El 13 de mayo se celebra la fiesta de la Virgen de la Sonrisa, advocación de la Virgen María a través de la cual Santa Teresita de Lisieux obtuvo una gracia en su vida.
Al morir su mamá, Teresita adopta a su hermana Paulina como su segunda madre. En 1882 Paulina entra al Carmelo en donde luego se conviertió en la Madre Inés de Jesús.
La partida de su hermana, Teresita la vive como un abandono lo que la lleva a enfermarse con frencuencia. La tarde de la Pascua de ese año sufre de temblores nerviosos que llegan a durar seis semanas.
El sufrimiento que le significaba la ausencia de Paulina la arrastran hacia un comportamiento regresivo en el que manifiesta su deseo de ser “mimada como un bebé”. Teresita sufre de tristeza profunda psicológica y espiritual.
El 13 de mayo de 1883, en fiesta de Pentecostés, Teresa se vuelve hacia la imagen de la Virgen que se encuentra al lado de su cama.
“De repente la Santísima Virgen me pareció bella, tan bella que nunca había visto cosa tan hermosa, su rostro respiraba una bondad y una ternura inefables, pero lo que llegó hasta el fondo de mi alma fue la arrebatadora sonrisa de la Santísima Virgen.
En aquel momento todas mis penas se disiparon. Dos gruesas lágrimas brotaron de mis párpados y se deslizaron silenciosamente por mis mejillas, pero eran lágrimas de pura alegría…¡La Santísima Virgen, pensé, me ha sonreído!” Escribió Santa Teresita en su libro Historia de un alma unos años antes de morir. Nunca más se separó de esa imagen que la acompaño hasta su muerte.
Desde aquel día la imagen fue conocida y recordada como la “Virgen de la Sonrisa” y muchos fieles y devotos de Santa Teresita acudirán a ella para obtener de Dios la gracia de la alegría