27/04/2017 – Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los notables entre los judíos. Fue de noche a ver a Jesús y le dijo: “Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él”.
Jesús le respondió: “Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios. Nicodemo le preguntó: “¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?”. Jesús le respondió: “Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.
Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: ‘Ustedes tienen que renacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu”.
San Juan 3,1-8
Nacer de nuevo, recrearse y transformarse. Hay lugares de la vida que están clamando por este renacimiento en lo que hace a la familia, en lo vincular, en el trabajo, en la administración de los bienes, en lo que hace a la salud y tantos espacios más.
Durante 4 días la iglesia nos invita a reflexionar en este largo diálogo entre Jesús y Nicodemo. Él reconoce a Jesús como a un Maestro, con una buena disposición, pero lo hace de noche para no ser visto. A Nicodemo lo sorprende cómo Jesús anuncia y le habla del reino. Le pregunta a Jesús porque no entiende “¿Cómo un hombre puede volver a nacer?”. Jesús le advierte que si no tiene el deseo de ser una nueva persona no va a poder entender de que se trata este renacimiento que le propone. Por eso, es que es clave la revisión de vida para poder darle lugar al Señor que viene a hacer todo de nuevo y ello supone abrirle la puerta a todos los ámbitos y dimensiones de nuestras vidas: administración de bienes, vínculos afectivos, sexualidad, la vida apostólica, el trabajo, el compromiso con la sociedad, como algunos aspectos en los que el Señor nos quiere viviendo en plenitud.
Cuando Jesús habla de volver a nacer no lo dice desde lo biológico y va planteando símbolos de la vida que Él trae. Propone y presenta el misterio del reino bajo las señales del pan, del agua, del vino, del camino, de la luz para ayudarnos a trascender desde lo simbólico el mensaje que nos trae. Estas señales no hablan de sí mismas sino realidades que lo trascienden “Yo soy el pan vivo bajado del cielo”. Habla de Dios, el “yo soy el que soy”, mostrando su sentido de trascendencia y su identificación con el Padre.
El camino, la luz, y el agua que Jesús trae habla de su presencia que trasciende. El volver a nacer y nacer de nuevo le dice Jesús hoy a Nicodemo hoy es desde lo alto. El que no nace del agua y del espíritu no puede renacer. El Espíritu no se sabe de a dónde viene ni a dónde va y sopla con poder.
Nacer de nuevo es encontrarse con los orígenes de uno mismo, es el volver al principio, volver a ser como niños. Nacer de nuevo es recibir la vida de Dios que viene a tocar nuestro ser por completo. Es recibir a Dios que se nos ofrece y darle la bienvenida. Es creer en Jesús y vivir en Jesús desde el don del bautismo. Creerle es una continua actitud de renacimietno para que esa vida de Dios vaya creciendo progresivamente y no se apague por el cansancio ni por las tentaciones que aparecen en el camino de la vida.
¿Pero si yo ya estuve de retiro, de vacaciones, cómo es que tengo que volver a empezar? Somos frágiles y todos los días necesitamos reconocer que somos creados y recreados. Agua y espíritu son los dos símbolos empleados por Jesús. El agua bendita que es muy buena que la tengamos en casa es símbolo del bautismo. Además de protegernos del mal, le pedimos al Señor que en el agua del Espíritu Santo nosotros recibamos el vigor y la fuerza nueva para volver a comenzar. Agua y Espíritu supone la presencia de un Dios que limpia y purifica, suaviza la fe y hablan.
Es una existencia que participa del soplo del Espíritu que siempre sorprende… no se puede detener ni encapsular al Espíritu. Así nos pasa en la vida, en la relación con uno mismo, con los demás y con Dios. Siguiendo a Santo Tomas decimos que Él es mucho más de lo que hemos conocido. Y de hecho nos pasaremos la eternidad conociéndolo que es amándolo. Por lo pronto por aquí podemos empezar a recorrer este camino que nos permite estar todo el tiempo frescos y rejuvenecidos, vitales en la medida de que en esa dinámica nos movamos.
En cambio cuando queremos ordenar de más, encajonar la vida, ahí se nos complica el camino. Lo mismo cuando con Dios nos relacionamos solamente desde el culto y las normas, nos perdemos de mucho más. Claro que el Señor nos pide una ética, pero el Señor se nos quiere ofrendar y se nos da sobreabundantemente. Nuestros esquemas no alcanzan, porque Dios es mucho más. Tenemos que pedirle a Dios que nos de sus dimensiones para que engrandecidos podamos comenzar a recibirlo. Lo mismo para con nosotros mismos, pedirle a Él que nos deje ver con nuevos ojos lo intraducible de todo lo no conocido de nosotros mismos. Le pedimos a Dios que nos capacite para estar renaciendo. Lo mismo en la relación con los otros: cuando a los demás los tenemos tan claramente identificados, nos perdemos a nosotros mismos y a ellos de manifestar todo lo que tienen de inexplorado para ellos mismos y para nosotros.
Que Dios nos siga sorprendiendo en la vida del Espíritu haciéndonos renacer en este tiempo.
P. Javier Soteras
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