Un proverbio afgano dice: “Ustedes tienen los relojes, nosotros tenemos el tiempo”.
¿Qué afirmación se esconde detrás de esta frase?
Que el tiempo no se lo puede poseer como quien posee una cosa, más bien se administra, se lo vive y se lo disfruta. Y cuando esto, por distintas razones, no se puede dar se lo padece; el tiempo se termina convirtiendo en una carga insoportable, imposible de llevar.
Tener tiempo es de sabios, es decir, de personas que aprendieron a saborear los distintos momentos y situaciones alegres y tristes de la vida. Reconocerlos como únicos e imperdibles, como oportunidades. Esta es la palabra que podría conducirnos a un mejor aprovechamiento del tiempo.
¿Veo oportunidades en el día a día? ¿Las reconozco? ¿Me hago consciente de las situaciones o, simplemente, las paso por alto?
Tener tiempo no significa acapararlo. No se trata de reservarse, esconderse ni mezquinarse, sino de darse; de pasar con el tiempo y sentir que uno es el que libremente lo brinda.
Cuidado, porque de lo contrario es el tiempo el que nos tiene a nosotros, el que con sus garras firmes y filosas nos arrincona, nos hostiga, y nos infunde terror y miedo.
Jesús es el prototipo de hombre reconciliado con el tiempo. Él, nada se guardó para sí y todo momento lo supo administrar libre y sabiamente; lo ofreció y lo consagró en bien del Padre, del Reino y de los que más necesitaban. ¡Qué bueno es vivir con la sensación de tener tiempo!
En estos días que privilegiamos las vacaciones, podemos agradecer al Señor el don del tiempo. Podemos administrarlo de manera serena y responsable para que no se nos escape, no se nos escurra y para que ninguna persona que se acerque a nosotros se vaya sin haber recibido una sonrisa, una escucha, una palmada y un abrazo.
P. JPR