09/09/2021 – Ese Dios que te conoce tanto al mismo tiempo es amor infinito, te comprende tanto, te valora tanto, sabe bien lo bueno que él puso en ti y que quizás tú mismo no veas y te mira con tanta misericordia que siempre confía en ti y quiere darte otra oportunidad. Rechaza todo lo que puede destruirte y ama todo lo que pueda hacerte verdaderamente feliz. ¡Cuántas veces nuestro único consuelo es sentir que “Dios sabe”! ¡Qué bueno es que al menos nuestro Dios sabe todo! Entonces ¡gloria a Dios que te conoce! ¡Bendito sea el Señor que todo lo ve! ¡Alabado sea el que conoce hasta el fondo de mi alma! ¡Adorado sea el que sabe todo lo bueno que hay en mí, el que quiere hacer florecer lo mejor que hay en mi interior! ¡Bendito sea mi Dios que me conoce lleno de compasión y comprensión!
Conoce tus males. Si es verdad que “está patente a sus ojos todo lo que está debajo del cielo” (Job 28, 24), entonces el Señor también conoce tus sufrimientos, las injusticias que a veces tienes que sufrir, esos dolores que tanto te molestan. Nada se le escapa: “Él sondea el abismo y el corazón, y penetra en sus secretos designios, porque el Altísimo posee todo el conocimiento. Ningún pensamiento se le escapa, ninguna palabra se le oculta” (Eclo 42, 18-20). Dios conoce los males de distintas maneras. Dice santo Tomás que “los males caen bajo el conocimiento práctico de Dios en cuanto que los permite, o los impide, o los ordena” (ST I, 19, 16c). A veces los conoce impidiéndolos, actuando para evitar que los hechos que ocurren terminen produciendo nuevos males. Seguramente en tu vida podrían haber ocurrido muchos males de los que el Señor te liberó porque los impidió. Tú no lo sabes, pero no dejes de alabarlo por esos males que él ha vencido.
A otros males los conoce permitiéndolos, no queriéndolos: “Dios no quiere que ocurran los males. Pero quiere permitir que ocurran” (ST I, 19, 9, 3m). Y los permite por diversas razones: porque no quiere que seamos marionetas ni que estemos bajo una campana de cristal, ya que si así fuera no tendría mucho sentido que pasáramos por esta tierra. O los permite porque pueden ser un aprendizaje para nosotros, porque son un bien para otras personas, etc. O bien los ordena a un bien superior que nosotros ignoramos y que sólo descubriremos cuando todo se haya cumplido: “En todo Dios interviene para bien de los que le aman” (Rm 8, 28). San Pablo le pedía al Señor que lo liberara de algo que lo humillaba, pero el Señor le respondió: “Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad” (2 Co 12, 9). Qué bueno que el Señor conozca todos tus males, porque sólo eso te garantiza que esos males tengan algún sentido, que sirvan para algo, que no sean un dolor inútil. Ya no son algo oscuro si él los mira. Entonces es mejor que él conozca todos tus males aunque de momento no te libere de ellos. Sólo así tendrán algún sentido.
¡Gloria al Señor que conoce mis males!