Ahora veo, ¿qué hago con ésto?.
No alejarme de Jesús. Él me salvó.
¿Cómo podré corresponder a tanto amor?.
En medio de la multitud yo gritaba y muchos sólo me decían que me calle, yo sentía su desprecio, ya que yo sólo era un mendigo y encima ciego.
Pero el Buen Jesús tuvo compasión de mí y me llamó a su encuentro ¡no pude contener mi alegría!, me puse de pie de un salto y no sé cómo, pero en medio de toda esa gente, yo fui hacia él, algo me atraía. En ese momento ni me importó el único manto que tenía y que siempre cuidaba celosamente. Lo tiré y fui hacia Jesús.
Mi corazón latía tan fuerte que me parecía que hasta él podía escucharlo.
Y me hizo la pregunta: “¿Qué quieres que haga por tí?”. Sus palabras calaron muy hondo en mí… en ese instante sentí que debía responder desde lo profundo de mi corazón y busqué cuál es el deseo profundo que allí guardaba…
Ustedes pensarán: “pero es obvio, querías que te devuelva la vista”. Pero para mí no fue obvio. Tuve que detenerme y mirar hacia mi interior y allí pude poner en palabras mi deseo: “Maestro, que yo pueda ver”.
Apenas lo dije ¡sucedió el milagro! ¡mi deseo fue cumplido!.
Y a partir de allí, nunca más quise separarme de Jesús, mi salvador.
Él me vió, tuvo compasión, me llamó, me curó, me salvó.
Él además de devolverme la vista, me enseñó a mirar.
Yo te invito a que no tengas miedo de hablar con Jesús. Y si sientes que no te escucha, que muchas otras voces intentan alejarte de él ¡grita más fuerte! porque sé que él te escuchará. Y una vez que lo haga, te llamará a su encuentro, te repito que no tengas miedo, él sólo quiere lo mejor para vos y que seas feliz.
Animate a dar ese salto de fe para responder a su llamado, salí de tu rutina, rompé con lo ya conocido y la comodidad.
Y ante su pregunta “¿qué quieres que haga por tí?” hacé como yo, mirá en tu interior y poné en palabras tu deseo ¡ese es un acto de fe!, y a Jesús le encantan los actos de fe.
Confiá en él, que él cumplirá tu deseo.
Bartimeo.