Sin embargo, María, José, Zacarías, Isabel, el anciano Simeón, la profetiza Ana, son parte de ese Israel que sigue siendo fiel, más allá de todas las apariencias. Y de todos los argumentos esgrimidos con mucho criterio humano, con mucha ciencia pero poca sabiduría. Siguen siendo fiel. Siguen reposando en las promesas de Dios que es fiel, que cumple. Gente sin importancia, por supuesto, a los ojos del mundo, a los ojos de los dirigentes judíos, de los poderosos romanos (que eran los invasores de turno). Claro, son los pobres de Yahvé, de quienes había dicho el profeta Sofonías, Sofonías 3: “Yo dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre y en el nombre de Yahvé se cobijará todo el resto de Israel.” Este pueblo de pobres, en el mismo profeta Sofonías, es un pueblo de alabanzas que, Sofonías, 3, 14, lanza gritos de gozo, lanza clamores, se alegra y exulta de todo corazón a Dios.
También los pobres del Nuevo Testamento. son un pueblo de alabanzas entre los que aguardan la consolación de Israel, reseña San Lucas, están los tres signos de alabanzas, de los cuales hemos hablado toda la semana, para que ustedes lo meditaran y lo saborearan: el Benedictus de Zacarías, el Magnificat de María, y el Nundimitis de Simeón. Cantan también de gozo los ángeles en el nacimiento y los pastores se vuelven glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, Lucas 2. Ese mismo pueblo sencillo es el que lleno de alegría se puso a alabar a Dios a grandes voces cuando Jesús entró a Jerusalén, Lucas 19. San Mateo menciona que eran los niños quienes más gritaban: ¡Hosanna, hosanna! Es un grito de victoria. Un grito que el ejército israelí usaba justamente en las batallas: Hosanna!. Mateo 21, 15. Y delata el episodio de los sumos sacerdotes y escribas que se escandalizan de los gritos del avance y quieren hacer callar al pueblo.
También, como siempre, hoy día las tentaciones también están: el fariseísmo goza de buena salud también dentro de la Iglesia. Y bueno hoy también existe el peligro de haya en la Iglesia muchos “escribas”, muchos hombres sesudos, digamos así, de compostura grave, que muchas veces piensan que para decir cosas… muy serias, hay que tener el rostro muy adusto, y el corazón muy frío. Que se escandalizan del emocionalismo de la gente, cuando el pueblo alaba a Dios son sencillez, expresando naturalmente el gozo que causa en ellos la presencia de Jesús. Por supuesto que tanto cuanto, diría San Ignacio.
El emocionalismo debe ser catequizado, evangelizado. Hoy hay una gran tendencia, se nota además como dos grandes tendencias: o reprimir todo, quedándonos en la estructura fría de la celebración de la misa, casi como robots, o como momias; o el otro extremo donde todo es emocionalismo, todo es sensibilidad, todo es sentir bonito, es ¿Qué me pasó? Qué tuve sudores, y que tuve lágrimas y que tuve un descanso en el espíritu, y que vi visiones y que no sé qué… Son los dos extremos. En el medio tiene que haber un equilibrio y ese equilibrio es la conversión, ¡La conversión!, ¡¡¡LA CONVERSIÓN!!! Por sus frutos los conocerán, por sus frutos.
Hay que recuperar, sin dudas, y me parece que esto es importante para todos: sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos. Hay que recuperar una sana, equilibrada, inspirada expresividad afectiva en nuestra vivencia religiosa, en la relación con el Padre Dios, con Jesús, y con la comunidad. La vivencia que no se expresa acaba marchitándose dentro de nosotros y la experiencia de Dios se hará vida cuando recorra ese camino tan corto y a la vez tan largo, que va desde la cabeza hasta el corazón.
Si de la boca de los niños ha sacado el Señor una alabanza, para confundir a los que se engríen en sus pensamientos, hay que hacerse como niños: sencillos, simples, rectos, confiados, transparentes, para entrar en este reino de alabanzas, que es el Reino de la Salvación y del Amor. Hay que renunciar definitivamente a la mirada fría que todo lo juzga para pasar a la mirada benevolente del amor, que en todas partes encuentra a Dios y que como dice en 1Corintios. 13, 7 “todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo acepta”.