Amor de Mamá

sábado, 17 de octubre de
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Hola Hermanos, les comparto una reflexión en la víspera del día de la madre:

Como ustedes saben, o tal vez se estén enterando ahora, al rezar el Santo Rosario lo que hacemos es contemplar los misterios del nacimiento, vida y obra, muerte y resurrección de nuestro Señor a través de los ojos de la virgen María. Es decir, como vivió María todo lo que pasó su hijo.
El otro día mientras rezaba los misterios dolorosos junto a radio María la guía propuso que meditemos que habría sentido María al saber que quien traicionaba a su hijo era un amigo de Él, alguien a quien Ella conocía y quería. Y tratando de entender esos sentimientos, no pude evitar comparar lo que hizo María con las acciones de mi vieja (no uso el término “Vieja” despectivamente, sino que se me va hacer mas fácil para diferenciar cuando hable de nuestra mamá María, de mi vieja Silvia). Ojo, mi vieja tal vez no tenga la Santidad de María, pero quienes la conocen saben que le sobra amor, tanto que no tarda en dárselo a cualquiera que entre en mi casa, a tal punto que mis amigos fueron capaces de “madrugar” un Domingo solo porque le festejábamos sus 50 años, pero eso es otro tema. Volviendo al tema de Judas, yo tengo la certeza de que si me pasase a mí, si un amigo me traicionase o hiriese de algún modo, la primera defensora de ese amigo seria mi vieja. Seria ella la que insistentemente mediase entre nosotros para hacerme entender que mi amigo cometió un error, que está arrepentido y quiere volver a ser mi amigo. De hecho recuerdo que lo haya hecho en mi infancia y adolescencia, cuando el ímpetu típico de la edad me hacia reaccionar mal por cualquier cosa. Y tal vez yo no lo perdonara por mi amigo en sí, sino por atender al pedido de mi vieja, sabiendo que ella solo quiere el bien para mí y los que me rodean. Y si yo sé que mi vieja reaccionaria así, cuanto más seguro estaré de que María perdono a Judas en el instante siguiente del beso traicionero y que intercedió ante Dios por él.
En el mediodía de aquel Santo viernes, Cristo, en la persona de San Juan apóstol, nos dio a su Madre para que sea Mamá de todos nosotros. Y si el amor que le tengo a mi vieja y que se que ella me tiene a mi me motiva a querer hablar con ella todos los días, a abrazarla y besarla cada vez que la veo, como no regalarle a Mamá más de 4 docenas de “rosas” todos los días, o de saludarla cada vez que la veo. Y sabiendo que mi vieja intercedería por cualquiera de mis amigos ante mí, sabiendo que por ella yo los perdonaría, como no animarme a pedirle a Mamá que interceda por nosotros ante su Hijo, para que nos conceda cuanto necesitamos, sabiendo que la principal debilidad de un hijo, es el pedido de una madre.
Por esto es que les digo a todas las mujeres: “¡Feliz día!”, porque el amor maternal es algo que saben darnos a todos, incluso a quienes no somos sus hijos.

 

Luciano Redolfi