Creo que la vocación a la que Dios me llama es un don, una gracia. Que yo acepte su deseo y siga su camino creo que no tiene que ver con ser más o menos generoso. Tiene que ver más bien con una gracia que me da Dios para poder seguir sus pasos, allí donde me ponga. Aunque sus pasos no vayan por donde yo pensaba antes de su llamada.
La vocación consiste siempre en seguirle a Él. Y en ese seguimiento fiel entender cuál es ese camino original por el que me llama. Y en ese camino descifrar lo que Dios me pide en cada paso, en cada momento. Sólo eso. Nada menos que eso.
Cada uno sabe lo que puede hacer mejor y se pone al servicio de Dios con sus talentos. ¡Qué difícil pretender juzgar qué actos de amor son más generosos y cuáles menos!
La verdad es que pienso que no hay caminos más generosos que otros. Pero sí es verdad que hay una forma más generosa o más egoísta de seguir su voz.
No creo en la generosidad como criterio único de discernimiento. Si no opto por un bien, no necesariamente será por no ser generoso. Si elijo algo distinto al camino que otros me invitan a seguir, no estoy traicionando de forma irreversible el querer de Dios. No es así. No funciona así la llamada de Dios.
Sé que si no le sigo de la forma que otros me dicen, no significa que no sea generoso, sólo significa que yo creo descubrir su querer en otra parte.
Cuando opté por seguir a Jesús en el sacerdocio no lo hice por ser más generoso. No fue el criterio que me ayudó a decirle que sí. A veces creo que siendo sacerdote corro el peligro volverme egoísta si no estoy atento. Mi vocación no tiene que ver con mi generosidad.
Igualmente, si hubiera seguido otro camino diciendo que no al sacerdocio, no hubiera sido por egoísmo. No creo en la generosidad como criterio para decidir qué camino seguir.
Yo decido con Dios el camino mejor a seguir. Yo de su mano tomo mi vida y la entrego. Yo con Él aprendo a saber lo que me conviene hacer. Pero no por generosidad. Y sí como respuesta a ese amor tan grande que Dios me entrega.
Creo que cada uno puede reconocer su camino en la vida porque ese camino está hecho a la medida de su corazón. Y en ese lugar su corazón descansa, se agranda y se hace más capaz de amar. En ese lugar concreto sí puedo ser más generoso o más egoísta en mi entrega. Mi generosidad se juega en medio de mi vida, en cada gesto, en cada deseo.
Todo pasa por descubrir mi originalidad, mi vocación concreta y darle un sí con toda el alma, con toda mi vida.
No sé si es posible llegar a decir en algún momento que es suficiente, que ya he dado bastante y no tengo nada más que dar, que lo he dado todo y sólo me queda descansar los años de vida que tenga por delante.
Creo que la mies es demasiado extensa como para escatimar, poner límites a mi amor, contemporizar y aburguesarme. Sé que no abarco tanta necesidad. Y no llego a cubrir con mis manos tanto dolor.
Quiero ser más generoso con mi vida. No quiero guardar mi tiempo, mis dones, por miedo a perderlos. Él me llama a estar con Él en el camino que está hecho para mí. Y en ese camino me pide que lo dé todo, que no sea egoísta.
Padre Carlos Padilla, quien trabaja con familias en las diferentes actividades del movimiento de Schoenstatt en Cataluña y en Madrid.
Fuente: Aleteia