¿Qué es lo que nos motiva? ¿Qué es lo que nos mueve? Habiendose acabado los aplausos y las alegrías primeras, habiendose terminado el impacto del retiro, el entusiasmo de elegir algo donde poder servir, las grandes pasiones por compartir lo que uno vivió. ¿Por qué uno sigue? ¿Qué es lo que lo hace perseverar?
Ha de haber indefectiblemente una fuerza interior en uno que lo traccione desde adentro a seguir eligiendo aquello donde sintió tanto amor. Algo que en simples palabras se nombre como llamamiento personal. El llamado que va teniendo cada uno a lo largo de su vida. La mirada de un tal Jesús que le haya marcado el corazón. A cada uno en particular, y de una manera única que no se puede encontrar en otro lado. Y hablo de un tal Jesús que haya mirado a cada uno en amplios sentidos: vivo en una eucaristía o un pasaje del evangelio, en una flor en la naturaleza o en una simple sonrisa de una niña en un hospital.
Nuestra vida entera ha de forjarse no sólo dejandose interpelar por ese llamado, sino por la respuesta que le doy al mismo. Ningún alma debería descansar hasta encontrar el lugar en el cual se sienta plena, no conforme, sino plena.
Sin dudas, hay algo más allá de nuestra lógica que te invita a perseverar. Ese algo es el Amor. Tanto el amor que se recibe, como el amor que se da. La vida necesita irse desgastando por darse por completo. Por algo noble, por Alguien. Un gran amigo me compartía hace unos días las siguientes palabras: “Somos aquellos locos que a pesar de las ruinas de la violencia actual, seguimos al Amor.”(*) El aceptar ese llamado y seguirlo es una locura en el mundo actual. La lógica de este Amor es una locura. La locura más coherente que podré optar en mi vida.
Para perseverar en esta locura, bastaría encontrar un equilibrio entre el “Amar y Servir”. Entre el dejarse mirar por Dios, y el poder mirarlo en el otro que se encunetra a mi alrededor. Debe haber muchas razones por las cuales seguir, todas ellas concluyen en algo tan sencillo como complejo, el Amor.
Fer Gigliotti
(*) Julio Villavicencio, sj