Todos queremos ser felices

jueves, 12 de mayo de 2022

12/05/2022 – “Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican” (Juan 13, 17), esto dice Jesús a sus discípulos y el eco de sus palabras llega hasta nosotros hoy, comenzó reflexionando el Padre Sebastián García SCJ en la Catequesis.

 

Después de haber lavado los pies a los discípulos, Jesús les dijo: “Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía. Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican.

No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que se cumpla la Escritura que dice: El que comparte mi pan se volvió contra mí. Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy. Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me envió”.

San Juan 13,16-20

 

Todos queremos ser felices

Si hay algo que todos queremos en la vida es ser felices. Todos, absolutamente todos queremos ser felices. Y no somos libres de esto. Este anhelo, deseo y sueño de felicidad anida en lo más profundo de nuestro corazón y no somos capaces de sentirlo o no. Queremos, a toda costa y de todo corazón ser felices. No podemos no querer esto. Y justamente por esto es que podemos vivir en libertad. Dios está de acuerdo con nuestro más íntimo deseo de felicidad. Lo quiere. Lo desea. Lo busca. Dios quiere que el hombre sea feliz. Dios quiere que vos seas feliz.

 

El ideal de servicio es el ideal de felicidad

La verdadera felicidad es “lavarnos los pies mutuamente”, dijo el Padre Sebastián, “hacer que toda nuestra vida sea una vida de servicio, una vida entregada, que se vierte en el servicio a los hermanos”.

Uno puede pensar “pero… ¡qué contradicción! ¿Cómo es posible esto? ¿No se trataba de la felicidad mía, personal, individual, que Dios quiere para mí y que anida en el fondo de mi corazón? ¿Y entonces? ¿Qué tiene que ver el servicio?”, reflexionó el sacerdote.

 

Nadie se salva solo

Si uno lo mira con la mirada del mundo y de la cultura de la muerte y el descarte, en su ritmo de vértigo y vorágine, todo esto es contradictorio. Es más, el Evangelio es un absurdo. Porque si hay algo en lo que se erige el mundo de hoy en sus proclamas más profundas es el extremo individualismo: “Yo me salvo solo. Yo solo me arreglo. Yo lo puedo todo. Yo estoy por encima de los demás. Dios se me revela personalmente a mí. La experiencia de Dios es exclusivamente mía”; estas son las máximas comunes de la cultura de la muerte.

Si hay algo contra lo que atenta el mensaje del Reino de Jesús recapitulado por la Iglesia en el Nuevo Testamento es contra todo esto: nadie se salva solo, nadie puede vivir una vida digna de ser vivida si no es junto a otros, en el servicio, en el amor recíproco, en los vínculos de comunión y formando comunidad. Dios no se le revela a un grupo de “elegido” o “escogidos”. Dios se revela por entero a su Pueblo. Dios no se privatiza. Dios no es propiedad privada de nadie.

Por eso el Evangelio es sanamente revolucionario, comentó el Padre Sebastián. “Es contracultural. Es anti-sistema. Jesús viene a liberarnos a cada uno, y a todos nosotros como Iglesia, de una mentalidad autorreferencial que nos cierra sobre nosotros mismos”, luego y para finalizar la Catequesis, nos invitó a hacer esta humilde oración:

“Desde lo más hondo del corazón te pedimos Señor que nos sanes, nos liberes y reconcilies, que nos hagas más semejantes a vos y nos regales los sentimientos de tu corazón, que destruyas todo aquello que no se condice con esta condición de Hijos y discípulos tuyos; renová en nosotros el deseo genuino de felicidad y danos siempre la capacidad lúcida, por tu gracia y tu poder, de elegir medios efectivos para poder alcanzarla. Amén.” 

 

Podés escuchar la Catequesis completa desde la barra de audio que está al inicio de esta nota.