18/05/2020 – Un 18 de Mayo de 1920 nacía en una pequeña ciudad polaca Karol Wojtyla, quien se convertiría en el Papa Juan Pablo II. Fue el primer papa no italiano en más de 400 años, y el primero en venir de un país comunista. Su largo pontificado de 27 años dejó huellas de encuentros y paz en el conflictivo siglo XX y abrió con esperanzas la puerta del nuevo milenio.
Karol Wojtyla nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50km de Cracovia, hijo de un militar y de una mujer de gran fervor. Se quedó huérfano de madre con tan solo 9 años y en esos días su hermano se recibió de médico en Cracovia por lo que se trasladó a vivir a otra ciudad. Por la enfermedad de su madre, su papá había renunciado al ejército, recibían una pequeña pensión y las necesidades comenzaron a golpear a la puerta. Su padre desempolvó algunos conocimientos de sastrería y comenzó a hacer algunos trabajos.
A los dos años una epidemia de escarlatina azota la región y su hermano Edmund muere contagiado por un paciente. El doctor Wojtyla, a sus 26 años, estaba de guardia veinticuatro horas al día. Los demás médicos lo recuerdan como un doctor totalmente entregado al trabajo y con un penetrante sentido del humor.
A los 21 años fallece su padre en Cracovia, donde se habían mudado para que Karol pudiera estudiar. Esa perdida, sumada a las anteriores, fueron muy dolorosas para Karol. A partir de entonces, iba al cementerio todos los días al salir de trabajar de la cantera, cruzando Cracovia. Se había quedado solo en el mundo. La oración permanente, y el vínculo con sus amigos lograron sacarlo adelante.
Desde pequeño tuvo gran pasión por los deportes. Lo llamaban “Lolek” y era arquero en un equipo de fútbol. Eran frecuentes los partidos entre judíos y católicos, y equipos mixtos, algo que marcaría su espíritu de tolerancia. Sus padres no tenían el prejuicio antisemita que muchos otros polacos tenían en ese tiempo. Aún siendo Pontífice siguió practicando el esquí otro de sus deportes favoritos de juventud junto con el fútbol, la natación y el montañismo.
Cuando era joven, trabajó en una planta química y en una cantera de piedra adentrándose en el mundo obrero. El trabajo en las canteras era de muchas horas y tenía que hacer mucha fuerza, levantando piedras y ayudando a arrancarlas de la montaña con dinamita. Caminaba más de una hora por día para llegar y otra hora para volver a su casa. Ese trabajo, en el que cobraba poco, le permitía vivir pobremente en Cracovia.
Estudiaba teatro y literatura polaca en Cracovia y llegó a actuar y escribir obras. Al poco tiempo de iniciar sus estudios los nazis ocupan el país, intentan destruir la cultura de Polonia, y Karol militará en la “guerra cultural” en un círculo clandestino de teatro y poesía.
Con 22 años, luego de la muerte de su padre, ingresó en el seminario de Cracovia, que estaba prohibido por los nazis, por lo que debió formarse de manera “secreta” y clandestina. La mayoría de los seminaristas desconocía que había otros formándose porque implicaba grandes riesgos. Ser detenido como seminarista secreto significaba la muerte en un campo de concentración, como de hecho sucedió a no pocos polacos en esa situación. A su vida cotidiana de fuerte trabajo, más las horas de estudio y participación en los grupos de teatro, se le sumaban sus estudios como seminarista.
El santo apareció en su vida al morir su padre, donde tomó fuerza la figura de un sastre que fue su compañero en las canteras y quien lo introdujo en la lectura de San Juan de la Cruz. El hombre (Jan Tyranowski) reunía a Karol y a otros jóvenes en llamados “circulos” en el cuarto de su sastrería ubicado a las periferias de Cracovia y les hablaba del camino místico de San Juan de la Cruz y de San Luis de Montfort, abriéndolos a la libertad del espíritu, mientras el nazismo sitiaba su país. Jan se convirtió en un gran referente para Karol y lo acompañó en su duelo por la muerte de su padre.
De sus encuentros semanales en el círculo y de forma individual con el sastre, comienzan a aparecer las grandes preguntas vocacionales en la vida de Karol. De hecho, muchos años más adelante, Juan Pablo II recordá con cariño a su mentor Jan Tyranowski, un laico de 40 años que despertó la espiritualidad en su vida y en la de otros jóvenes.
Tras ser ordenado sacerdote, Karol Wojtyla fue enviado a continuar sus estudios en Roma donde obtuvo el doctorado en Teología, con una tesis sobre San Juan de la Cruz.
El 29 de febrero de 1944, cuando el optimismo invadía Polonia porque la guerra parecía terminar, Karol sufrió un grave accidente cuando volvía de trabajar. Un pesado camión del ejército alemán cargado con unos tablones que sobresalían bastante hacia los lados le golpeó al pasar. Quedó tendido en el suelo con una fuerte conmoción cerebral. Una señora que pasaba por allí le lavó con un poco de agua de una zanja, pararon a otro camión y fue trasladado a un hospital. Estuvo nueve horas inconsciente, quince días en el hospital y varias semanas más de convalecencia.
El 1 de agosto de ese año estalló un gran levantamiento en Varsovia. El día 6, llamado Domingo Negro, el mando alemán, temeroso de una sublevación en Cracovia, hizo una gigantesca redada en toda la ciudad. Cuando irrumpieron en la casa de Karol, éste permaneció en su cuarto, arrodillado y rezando en silencio, e inexplicablemente los soldados no entraron en esas habitaciones.
En 1948, tras su doctorado en Roma, vuelve a Cracovia donde fue nombrado asistente en una Parroquia rural y como profesor de religión en diversas escuelas. Al tiempo comenzó a dar clases en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica y luego se le encarga la Pastoral Universitaria de Cracovia. Allí adquirió su “carisma” con los jóvenes, formándolos en un humanismo personalista frente a las imposiciones del régimen comunista, materialista y ateo. Con ellos organizaba excursiones a la montaña y campamentos donde continuaba enseñando en contacto con la naturaleza.
También fue profesor de Ética y Teología Moral en la Universidad Católica de Lublín, y posteriormente en la Universidad Estatal de Cracovia.
Evidentemente la historia personal, el contexto y las experiencias que tuvo que atravesar el joven Karol Wojtyla influyó en su modo de entender el mundo y actuar como obispo y luego como Papa.