Llueve

martes, 13 de enero de
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Amo a la lluvia también, la lluvia pesada, ruidosa, cargada, porque es figura y prenda de otra lluvia que también baja a la tierra desde arriba, viene de Dios al hombre, de la Divina providencia a los campos estériles del corazón humano que no están preparados para la cosecha del Espíritu. Lluvia de gracia, agua que da vida. Siento la impotencia de mis campos sin arar, terrones de barro seco entre surcos de indiferencia. ¿Qué puede salir de ahí? ¿Qué cosecha puede darse ahí? ¿Cómo pueden ablandarse mis campos y cubrirse de verde y transformarse en fruto?


Necesito la lluvia de la gracia. Necesito el influjo constante del poder y la misericordia de Dios para que ablanden mi corazón, lo llenen de primavera y le hagan dar fruto. Dependo de la gracia del cielo como el labrador depende de su lluvia. Y confío en la venida de la gracia con la misma confianza añeja con que el labrador confía en la llegada de las estaciones y la lealtad de la naturaleza. Todo llegará a su tiempo.
 
 
 
 
Necesito lluvias torrenciales para que arrastren los prejuicios, los malos hábitos, el condicionamiento, la adicción que me asedia. Necesito la limpieza de la lluvia en su caída para sentir de nuevo la realidad de mi piel mojada a través de todos los envoltorios artificiales bajo los que se oculta mi verdadero ser. Quiero jugar en la lluvia como un niño para recobrar la inocencia primera de mi corazón bajo la gracia.

Por eso me gusta la lluvia firme y seguida, y convierto cada gota en una plegaria, cada chaparrón en una fiesta, cada tormenta en un anticipo de lo que mi alma espera que le suceda, como le sucede a los árboles, a las flores y a los campos. La renovación en verde de la estación de las lluvias. Entonces mi alma cantará con fervor el Salmo de los campos después de la bendición de las lluvias anuales:

“Coronas el año con tus bienes, tus carriles rezuman abundancia.. rezuman los pastos del páramo. y las colinas se orlan de alegría; las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses que aclaman y cantan”.

¡Ven, lluvia bendita, y empapa mi corazón!


 
Fuente: “Busco Tu Rostro”, Carlos G. Sallés,  Sal Térrea (extracto)

 

 

Oleada Joven