Visitación de la Santísima Virgen María

miércoles, 5 de junio de 2013
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Feliz día de la visitación de María, hermosa fiesta para celebrarla junto a la Madre, a cuantos, y en cuantos momentos de tu vida, Radio María Argentina, ha hecho realidad esta fiesta, “María que te visita”, “María que salió a tu encuentro”, “María que hoy te está visitando por primera vez”, como no cantar la gloria de Dios, como no unirnos al magníficat, “mi alma canta la grandeza del Señor”

 

Disponemos el corazón para comenzar nuestro encuentro con la Palabra.

        

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía tu Espíritu, para darnos nueva vida.
Y renovarás la faz de la tierra.


Dios, que iluminas los corazones de tus fieles con las luces del espíritu santo, danos gustar de todo lo recto según el mismo Espíritu, y gozar para siempre de sus consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

¡Oh Purísima Virgen María!, que en tu inmaculada concepción fuiste hecha por el Espíritu Santo Tabernáculo escogido de la Divinidad, ¡ruega por nosotros!

¡Oh Purísima Virgen María, que en el misterio de la encarnación fuiste hecha por el Espíritu Santo verdadera Madre de Dios, ruega por nosotros!

¡Oh Purísima Virgen María, que estando en oración con los Apóstoles, en el Cenáculo fuiste inundada por el Espíritu Santo, ruega por nosotros!

En esta mañana, viernes de la cuarta semana durante el año, continuamos con el Evangelio según San Lucas 1, 39 – 56

 

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.

 

Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas. Su Nombre es santo, y su misericordia se extiende de generación en generación sobre los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó del trono a los poderosos, y elevó a los humildes, colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia ?como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".

 

María permaneció con Isabel unos tres meses, y luego regresó a su casa. Palabra del Señor.

 

Sobre este episodio, relatado con sobriedad en el evangelio de Lucas, se han hecho todo tipo de consideraciones. Yo quisiera fijarme sólo en dos palabras, de origen griego, que ahora no vienen al caso, pero que las Biblias suelen traducir: "de prisa", "con prontitud". La palabra griega "spoudé" tiene muchos otros significados: celo, diligencia, empeño, cuidado, seriedad, dignidad.

 

Ya sé que, desde un punto de vista exegético, éste no es el vértice, lo importante  del relato de San Lucas, pero quisiera contemplar hoy a María como la mujer que se pone en camino con dignidad, con cuidado, con prontitud. No lo hace por satisfacer una necesidad personal (la de sentirse útil, la de quedar bien, la de ser alabada) sino por responder a una necesidad que, en cierto modo, rompe sus planes.

 

 Y lo hace con dignidad (no como una esclava sino como una hermana), con cuidado (no de cualquier manera sino poniendo atención en los detalles), con prontitud (no de mala gana sino con espíritu alegre y bien dispuesto).

 

Sería empobrecer la fiesta de la Visitación de María a Isabel, si la reducimos a una silueta figura que nos enseña cómo ser mejores. ¡No! Es que contemplando a María de este modo, entendemos hasta dónde puede fructificar en cada uno de nosotros la gracia de Dios, qué tipo de humanidad surge cuando Dios "agracia" a una persona dispuesta a acoger su don.

 

"Señor, a veces hago algunas cosas por los demás, pero no siempre con, celo, diligencia, empeño, cuidado, seriedad, dignidad.

"Me parezco poco a tu Madre. Y, sin embargo, ¡deseo tanto ser como ella! Gracias por ayudarme a mantener vivo mi deseo".

 

En esta mañana te invito a compartir con esta familia grande de Radio María Argentina, de qué manera María, tu Madre, nuestra Madre, visitó tu casa, tu vida, la vida de tu familia. ¿Lo recuerdas?

 

El acontecimiento debió pasar totalmente ignorado para los medios de comunicación de la época. Nada anormal el que una muchacha visitase a su prima embarazada y la acompañase en aquellos difíciles momentos. Pero María sabía que bajo aquella capa de normalidad algo realmente extraordinario estaba sucediendo. O, si se quiere, estaba empezando a suceder. Algo de Dios había en aquel hecho de encontrarse las dos primas embarazadas.

 

María y su prima Isabel, ojos de mujer, supieron ver lo que tantos otros no llegaron ni a barruntar. Dios estaba viniendo. Dios estaba preparando su tienda para hacerse uno de nosotros. Eso significaba una verdadera revolución.

Esta es una revolución de las de verdad. De las que ponen todo patas arriba. De las que rompen los esquemas establecidos. De las que nos obligan a tomar partido. De las que dan lugar a un futuro nuevo y diferente. Es el tiempo de los pobres, de los que no tienen nada, de los débiles, de los hambrientos. Para ellos el poder y la misericordia de Dios son esperanza cierta de vida plena.

 

Todo eso lo entendieron perfectamente María e Isabel al encontrarse y mirarse a los ojos. Por eso se pusieron a cantar juntas. Y anunciaron lo que sigue siendo fuente de ánimo y coraje para innumerables cristianos en su vida diaria.

 

Hoy, con María e Isabel, renovamos nuestra esperanza y entonamos el Magnificat: Dios está de parte de los pobres y está viniendo para hacer justicia.

 

Quien tenga a Dios consigo no podrá sino encaminarse, de un modo presuroso, para comunicarlo a los demás. Ante el amor hecho servicio tal vez los demás eleven cantos de alabanzas hacia nosotros y nos llamen dichosos, pues nos habremos convertido en una bendición para ellos.

 

Él es el que realiza la obra de salvación en nosotros. Nosotros sólo somos sus humildes esclavos, instrumentos a través de los cuales Dios hace grandes cosas en favor de los suyos. Dejémonos conducir por el Espíritu de Dios, de tal forma que la Iglesia de Cristo sea un instrumento eficaz de la misericordia que Dios quiere que llegue a todos.

 

Sólo entonces la Victoria de Cristo será nuestra Victoria, pues vencido el pecado y la muerte, Dios será lo primero en nuestros corazones, y desde nosotros será ocasión de que se levanten las esperanzas de los decaídos, y de que todos canten y salten de gozo porque Dios nos ha visitado y redimido, y se ha convertido en peregrino junto a nosotros.

 

Dios, en Cristo, ha salido a nuestro encuentro. La iniciativa es de Dios. Él mismo es el que nos reúne en cada Eucaristía, en cada momento de oración personal, o comunitaria en torno a su Palabra, en el hermano que sufre y que se convierte en mi prójimo. Esta Obra de salvación de Dios es una de las grandes cosas que el Todopoderoso ha hecho en nosotros, pues entramos en Comunión de Vida con Él.

 

Su Muerte y su gloriosa Resurrección no son acontecimientos lejanos para nosotros, beneficiándonos de algo que históricamente sucedió hace ya mucho tiempo, sino que se realizan hoy para nosotros en un auténtico Memorial de la Pascua de Cristo, realizada de un modo concreto para nosotros, que en este tiempo peregrinamos hacia la Patria eterna.

 

El Padre Dios quiere que nos revistamos de su propio Hijo, que Él tome carne en nosotros, de tal forma que unidos al Cristo glorioso, peregrinemos por este mundo como un signo visible de Él con toda su fuerza y eficacia salvadora.

 

Todo aquello que vivimos en el encuentro con Dios, desde su Palabra, desde el encuentro personal en la Eucaristía con Jesús, desde el encuentro con el hermano que me necesita, es para que nos encaminemos presurosos a comunicarla a los demás, a ser motivo de paz y de alegría para ellos por vivir con lealtad nuestro servicio nacido del amor fraterno.

 

 

“Alégrate y gózate de todo corazón”. Podemos imaginar en esta mañana a la Virgen María con una alegría serena. En cada una de las tareas del hogar, en la relación con la vecindad de Nazaret, en el cuidado de José, y, especialmente, en el trato con su hijo Jesús, María, que es la llena de gracia (sin necesidad de hacer “milagros”), pondría en cada una de sus acciones o palabras una generosa visión sobrenatural.

 

Todos tenemos la “dura” experiencia de que mantener constantemente el ánimo alegre, con una sonrisa, y relativizar lo que es accidental, es verdaderamente difícil. No hace falta que “nos pisen el callo”, simplemente con que nos lleven la contraria en una pequeñez o estupidez solemos decir, ya es suficiente para mostrar nuestro enojo y desacuerdo ante quien se comporta con nosotros tan “vilmente”.

 

Creo que hablar de la “Escuela de Nazaret” es algo muy serio. A veces hemos podido caer en la tentación de pensar que Jesús, María y José, al ser personas “especiales”, Dios les evitaría todo tipo de sacrificios o sudores. Sin embargo, lo que nos llama la atención, una vez más, es la “poderosa” normalidad con que estos seres tan queridos actuarían.

 

Jesús con sus cosas de niño, José empleándose a fondo en su trabajo, y la Virgen en cada una de sus tareas de ama de casa. Seguro que los vecinos del pueblo no advertirían nada extraño en su comportamiento. Incluso podemos imaginarnos a José hablando con sus contemporáneos acerca de cosas tan normales como la cosecha, la situación en Jerusalén, o el tiempo que hará mañana.

 

María intercambiando recetas con otras vecinas, o yendo con otras mujeres, con la ropa sucia de casa, al lavadero del río. Jesús jugando con sus primos, y molestándose porque fue el primero en llegar a la meta, después de una carrera, y otro niño diciendo que fue él…

 

Isabel, prima de la Virgen, sí sabía del gran “secreto” de Dios. Ella llevaba en su seno al Precursor, Juan el Bautista, y sabía lo que se operaba en el interior de María. Es curioso observar cómo, almas tan cercanas en el Espíritu, pueden intercambiarse sentimientos con sólo cruzarse una mirada. Y así debió ocurrir cuando Isabel oyó el saludo de María. La Virgen sabía que su prima necesitaba ayuda, y acudió sin pensarlo dos veces.

 

Estar atentos a lo que otros puedan necesitar de mí, no es una virtud, es fruto de esa alegría interior que llevo en el interior, y que necesito compartir sin esperar absolutamente nada a cambio… de lo contrario, dejaría de ser amor para convertirse en un objeto de mercancía.

 

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava”. La “Escuela de Nazaret” es donde aprendemos a vivir con alegría lo que somos, sin necesidad de envidiar lo que no tenemos.

 

Vivir la humildad no es algo denigrante ni bochornoso, es saber que Dios, al encarnarse, abrazó nuestra condición sin vergüenza alguna, porque el amor rompe las barreras de lo que a otros puede parecer ridículo. La humildad es hermana de lo sublime, y es entonces cuando Dios actúa “a sus anchas”.

 

“María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa”. Es importante saber estar en el momento oportuno y en el lugar conveniente, pero también es necesario entender cuál es nuestro sitio. La Virgen, una vez terminada su tarea de ayudar a Isabel, conoce cuáles son sus obligaciones en Nazaret. ¡Sí!, ya sé que te gustaría estar un poco más de tiempo viendo ese programa de televisión tan interesante, o no dejar esa conversación tan “apostólica” con tu vecino… pero mañana hay que madrugar, y hay que dar, de nuevo, gloria a Dios, en el cumplimiento de lo más ordinario de nuestras obligaciones, que es la mejor forma de identificarnos con la voluntad divina.

 

Tal vez ahora podamos entender por qué la “Escuela de Nazaret” nunca da títulos académicos… sólo dejan inscribirse en ella a los sencillos y humildes de corazón.

 

La persona de María siempre tiene algo de atrayente, algo que resuena en nuestras almas por ser ella el modelo más perfecto de la Creación. Nos encontramos frente a una mujer como ninguna. ¿Por qué? Pues porque su ejemplo de humildad, caridad y prontitud para servir es un fuerte llamado a convertir nuestro corazón, a prepararlo para recibir a ese Niño tan esperado. Él sólo espera encontrarnos listos para darnos todo lo que Él puede dar: la vida eterna.

 

No se enorgullece al ser nombrada como Madre de Dios. Al contrario, su humildad le hacen abandonar cualquier tipo de comodidad para ir a esos lugares donde se necesite un apoyo, alguien cercano que asista al prójimo sin esperar ninguna clase de recompensa.

 

El arcángel le ha confesado que quien espera en el Señor nunca será despreciado. Ese fue el caso de Isabel. Y es también la situación de muchas personas que en necesidad o prosperidad, en la alegría o la tristeza saben dirigir su pensamiento a Dios para buscar sólo lo que a él le agrade.

 

A quien prepare su corazón, como María o Isabel, Dios entre otras tantas gracias espirituales o incluso humanas, no deja de darle el don del Espíritu Santo. Gracias a él podemos estar siempre alegres aun en medio de la adversidad, ser generosos con los demás, caritativos con cualquier persona porque sólo quien tiene a Dios puede darlo a los demás.