Martha nos comparte su experiencia desde el Punto Corazón de Deva, en Rumania
Mario tiene nueve años, vive en una Colonia de gitanos en la localidad de Mintia, a 20 minutos en autobús de nuestra casa. En este lugar se encontraban las piezas de los trabajadores de la Termo central, que con el pasar del tiempo pasaron a ser de sus familias, actualmente ellos ya no trabajan para Termo central y muchos no tienen un trabajo fijo. Mario nació en este lugar e intenta ir a la escuela a pesar de todas las dificultades que tiene por las altas temperaturas del invierno y por el hecho de vivir de una forma precaria.
En esta colonia hay mucha violencia entre los adultos y eso se transmite a los niños que muchas veces no saben comportarse. Una tarde llegamos como de costumbre a la colonia y vimos a Mario en una casa que está en construcción, cubriéndose de la lluvia y nos invitó a su lado para no mojarnos.
Mario comienza diciéndonos lo feliz que se siente al vernos, sabe que va jugar con nosotros y para él es muy importante poder jugar bonito con los otros niños, porque cuando nosotros venimos, él puede jugar sin pelearse con nadie y eso lo hace feliz. Luego él dice que siente en su corazón que Jesús nos envía a jugar con ellos para que aprendan a jugar bien, sin pelearse. Que Jesús nos dice: ¡Sepárenlos! cuando ellos se pelean. Mario piensa un poco y luego dice: ¿crees que a Dios le duele cuando nosotros jugamos mal? Luego me mira y sonríe. La pureza de su corazón purifica mi mirada y llena mi corazón de acción de gracias por la Presencia que él reconoce a través del hecho de jugar con él.
Todo en esta vida está lleno de su Presencia solo que necesitamos tener la mirada de Mario.
Son rostros amigos que el Señor nos revela en este tiempo y lo comparto con ustedes, porque gracias a sus oraciones y a su ayuda, es posible para mí poder jugar con Mario.