“El pobre no deja de mirar en dirección de lo que espera. Sabe bien el valor que las cosas encierran y no se encandila con lo que no lo tenga.
Esto le lleva a seguir con atención las coordenadas que enmarcan su espera: el cielo que lo cobija y el suelo que lo hospeda. Coordenadas que convierten su andar, en peregrino de una estrella, en el cruce exacto entre el cielo que lo abriga y la tierra que lo acuesta. Por eso mira, más allá de lo posible y al este de sus propias fuerzas. Por allí, llegará el que llega, como Luz de luz, que ilumina las tinieblas. Es preciso seguir la estela de lo que nunca defrauda y siempre llega.
Para ti, por tanto, que vienes en camino, esto sea: agranda tus pupilas, y en tu memoria, las coordenadas recuerda. Que en los ojitos del Niño y en sus manos que festejan, una Luz está clavada donde cielo y tierra crean, una cruz bien trazada que indica al peregrino, el lugar a donde llega. Si has llegado, acércate, y deja allí la carga que te pesa; será el regalo más hermoso, que tu pobreza le ceda. Acércate, y reclina en él tu cabeza. Verás que en sus bracitos tendidos, hay un suelo que te presta; y en sus pupilas brillantes, un cielo nuevo, que cubrirte, espera.”
Javier Albisu