La medida del Amor

lunes, 9 de abril de
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Los discípulos de Emaús recordaban a Jesús como un “profeta grande en obras y palabras”. Jesús era grande en esos dos aspectos, y sobre todo por la coherencia entre ellos. Él hacía carne su anuncio: hablaba de entrega y se entregaba, hablaba de salvación y salvaba, hablaba de misericordia y tenía compasión por quienes se le acercaban, hablaba de lo nuevo y se enfrentaba a lo viejo, hablaba de amor amando. 


Y por ello se cumplió en él la medida de su amor, “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos”, y así fue. Y teniendo posibilidad de elegir eligió darse él mismo para salvación de todos, de cada uno y por cada uno. Sabiendo que el desafío era marcar el camino para el resto de nosotros. Y teniendo el poder, se hizo poderoso a fuerza de amor. Cargó en su cuerpo el sacrificio para sufrir como sufre un humano, como sufrían muchos en aquella y en esta época.


Y aún en ese último momento cuando ya lo había perdido todo, se dio tiempo para dejarnos a su madre como madre nuestra. Y luego de ello, entregó lo más íntimo de él: Su espíritu humano, para que sea lo que Dios quiera.


La de Jesus fue una entrega de amor, y eso es lo que nos pide, nuestras entregas no son entregas porque si, nuestro desprendimiento no es desprendimiento para el vacío, sino para ser transformado, el secreto de la cruz está en su posibilidad transformadora. La cruz que siempre marcó un fin terrible de sueños y esperanzas, un símbolo de miedo, se transforma a partir de Jesus para los que creen en la posibilidad de transformación, de entrega para revivir en luz, en amor, en paz.


El dar es dar en amor, para llenarnos de amor. La cruz en Jeús más que un sentido de muerte tiene un sentido redentor, un sentido de corte a lo pasado para empezar un camino nuevo, es un modo de vivir una vida distinta para cada uno. Ya lo había dicho Jesus “para seguirme tienes que nacer de nuevo”. La cruz nos trae el dolor inmenso de Jesús, y una posibilidad de cada dolor nuestro de ponerlo para que Dios lo redima, lo transforme en gracia.

De esta manera alcanzamos a vislumbrar esto que para nosotros se transforma en un camino: Todo lo dado es un regalo, y es posibilidad para mejor darse uno mismo en pos de un un sentido. ¿Y donde darse? En lo que tenemos todos los dias alrededor, en nuestras tareas que como personas unicas llevamos a cabo, en las personas que están a nuestro alrededor. Ahí donde la vida me presenta rostros y lugares cotidianos que podrian ser caminados desde la perspectiva de misión, ahi está nuestro sentido, nuestra respuesta a tanto amor. Para algunos sera estudiar, para otro trabajar, para otro ayudar en alguna tarea, para otro dar y entregar amor en un vinculo fecundo, para otro acompañar a quien lo necesita. Cada uno esta enviado y acompañado en una misión que nos hace plenos. En nosotros está el responder al llamado y hacerse cargo del mismo.

 
 
 
 
¿Y que nos pide el señor hoy? Tal vez nos pida que hagamos silencio, silencio para poder escucharlo, silencio para entregar lo que tengo que entregar, que mi alma se encomiende a el, para que ese espacio se llene del amor, amor para mi y para los que estoy llamado a amar, y para los que estoy llamado a conocer, para la misión que tengo en este mundo, en este tiempo. Esta es una misión cotidiana, que nos lleva la vida, que se repite día tras día y así como a María un una joven cualquiera un día cualquiera, le ofrecieron la misión más grande de la historia, que nosotros podamos tener esa disposición, que podamos tener el discernimiento para poder seguirlo.

Que en ese camino de no seguir las cosas sino que desprendidos, siguiéndolo a él, libres y livianos, descubramos que sus caminos son más altos que los nuestros, que la invitación es más grande que mi imaginación, que la felicidad no tenga más palabras que nuestras manos vacias y nuestras sonrisa.

 
Que finalmente cada día mi entrega sea un romper los templos creados y abarrotados de cosas para seguir una vida con sentido, una vida en amor y para que la muerte de lo que entreguemos sea para que se dé en nosotros lo que dice el cantar de los cantares, “Sella conmigo tu corazón, porque fuerte como la muerte es el amor”

 
 
Leonardo Colazo

 

Oleada Joven