Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.
Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio”. Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Palabra de Dios
P. Gustavo Gatto Asesor de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Villa María
Nos encontramos con Jesús, que en la sinagoga de Nazaret presenta este proyecto de Dios, de ir a las periferias, de salir de lo establecido como en el tiempo de Elias, cuando es socorrida la viuda de Sarepta y como es también curado Naamán, el Sirio.
Estamos invitados nosotros también a ir a las periferias, no solo para llevarlo a Dios, sino para descubrir que Dios ésta ahí, abrirnos, romper muchas veces los esquemas mentales de pensamientos que no nos permiten descubrir la presencia escondida de Dios, en lo que es distinto y en lo que es diferente. Ese es el gran llamado de Francisco, ir a las periferias, hablar desde las periferias, ser Iglesia desde la periferia.