Amor a Jesucristo

viernes, 23 de enero de
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Ama a Jesucristo. Hasta tu último suspiro ve apasionándote cada día más por su adorable persona. Estudia, escruta, indaga, expón sin descanso a ti mismo y a los demás, hasta saberlo de memoria, mejor dicho, hasta asimilarte a El, perderte en El. Que El sea enteramente y cada día más el centro de tus pensamientos, el vínculo de tus conocimientos, el fin práctico de cualquiera de tus estudios…


El que ha mirado profundamente una vez siquiera a los ojos de Jesús no lo olvidará jamás. El alma del joven al irse fortaleciendo ha de ir precisando también más y más la verdadera figura de Jesús. Del Jesús Niño ha de ir pasando al Jesús Adolescente, al Jesús Jefe, al Jesús Paciente. Ha de conocer un Cristo enérgico y varonil; el del sermón de la montaña, el que arroja a los mercaderes del Templo, el que calma las tempestades, el que invita a los hombres a seguirlo dejándolo todo por poseerlo a El. Y al mismo tiempo ese Cristo es el Dios bueno que acaricia al pródigo, busca la ovejita perdida, perdona a la Magdalena, defiende a la adúltera y sale en busca de Zaqueo.  ¡Qué fuerzas sentirá el joven que puede dialogar diariamente con este Cristo en la eucaristía!


Aquí está la clave: creer en Cristo… Viviendo la vida de Cristo, imitando a Cristo, siendo como Cristo. Pero esta imitación de Cristo ¿qué significa?… Supuesta la gracia santificante, que mi actuación externa sea la de Cristo, no la que tuvo, sino la que tendría si estuviera en mi lugar… Ante cada problema, ante los grandes de la tierra, ante los problemas políticos de nuestro tiempo, ante los pobres… ¿Qué haría Cristo si estuviera en mi lugar? Aquí está toda la perfección cristiana: imitar a Cristo en su divinidad por la gracia santificante, y en su obrar humano haciendo en cada caso lo que El haría en mi lugar.



Un gran amor a Cristo, autor y modelo de nuestra santificación. Contemplar con amor su vida para copiar en la mía sus rasgos, para seguir sus consejos, que son dados para el siglo XX, para mí.


Mi idea central es ser otro Cristo, obrar como El, dar a cada problema su resolución. Al buscar a Cristo es menester buscarlo completo.


Cristo vaga por nuestras calles en la persona de tantos pobres dolientes, enfermos, desalojados de su mísera habitación. Cristo acurrucado bajo los puentes en la persona de tantos niños que no tienen a quien llamar padre… Cristo no tiene hogar. ¿No podremos dárselo nosotros los que tenemos la dicha de tener un hogar confortable y comida abundante…?


Este es mi último anhelo: que se haga una cruzada de amor y respeto al pobre… porque el pobre es Cristo, Cristo desnudo, Cristo con hambre, Cristo sucio, Cristo enfermo, Cristo abandonado. ¿Podemos quedar indiferentes? ¿Podemos quedar tranquilos?


Al partir, volviendo a mi Padre Dios, me permito confiarles un último anhelo: el que se trabaje por crear un clima de verdadero amor y respeto al pobre, porque el pobre es Cristo. “Lo que hiciereis al más pequeñito, a Mí lo hacéis”.”




San Alberto Hurtado

 

Fer Gigliotti