Sophie Cruz tiene 5 años y junto a su comunidad oaxaqueña de Los Ángeles , California esperó detrás de las vallas en una avenida de Washington, a que pasará el papamóvil. Logró, con la ayuda de su padre, saltarlas e intentar llegar hasta el Obispo de Roma, algo que los agentes se seguridad intentaron detener sin éxito ya que fue el mismo Papa Francisco el que pidió que la acercaran hasta él.
Ella iba con lo que en principio parecía una bandera del Vaticano, pero que traía la leyenda, con los colores del Vaticano que decía: “Papa rescata DAPA” (Acción Diferida Para Responsabilidad de los Padres).
El Papa Francisco vio la manta desplegada: “Dear Pope Francis, Please Help!!!” (“¡¡¡Querido Papa Francisco; por favor, ayúdanos!!!) Y decidió detener el convoy, pedirle al escolta oficial que la trajera a la pequeñita, la besó, la bendijo y la devolvió con sus padres.
Sophie llevaba puesto un vestido de indígena tehuana (un huipil). Le dijo al Papa Francisco que tenía una carta para él. Se la cedió y luego, una vez pasado el tumulto, se sentó con los medios de comunicación de todo el mundo, especialmente los estadounidenses, y en un correctísimo español, aprendido de memoria, reveló el contenido de la misiva:
“Hola, me llamo Sophie Cruz, tengo cinco años. Soy ciudadana americana de raíces mexicanas. Vivo en Los Ángeles, California, en el corazón de nuestra cultura”.
“Mis padres son indígenas de Tuxtepec, Oaxaca, México. Papa Francisco: te quiero contar que mi corazón está muy triste, porque tengo miedo que un día el ICE (el Servicio Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos) deporte a mis papás. Yo tengo derecho a vivir con mis papás. Yo tengo derecho de ser feliz”.
“Mi papá trabaja muy duro, en una fábrica, galvanizando fierros. Todos los inmigrantes, como mi papá, alimentan este país; por lo tanto, merecen vivir con dignidad. ¡Merecen ser respetados! Merecen una reforma migratoria, porque a mi país le conviene, y porque se lo han ganado trabajando muy duro en la pizca de naranja, cebolla, sandía, melones, espinaca, lechuga y muchos vegetales más. No te olvides de nosotros, los niños, ni de aquellos que sufren, porque no tienen a sus papás por la guerra, por la violencia y por el hambre”.
Raúl Cruz, padre de Sophie, dijo que “son miles y miles de niños que necesitan ver a sus papás; que necesitan ver a sus abuelos, que necesitan conocerlos”. La política de deportación del presidente Barack Obama, en el tiempo que lleva al frente de la Casa Blanca, ha sido causante de la ruptura de miles de familias, al deportar a más de dos millones de trabajadores indocumentados con hijos o nietos como Sophie, ciudadana americana, con padres mexicanos, que viven pendientes de un hilo.
También tuvo, Sophie, tiempo de enviarle un mensajito al precandidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump: “Lo invito a que venga a trabajar en lo que hace mi papá, en la industria de la construcción, en la cocina, en la agricultura. Es muy fácil ir al mercado y comprar los productos que cosechan los migrantes”.
Por cierto, Sophie mostró de qué están hechos estos héroes anónimos. Al despedirse lo hizo en tres idiomas: zapoteco, español e inglés.
Carta completa de Sophie al Papa
Su Santidad Papa Francisco
Me llamo Sophie Cruz, tengo 5 años, soy ciudadana americana de raíces mexicana, vivo en Los Ángeles, California, en el corazón de la agricultura.
Quiero contarte que mi corazón está triste por el odio y la discriminación hacia los inmigrantes de este país. Te pido que hables con el presidente Barack Obama y con los congresistas para que APRUEBEN LA REFORMA MIGRATORIA para los inmigrantes, ellos son buenas personas, saben trabajar en los campos, cultivando naranjas, sandías, cebollas y muchos vegetales. Por lo tanto merecen salir de la oscuridad y que sean reconocidos por el trabajo tan duro que hacen como mi papá, que casi no lo veo. Que paren las deportaciones de nuestros papás, porque los necesitamos para crecer sanos y felices.
Dile también que no siga recortando el presupuesto para la educación en mi California, es injusto que corten nuestras alas y maten nuestros sueños. Nosotros los niños somos la esperanza, la luz y el futuro.
Oremos juntos por mí y por ellos, para tener la fuerza de seguir luchando por nuestros sueños.
Tengo fe que pronto se irá el dolor y llegará la paz. Gracias por sus bendiciones y su bondad.
Amén.
Fuente: Aleteia