La Navidad es la única fiesta que a veces se realiza sin la presencia de su auténtico protagonista. Por eso, te proponemos que dediques un momentito del día a la oración y te asegures de haber invitado a Jesús a celebrar con vos esta Navidad.
¿Por qué tendemos a olvidar las cosas más importantes? La vida es como un viaje en bicicleta. Y en esta era de la información y el consumo, corres el riesgo de creer que no debes parar nunca, porque si te detenés, te caés. Y en realidad, no sucede así. Es necesario frenar a veces para descansar, confirmar en el mapa que estás yendo por el camino correcto y así retomar el sendero con aires renovados. Es necesario frenar para asegurarnos de que no nos hemos olvidado de Jesús y que aún vamos a Su encuentro.
Francisco nos dice:
“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.
Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.“
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