De Virginia, de Helvecia (Santa Fe), extracto de su primera carta desde Brasil:
Nuestra casa es el corazón del barrio y esto puede sonar un poco fuerte, ¿no? Sabemos las funciones importantes y necesarias que él corazón realiza en nuestro cuerpo; todo pasa por él, incluso los sentimientos. En nuestra casa acontece casi lo mismo, no existe ni el tiempo, ni el espacio, nuestra casa es una casa de puertas y brazos abiertos, que late al ritmo de nuestro barrio. Todas las personas pasan por aquí ya sea a pedir un vaso de agua, un café, un plato de comida, a hacer curativos, o las tareas de la escuela, esto pasa más seguido de lo que se imaginan, o simplemente a buscar un oído atento, unos brazos que abracen junto a ellos sus sufrimientos, o unos ojos que miren la dignidad de cada persona.
Nuestro barrio es una gran mezcla de razas, muchos de ellos son descendientes de africanos que antiguamente fueron comprados como esclavos, de igual modo el sufrimiento sigue siendo el denominador común. Sufrimiento que no distingue edades ni razas y se traduce en el uso de drogas y alcohol para evadir la realidad que tanto dolor les causa. Sin embargo pese a todo eso es imposible describir la alegría innata que llevan consigo y que verdaderamente contagia; no tardaron mucho en aceptarme como su nueva “tía”-así es como nos llaman- y colocarme sobrenombres como pimientita, pequeninia, muñeca, o bebesinha como gusta de llamarme una Sra muy cercana a nuestra casa-mi aspecto no colabora para que los apodos sean distintos. ¡Imaginen cuánto se agrandó mi familia!