Convirtiéndo armas en símbolos alegóricos de la paz

martes, 24 de noviembre de

De 1996 a 2008 fui director del programa “Vida Sagrada”, que consistía en recoger armas de fuego, fundirlas y hacer símbolos alegóricos de la paz. Y también dirigí “Goles en Paz”, un programa transmitido desde los estadios de fútbol de Bogotá, buscando la pacificación y rehabilitación de los “barras bravas”.

 

En este servicio las experiencias fueron muchas. Me ubicaba en la cabina de sonido para introducir el partido, daba las nóminas de los diferentes equipos y motivaba a la fiesta del fútbol; también convocaba a los comités de seguridad y realizaba acercamientos con la policía u otros organismos de seguridad.

 

Algunas veces tuve que mediar situaciones muy delicadas de enfrentamientos con líderes de “barras” de los diferentes equipos.

 

Ciertamente que no es muy común que un sacerdote tenga la responsabilidad de manejar la cabina de un estadio de fútbol y que sea reconocido como una autoridad en lo espiritual y en lo futbolístico (…).

 

En una ocasión un aficionado fue a confesarse a la cabina de sonido, antes de un gran clásico. Él estaba dispuesto a matar a un hincha contrario, tuvo la valentía de venir a contarme lo que pretendía hacer (…). Finalmente tuvo la humildad y la sencillez de entregarme su revólver calibre 38.

 

Me sentí el hombre más feliz, porque el evangelio de la vida estaba dando resultados en un espacio donde la violencia y la intolerancia hacían mella. Si bien hubo más experiencias bellas, también las hubo dolorosas (…).

 

Podría comentar muchas historias hermosas en torno a este servicio, pero lo más grande ha sido el cambio de mentalidad en nuestra gente. El “no matarás” se debe proclamar, anunciar, testimoniar y enseñar desde el vientre materno, sagrario donde la vida se fragua y se desarrolla.

 

Un buen día, un joven de 18 años se me acercó y me pidió ayuda para conseguir trabajo. Conversé con él por más de una hora, y habiendo comprendido su realidad de pandillero me comprometí a ayudarle. Al cabo de dos meses logramos conseguirle un trabajo digno. Cuál fue mi sorpresa cuando a los tres días de comenzar su nuevo trabajo, llega a mi parroquia, me da un abrazo, me agradece la ayuda y me entrega -envuenta en una tela- una pistola 9 milímetros; y me dice: “Le hago entrega de lo que fue mi herramienta de trabajo hasta hace una semana. No quiero saber más de la muerte”.

 

(…) Experiencias vividas con amor, arriesgando la vida por defender la vida misma y dejando una semilla de esperanza en el corazón de los hombres.

 

 

Alirio López Aguilera

 

Oleada Joven