos discursos, invita a compartir: “vengan y vean”. Fueron, vieron, y se quedaron. Y se les quedó grabado además el momento del encuentro. Eran como las cuatro de la tarde, dice el evangelista. Él estaba allí y Jesús había seducido sus corazones.

Esta presencia del Señor que es libre, que es elección, que es seductora. Que invita al conocimiento no desde un discurso, sino desde el encuentro, refleja los rasgos propios del estilo de amistad, con la que nosotros nos encontramos con los que verdaderamente hemos descubierto como la otra parte que complementa una parte importante de nuestra vida. Este don maravilloso, de ser amigos, de vivir en alianza de amor, con los que Dios nos ha puesto juntos en el camino.

Según San Agustín es como un alma que vive en dos cuerpos distintos. Qué maravilloso.

Cuando uno se conoce con otro y entra en un misterio de alianza, no hacen faltas las palabras para la comunicación y todo entra bajo una misma órbita de mirada, bajo un mismo ángulo de percepción de la realidad. Y por eso uno encuentra en el amigo, un intérprete de la propia realidad, o de la realidad vista desde la misma óptica, con un mismo decodificador. Eso es lo que pasa cuando tomamos un café con un amigo. Hablamos de política, y entre coincidencias y no coincidencias vamos construyendo una lectura de lo que ocurre.

Hablamos de deporte y pasa lo mismo. Conversamos de nuestras cosas y nos vamos acompañando e interpretando mutuamente y nos sostenemos en el camino. Hablamos de lo que nos gusta y nos sentimos como identificados con el otro. Es que es una parte mía que está en otro lugar. Esta es la amistad.

Por eso cuando Jesús dice “ustedes son mis amigos”, dice ustedes me complementan y yo complemento el ser de ustedes. “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos”. O como dice Pablo “Cristo es un cuerpo, cabeza y miembro”. Es la complementariedad propia del vínculo de amistad que nos saca de nuestra solitariedad.

Yo estoy seguro, que ahora que hablamos de relación de amistad en el trato con Jesús, bajo el signo de la libertad, la elección, el conocerse y el acompañarse, el sostenerse en lo que de todos los días se hace como necesario para poder vivir en paz y en alegría, yo estoy seguro que vos tenés tu amigo, tu amiga de siempre. De infancia, de adolescencia, de juventud, de adultez, de tercera edad. Tus amistades. En la que reconociste ¿qué rasgos de la presencia de Dios? En algunos la nobleza, los sueños compartidos. El don de la alegría, y de la ocurrencia.

La amistad en la vida de Jesús:

Antes de entrar sobre específicamente lo que el Evangelio nos revela del estilo de amistad que mantenía Jesús, es bueno detenernos en la mirada de amistad, y los valores que algunos otros célebres hombres de la historia de la humanidad, han descrito como muy bien desde la psicología del vínculo.

Cicerón en un célebre escrito sobre la amistad, afirma que “ya desde la ética pagana que la verdadera amistad requiere personas virtuosas. Sinceridad, lealtad, confianza, fidelidad, delicadeza, grandeza para perdonar.” Algo de todo esto y mucho más está presente en la persona de Jesús. El misterio del amor de Dios se nos hace presente en Jesús, que quiere un trato de amistad e invita a la amistad.

La amistad que practicó Jesús nos enseña el ideal de amistad humana, como el modo de amar a Dios. Es el estilo de amar a Dios.

El primer valor fundamental de la personalidad de Jesús es su comunión con el Padre, su identificación con Él. El amor de Jesús al Padre es la clave, es el secreto para entender los demás valores de su vida, y los demás vínculos de su vida. Y la fidelidad en su vida.

La amistad de Jesús tiene su fuente en el vínculo con su Padre. “Como el Padre me amó yo también los he amado. Ámense unos a otros. Este es mi mandato. Se los digo porque soy su amigo. Porque ustedes me complementan y yo los complemento. Vivan unidos como yo y el Padre estamos unidos.” La fuente del trato de amistad de Jesús con los discípulos y con todos los que rodearon su vida de manera amigable, era el vínculo de cercanía que Jesús tenía con el Padre.

Los evangelios son los mejores testimonios para estudiar la amistad en la vida de Jesús. Sin duda el amó todo con misericordia. Y mantuvo una relación de amistad con todas las personas que encontró en el camino. Jesús ofreció su amistad a todos. Trató a cada persona como única, como especial, ignorando los prejuicios culturales, aún lo que en una primera situación podría ser poco amigable en una relación. Por justamente, prejuicios. Por tener situaciones en las que las personas podían estar como alejadas, en principio, de Jesús.

Jesús se portó como un amigo, con la samaritana del pozo de Jacob. Como un amigo con la adúltera. Con los ciegos, con los leprosos del camino. No marcó distancias. Acortó distancias. Como la amistad acorta distancias. La distancia que nos supone el recorrido de lo de todos los días. Cómo mejor se recorre el camino de la vida cuando hay amigos. Cuánto se hace soportable el andar, cuando los amigos están para el camino. Jesús supo esto. Es más, se dejó acompañar también en su peregrinar, y acompañó en el andar a otros, y permitió que las distancias fueran acortándose en el camino de la vida.

La parábola del Buen Pastor, es la parábola de Jesús Amigo. Ahí se ven los rasgos más fuertes de la amistad: del conocimiento y la comprensión mutua. “Yo conozco mis ovejas, ellas me conocen a mí”. Se relaciona Jesús con cada uno, como uno siente que es el trato de intimidad en el vínculo de amistad. Como si fuera uno solo con el otro, y el otro uno con uno mismo.

Tanto se acortan las distancias en el vínculo de amistad que todo se simplifica cuando hay amistad verdadera, aún las situaciones más dolorosas. Donde los amigos, particularmente se hacen presente.

Jesús tiene un trato de amistad que lo lleva, como dice hoy el Evangelio, a no importarle nada por ese amor que le hace entregar la vida. El amigo más grande es el que da la vida por los amigos. En la amistad uno da todo, no porque el otro esté exigiendo darlo todo, sino porque es como darse uno mismo, darse en el otro. Es entregarse uno mismo, entregarse en el otro.

El estilo de amistad de Jesús, que particularmente se lo ve con la familia de Lázaro, Marta y María, que se lo ve entre los discípulos con Juan, Santiago, Pedro, Andrés, que aparece de una manera particular con los pecadores (se sienta a comer con ellos), como es el modo de acortar distancias, como de hecho lo hace con Zaqueo, o como los amigos de Mateo, publicanos todos, el trato de amistad de Jesús es un trato de entrega, pero además es también un trato de darse y dejarse regalar.

De ofrecer y dejarse regalar en la amistad. Entonces aparece la mujer allí con el perfume, lo rompe en signo de vínculo de ofrenda, y perfuma toda la persona de Jesús, secando con sus cabellos el perfume que invade todo el ambiente. Jesús no solamente da amistad. Se deja tocar por los amigos.

El Jesús Amigo es el que sembró las amistades más hermosas en nuestra vida. En ese trato de amistad hay una presencia del Dios Amigo. Por eso resulta tan significativa la relación de amistad, porque esconde algo de la presencia de Dios. Tiene algo de eternidad la amistad.

Los grandes místicos cristianos experimentaron la espiritualidad como un camino de amistad con Dios. En muchos de sus escritos expresan, varían en su enfoque, en su lenguaje. Algunos hablan simplemente de la amistad, otros de unión, otros de desposorio. Que es como una expresión más poética de la amistad radicalizada. Otros hablan de imitación, de seguimiento. En todo caso, es un amor de cercanía por parte de Dios.

Jesús propone este estilo “si guardan mis mandamientos permanecerán en mi amor”. Jesús conoce el corazón de los que le propone el camino, y en el conocimiento de esto, que es un conocimiento por amor, invita a ese mismo estilo y en la medida en que se responde, en clave de amor al amor ofrecido por Jesús en la relación con los demás, se crece en amistad.

Los místicos varían en su devoción, en cuanto al énfasis de la relación a uno u a otra persona de la Trinidad, pero todos llegan a esta relación a través de la persona de Jesús. La referencia a Jesús, como la puerta de Dios Trinidad es unánime. La devoción a la humanidad de Cristo está siempre presente en un trato de amistad mística con Dios. No es un misticismo el que estamos hablando. No es una cosa volada, etérea, sin fundamento ni arraigada en un trato concreto, es una profunda relación concreta de amistad con Dios, reflejada en el trato de amistad con todos, sin excluir a nadie. Aún sumando a los que resultan adversos, a los enemigos, le llamamos en términos evangélicos.

Tal vez el caso más claro y notable de trato de amistad con Dios, sea el que nos presenta la espiritualidad de la doctora de la Iglesia Teresa de Jesús. El tema clave para leer e interpretar sus escritos es justamente éste, la amistad. Podríamos decir que la vida de Teresa de Jesús es un trato de amistad con Dios. Así define ella la oración.

La oración que es el núcleo de su proceso de magisterio de su enseñanza. ¿Qué es orar? Es un trato de amistad con Dios. El hilo conductor de la espiritualidad teresiana es la oración. Y la santa ha integrado en la oración los otros valores de la vida. El contexto como la condición o como fruto de ella. La experiencia de Teresa es un camino de espiritualidad en Cristo por el camino de la oración en trato de amistad. La oración no es otra cosa, dice santa Teresa, que tratar de amistad. Con el que sabemos nos ama, pasando muchas horas, ratos a solas con Él.

Como lo pasamos con los amigos. La pasamos bomba, decimos, cuando estamos con los amigos. Este es el modo y el estilo con el que Dios se quiere vincular con nosotros. Hoy en la Palabra es casi como una declaración “permanezcan en mi”, es decir, traten de amistad con amigo. Muchas veces, no de vez en cuando, no de un café cuando nos vemos por ahí, y nos acordamos de que tenemos un amigo por algún lado perdido en la agenda. En la agenda cotidiana el trato de amistad con Jesús nos abre permanentemente al valor increíble de la amistad en lo de todos los días.