Vayan y enseñen a todas las gentes

jueves, 16 de febrero de 2012
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Hemos iniciado un camino de catequesis, este año, detrás de lo que el papa Benedicto XVI nos ha marcado como rumbo, un crecimiento en la fe es lo que el papa dice debemos desarrollar en el corazón mismo de la tarea de la evangelización o de la nueva evangelización. Cuando vos usas tu computadora, suele ocurrir que se bloquea, cuando aprietas una tecla no pasa nada, tocas otra, tampoco, tocas Ctrl Supr y no pasa nada, no se mueve, ¿qué hay que hacer entonces? Resetearla o reiniciarla. Esto es lo que hacemos con este tiempo de catequesis dedicado a concentrar nuestra mirada en lo esencial de la enseñanza de la doctrina católica, vamos a reiniciar, a resetear. Cosas sabidas tal vez pero no tan sistemáticamente presentadas, no tan claramente articuladas, no tan organizadas dentro de nuestro proceso de reflexión y de crecimiento en la fe y es por eso que hemos elegido este camino de seguir las enseñanzas que el catecismo paso a paso nos va dejando para que se renueve nuestra fe. Ayer iniciamos nuestro encuentro con los números uno, dos y tres del catecismo, particularmente descubriendo esta tarea de cercanía de Dios que tomó la determinación de llegar hasta nosotros para regalarnos la gracia de la recreación rescatándonos del pecado que nos dispersó por todas partes, constituyéndonos en familia, a partir de la presencia de Jesús que con su encarnación, con su predicación, con los signos que acompañaron la misma, con su muerte y resurrección, con la promesa de la llegada del Espíritu Santo a nosotros, ha venido a hacer nuevas todas las cosas. Esta tarea que es del apostolado de Jesús y está confiada a la Iglesia, es parte tuya también como servicio por la gracia bautismal que has recibido y este dato no es menor. En el don del bautismo están contenidas todas las gracias que hacen falta para que puedas desarrollar con plenitud tu tarea misionera, allí donde Dios te pone, en el servicio que te ha regalado y es por eso que particularmente vamos a concentrar nuestra mirada en este don de gracia de evangelización pero para eso, para que el don de la gracia de la evangelización que está en nosotros pueda reflotar, reverdecer, asentarse con mayor fuerza y sistemáticamente dentro de nosotros, nuestras ideas, decisiones, pensamientos y compromisos estén cada vez más claros, es que recorremos el camino que la Iglesia, desde el Concilio Vaticanos II nos dejó en este compendio de la fe que es el catecismo de la Iglesia Católica. Hoy particularmente vamos a adentrarnos en el transmitir la fe, el sentido de la catequesis, ¿qué es la catequesis desde la mirada de Juan Pablo II? ¿Por qué un catecismo de la Iglesia católica?, el fin y el destinatario de este catecismo, la estructura del catecismo de la Iglesia católica, serán suficiente para que vos puedas decirnos donde sentís que Dios te manda a ir a anunciar la Buena Noticia. ¿Por qué te digo esto? Porque el texto que va a dar origen a nuestra enseñanza de hoy es este el de Mateo 28, 19

 

Mateo 28, 19

“Vayan y enseñen a todas las gentes”

 

Enseñar que es testimoniar, enseñar que es vivir en coherencia, enseñar que es presencia en el lugar en donde Dios nos pone como semilla de mostaza, como fermento en la masa. Cuál es tu lugar de misión y qué desafíos se plantean para la misión para vos allí en este lugar llamado familia, llamado trabajo, llamada escuela, llamado ámbito de la barra de los amigos, compañeros de trabajo, vecinos. Hay una misionalidad que tiene que ver con la geografía a la que pertenecemos y hay un mandato que Dios ha puesto en tu corazón donde particularmente te quiere como testigo, ¿qué clase de testimonio es el que sentís que Dios te pide que des en ese lugar? Porque claro, las características son, de acuerdo al escenario, bien particulares donde se encarna el compromiso evangélico de hacer presente la Buena Noticia de Jesús.

“Vayan y enseñen a todas las gentes” dice la Palabra en Mateo 28, 19 y este es el punto de partida en torno al cuál hoy queremos tomar desde el punto cuatro en adelante lo que el Catecismo de la Iglesia católica nos deja como horizonte de su presencia de instrumento de renovación en la fe. En ese camino, Benedicto XVI nos invita en este tiempo a caminar fortaleciendo nuestro ser creyente. “Muy pronto, se llamó catequesis al conjunto de esfuerzos realizados por la Iglesia para hacer discípulos, para ayudar a los hombres a creer que Jesús es el hijo de Dios a fin de que por la fe tengan la vida en su nombre. Para educarlos, para instruirlos en esta vida, para construir así el Cuerpo de Cristo”. Es una expresión, la que utiliza el catecismo, tomada de Catequesis Tradendae, el documento en torno a la Catequesis que Juan Pablo II promulgara en el año 1979. Este camino de renovación en la fe que nos ofrece en la catequesis tiene una estructura orgánica de enseñanzas, de sistematización del pensamiento cristiano a la luz del acto creyente, del amén que surge en el corazón a la propuesta de Jesús. Globalmente se podría decir que la catequesis es eso, como proceso educativo, sistemático, un camino de orientación en la fe a los niños, a los jóvenes, a nosotros los adultos, que, y a esto lo digo yo no lo dice el catecismo, de acuerdo al contexto social, cultural, a la etapa de la vida que la persona se encuentra, el modo de decir y de hacer presente el misterio de la fe tiene que adaptarse al sujeto, así llamado, de la captación del mensaje evangélico en la enseñanza catequística. Se da el proceso de enseñanza en la catequesis de una forma orgánica, sistemática, con miras a que nosotros podamos ser iniciados en la plenitud del conocimiento creyente, o del acto creyente, y poder dar entonces nosotros también, como dice Pedro, razones de nuestra esperanza, razones de nuestra fe. En este sentido, a los que ya estamos iniciados, nos viene bien reiniciarnos, y aquí tal vez sea, según los catequetas, una de las tareas más desafiantes que tiene la Iglesia por este tiempo, donde la sacramentalidad, el ejercicio de los sacramentos, en un modo de celebrarlos casi por tradición todavía en muchos casos, hemos perdido el sentido de lo que se celebra y de lo que se recibe, porque por costumbre, por tradición, por cultura, es que bautizamos a nuestros hijos, muchas veces, que hagan la comunión, que reciban la confirmación, y después que Dios los ayude. Y así llegamos a un bajísimo número de celebración del sacramento del matrimonio donde en muchos casos de familias de tradición cristiana, los hijos, que no recibieron una enseñanza adecuada, sistemática, programada en el tiempo y acompañamiento del crecimiento en la fe, tal vez porque los padre tampoco así lo recibieron integrados a la vida de la Iglesia, se juntan por así decirlo, forman pareja, pero no asumen el compromiso de construir un proyecto de vida en común en alianza en torno al sacramento del matrimonio, y este síntoma muestra a las claras la necesidad que tenemos de reiniciar en los procesos de la fe, y de allí que el desafío que tiene la Iglesia en estos tiempos de nueva evangelización es grande.

Consigna: Hoy te invitamos a compartir a qué lugares Dios te invita a misionar. ¿Qué desafíos te genera este llamado? Claro, pensando en esos lugares propios a los que perteneces, familia, trabajo, barrio, comunidad eclesial, tu propio corazón puede ser ese lugar de misionalidad, ese lugar único al que perteneces.

El número siete del Catecismo de la Iglesia Católica dice: “La catequesis está unida íntimamente a toda la vida de la Iglesia, no sólo la extensión geográfica y el aumento numérico de los miembros que pertenecen a la vida eclesial, sino también su crecimiento interior”, y aquí es donde nosotros queremos particularmente fortalecernos en este año, en el crecimiento interior a partir del seguimiento de las enseñanzas esenciales que el catecismo de la Iglesia Católica nos deja en este tiempo. “Su correspondencia con el designio de Dios depende esencialmente de ella, de cuanto se desarrolla hacia el interior del corazón de las personas y las comunidades lo que la Iglesia nos deja como enseñanza para capacitarnos al amén que Dios nos pide en el aquí y en el ahora. Los pedidos de renovación de la Iglesia son también tiempos fuertes para la catequesis, y así, en la gran época de los padres de la Iglesia vemos a Santos Obispos consagrar una parte importante de su ministerio a esto, a catequizar. Es la época de San Cirilo de Jerusalén, de San Juan Crisóstomo, de San Ambrosio, de San Agustín, y de muchos otros padres de la Iglesia cuyas catequesis siguen teniendo vigencia y han sido modelos de cómo orgánicamente presentar de una manera sistemática los contenidos esenciales del acto creyente como respuesta a este Dios que en gratuidad se nos ofrece y nos pide le demos la bienvenida. El ministerio, el servicio, la catequesis saca fuerzas siempre nuevas de un lugar donde la Iglesia se renueva, a este lugar le llamamos los concilios, es uno de estos lugares. Cada vez que la Iglesia celebra un concilio encuentra en ese lugar del Espíritu una forma de renovarse y suele ocurrir que detrás de los concilios viene un catecismo que reformula el aquí y ahora y según las enseñanzas que surgen de ese lugar eclesial llamado concilio, la fe para ese tiempo. Por ejemplo, el Concilio de Trento ha constituido un ejemplo claro para ser destacado, dio, de hecho, a la catequesis de ese tiempo, una prioridad en sus constituciones, en sus decretos. De allí nació el catecismo romano, que lleva también su nombre, y que constituye una obra clarísima de enseñanza en la fe para esa época de la historia de la vida de la Iglesia. Por eso no es extraño que el dinamismo del Concilio Vaticano II del cuál se cumplen en este año cincuenta años de su inicio, haya dicho el papa Pablo VI que es el gran catecismo de los tiempos modernos y que la catequesis de la Iglesia haya atraído de nuevo la atención sobre todos y cada uno de nosotros a la luz de la enseñanza agiornada de la fe ofrecida en el concilio. De hecho, fruto de la vida conciliar de la Iglesia y de la vida del Espíritu de la Iglesia en la catequesis es el directorio general de la catequesis. Si uno como catequista quiere encontrar un lugar donde formarse aquí tiene una riqueza inagotable de propuestas que es bueno para trabajar en nuestras comunidades sin duda en el cuerpo de catequistas, el directorio general de la catequesis promulgado en el año 1971.

Los sínodos de los obispos consagrados a la evangelización en el ¨74 que dio origen al Evangelii Nuntiandi, las exhortaciones apostólicas y Catequesis Tradendae, a la que hacíamos mención hace algún rato, que promulgó como compendio esencial del modo de pensar la catequesis el benemérito Juan Pablo II, la sesión extraordinaria del sínodo del ¨85 terminó con esto, un pedido de los obispos al papa que se redactara un catecismo como compendio de toda la doctrina católica, tanto sobre la fe como sobre la moral en el marco de este tiempo de renovación sobre la vida de la Iglesia. Te darás cuenta entonces que cuando el Espíritu sopla, como de hecho ha ocurrido en el CV II trayendo un aire nuevo que viene a renovar el corazón y el alma de la vida del la Iglesia, agiornando su modo de estar en el mundo para estos tiempos, adecuando sus enseñanzas a las exigencias de los tiempos modernos, termina siendo este impulso del Espíritu una invitación a pensar nuestro modo sistemático de ofrecer las enseñanzas adecuadas al aquí y al ahora de la fe que nos propone Jesús. Esto es justamente la tarea del catecismo que estamos presentando.

El fin y los destinatarios de este catecismo. Venimos diciendo, hacemos un repaso, es tarea de la Iglesia la evangelización, la buena noticia, continuando con el mandato de Jesús: Vayan a todo el mundo y hagan que sean mis discípulos y enseñándoles lo que han recibido ustedes como enseñanza. Esta enseñanza encuentra en la catequesis un modo orgánico y sistemático de ser presentada, la presentación que hacemos del compendio de la fe de manera sistemática, orgánica, supone una atención particular a la geografía, a la cultura, al idioma. El evangelio siempre es un modo encarnado de hacer presente la evangelización, y la catequesis es un modo encarnado de hacer presente la buena noticia de Jesús. Cuando la comunidad eclesial recibe un impulso particular de gracia de vida en el Espíritu concentrada por ejemplo, en un sínodo, en un concilio, la catequesis tiene como mandato, como exigencia, renovar, desde ese lugar su propuesta. Eso es justamente lo que ha ocurrido con este catecismo. En el año 1985 los obispos en un sínodo extraordinario pidieron Juan Pablo II que aquello que decía Pablo VI, que el gran catecismo que era el concilio se tradujera en un catecismo que sirviera a todas las iglesias del mundo, reunidas en torno a la figura de la Iglesia Romana y con Pedro a la cabeza, un modo de encontrar de manera universal la forma de hacer presente las enseñanzas esenciales contenidas en la fe para este tiempo, y así es que surge el catecismo de la Iglesia Católica.

En el número once y en el número doce del catecismo se habla de cuál es el fin y el destinatario. Este catecismo, dice el número once, tiene por fin presentar una exposición orgánica y sintética de los contenidos esenciales y fundamentales de la doctrina católica tanto sobre la fe como sobre la moral, es decir tanto cuánto es la propuesta de gracia que Dios en Cristo nos hace en su Iglesia para invitarnos a creer en él cuánto lo que deviene, después de haber celebrado esta fe como compromiso de comportamiento de una ética que se hace respuesta a este hecho celebrativo de la fe a la que le damos la bienvenida en el acto creyente del corazón.

Las fuentes principales de la formulación de este catecismo presentado de manera orgánica y sintética son las Sagradas Escrituras, los Padres de la Iglesia, la Liturgia y la enseñanza de la Iglesia como maestra durante dos mil años, es decir el Magisterio Eclesial.

¿Para qué está hecho el catecismo? Está destinado para servir como un punto de referencia para los catecismos. Yo recuerdo en mi parroquia de Ferreira teníamos catequesis familiar, catequesis tradicional, para una y otra habíamos elaborado un catecismo, un catecismo que se adecuaba en su propuesta a lo que allí estaba contenido como modo de presentarlo para la gente de la zona. Una zona de trabajadores, una zona de una tradición catequística muy fuerte, donde hay muchas fábricas, donde tiene características socio culturales bien determinadas, suponía que cada encuentro, con su motivación, con su propuesta, con su invitación al acto creyente en uno de los aspectos a la doctrina que presentábamos, tuviera una manera bien cercana de hacerlo presente, entonces sus dinámicas, su modo de ace4rcarlo a la gente suponía eso, esa ductilidad, esa capacidad de adaptación del mensaje a la circunstancia. A eso lo llamamos proceso de inculturación, como hacer que la propuesta de la fe, de siempre, de dos mil años, se va a adecuar al modo de estar presente el evangelio en un lugar concreto. Si viste la película la Misión, encontrás claramente, en el modo en que los jesuitas en esa reducción hicieron de la cultura, o desde la cultura de esos pueblos originarios, un modo de presentar el evangelio. Entonces aparece allí el padre Gabriel, iniciando la tarea de la misión, tocando el oboe. Al modo de Francisco Solano, como con la música, con una melodía, se abre un camino para llegar al corazón de esos hermanos que nunca habían escuchado hablar de Jesús. Como por el camino de la música, como por el camino del desarrollo de la enseñanza, en la manufacturación de productos, ellos iban generando una cultura distinta y celebrando la fe. Por otros caminos se avanzó imponiendo la fe, lejos del proceso de inculturación se vivió más una colonización desde la excusa de la fe como modo de ejercicio de un determinado poder pero sin darle ese contenido claro de ese cambio cultural que la fe es capaz de generar cuando toca los corazones y las raíces de una persona y de una comunidad. El catecismo apunta a esto, a que la propuesta creyente genere una cultura distinta, que la propuesta creyente genere un comportamiento diverso. Cuando el evangelio no toca la vida no es sino un barniz, dice Pablo VI en Evangelii Nuntiandi, tiene que tocar los modos de pensamiento, las estructuras sociales, los modos de ser y de actuar la economía, la ciencia, el arte, el espectáculo, la comunicación, la educación, por eso es tan amplio y tan basto cuánto es amplio y basto el desarrollo en la historia los lugares a donde la misionalidad nos invita a estar presentes con el anuncio de la Buena Noticia.

Este catecismo, dice el número doce del Catecismo de la Iglesia Católica, está destinado principalmente a los responsables de la catequesis, en primer lugar a los obispos, cuanto doctores de la fe y pastores de la Iglesia. Les es ofrecidos como instrumento en la realización de su tarea de enseñar al Pueblo de Dios. A través de los Obispos se dirige a los redactores de catecismos, a los sacerdotes, a los catequistas, también a todo el Pueblo de Dios para su lectura, para su comprensión. La enseñanza del catecismo nos va a dejar tanta riqueza en este año, se los aseguro, vamos a crecer y mucho juntos para compartir la riqueza inagotable contenida en este compendio de presentación de la fe cristiana, católica.

Tiene una estructura el catecismo, tiene una dinámica como es presentada. El plan del catecismo se inspira en la tradición de los catecismos que la Iglesia en dos mil años fue promulgando. Esto es cuatro pilares:

La profesión de la fe bautismal, símbolo de la fe, credo.

Los sacramentos, el lugar donde la fe se celebra, es bienvenida y celebrada en ese acto. Los sacramentos son el lugar donde la fe se hace carne en la celebración.

Los mandamientos: la vida de la fe traducida en un comportamiento, en una ética, guiada en este caso por los diez mandamientos. La enseñanza de cómo se espera que viva un cristiano que dice creer en lo que los símbolos de la fe nos proponen como camino.

La oración: fuente de vida, la oración del Señor, el Padrenuestro, como el lugar donde el cristiano encuentra el alimento de gracia que lo capacita para vivir esa fe que celebra.

 

Los que por la fe y el bautismo pertenecemos a Cristo, formamos parte de su Cuerpo y confesamos la fe bautismal delante de los hombres, recibimos por parte del catecismo la exposición, en primer lugar, para consolidar esa nuestra fe. En qué consiste la revelación por la que Dios se dirige y da al hombre a conocerse, a conocerlo. Y la fe por la cuál el hombre responde a este Dios que se le da a conocer. Revelación y acto creyente que responde al Dios que se revela. Esa es como la primera parte, la primera sección del catecismo. El símbolo de la fe resume los dones que Dios hace al hombre como autor de todo bien, como redentor, como santificador, y los articula en torno a los tres capítulos de nuestro bautismo, la fe en un solo Dios, el padre Creador, Todopoderoso, y Jesucristo su Hijo, nuestro Señor y Salvador, y el Espíritu Santo en la Santa Iglesia, la segunda sección de la primera parte. Entonces, en la primera parte tenemos dos secciones, por un lado la revelación por la que Dios se da a conocer y la respuesta creyente del acto de fe con la cuál el hombre responde a este Dios que se da a conocer. La segunda parte, este Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, en la gracia bautismal, viene a nosotros a darse a conocer como creador, como redentor, como santificador, en el corazón de la misma vida eclesial.

La segunda parte del Catecismo nos presenta los sacramentos, es decir, la fe celebrada. La primera parte sería como la fe proclamada, anunciada, la segunda parte la fe celebrada. Expone como la salvación que Dios obra, una vez en Cristo Jesús y por el Espíritu Santo, se hace presente en la liturgia, en la acción sagrada de la Iglesia, primera sección, y particularmente en los sacramentos, es decir, cómo esta fe se celebra en el ámbito de la liturgia y en los sacramentos.

La tercera parte ya no es la fe recibida, proclamada, celebrada, sino la fe vivida. El fin último del hombre creado a imagen y semejanza de Dios, las Bienaventuranzas y los caminos para llegar a esa plenitud mediante un obrar recto y libre con la ayuda de lo que estamos llamados a ser pero por sobretodo de la gracia de Dios que nos sale al encuentro para permitirnos vivir como Dios quiere que vivamos, es decir mediante un obrar que realiza el doble mandamiento de la caridad desarrollado en los diez mandamientos que Dios nos ha dejado en el antiguo testamento.

Para todas y cada una de estas partes hay una explicación, hay una enseñanza, hay una profundización, esta es la riqueza que vamos a compartir a lo largo de estos días, de este año.

La cuarta parte del catecismo es la oración en la vida de la fe, es decir la fe orada. Y particularmente, una primera sección cuenta con la importancia de la oración en la vida de los creyentes, en la enseñanza de los grandes místicos de la Iglesia,. Y cierra el catecismo con la enseñanza de cada una de las partes del Padrenuestro, como la oración del Señor.

Entonces, en síntesis, el catecismo tiene cuatro partes:

La profesión de la fe, la fe proclamada.

Los sacramentos: la fe celebrada

La vida del cristiano: la fe vivida, las bienaventuranzas y los mandamientos y especialmente del mandamiento de la caridad.

La oración como fuente en torno al cuál el creyente se capacita para vivir de acuerdo a lo que Dios le pide que viva en su acto de adherir en fe a su propuesta, la fe orada.

 

Padre Javier Luís Soteras

Director Radio María Argentina