Un mercado lleno de maestros de vida

miércoles, 14 de septiembre de
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Extracto de la carta de Hna Josette, libanesa, en misión en El Salvador (America Central)

 

Qui­siera com­par­tir con uste­des un momento muy espe­cial, lleno de vida y que me educa siem­pre. Se trata del tra­yecto en colec­tivo que nos per­mite ir hacia la capi­tal pasando por el mer­cado de San Martín. Este ómni­bus 144 es el lugar de ins­pi­ra­ción por exce­len­cia de mis cartas a los padri­nos, porque es un lugar de vida en donde aprendo mucho sobre la vida coti­diana del pueblo sal­va­do­reño.

La calle que atra­viesa el mer­cado es muy estre­cha y obliga al colec­tivo a dis­mi­nuir su velo­ci­dad, esto per­mite de subir a los ven­de­do­res ambu­lan­tes para vender sus diver­sos pro­duc­tos (juegos para niños, memo­rias USB, frutas, cua­der­nos para apren­der inglés, etc). Tienen una gran crea­ti­vi­dad y humor para poder vender, como por ejem­plo: “¿Tie­nen pro­ble­mas de riño­nes? Nada mejor que beber una agüita fresca a 1 cora (0,25 cen­ta­vos)”

Lo que más me sor­prende lle­gando a San Martín, es ver esta abun­dan­cia de vida que flo­rece en los pues­tos. Los hom­bres con su som­brero gri­tando: “pes­cado, papaya, tama­les, …” Las muje­res lle­vando canas­tos enor­mes sobre sus cabe­zas con frutas y ver­du­ras, o todo tipo de mer­ca­de­ría, otras sen­ta­das delante de los pues­tos, des­gra­nando el maíz o el frijol.

¡Cómo no mirar­las con res­peto y admi­ra­ción! Todas esas ven­de­do­ras hacen este mismo gesto fiel­mente todos los días, en el mismo lugar y a la misma hora, para poder man­te­ner a sus hijos, en fami­lias en donde muchas veces el padre está ausente. Su fide­li­dad y su per­se­ve­ran­cia son un ver­da­dero ejem­plo.

 

El rostro de esas muje­res tan mar­cado por el sufri­miento mues­tra que el peso que ellas llevan sobre su cabeza no es úni­ca­mente aquel de este enorme canasto, sino el peso de la vida y de la lucha coti­diana. A estas muje­res las miro como mis “maes­tros”, porque delante de las difi­cul­ta­des de la vida, ellas no bajan los brazos ni se rebe­lan, sino que inten­tan con su crea­ti­vi­dad, encon­trar los medios para salir ade­lante, haciendo cada día peque­ños pasos de espe­ranza. Sus vidas me inter­pe­lan: “Y yo, ¿en­frento así las difi­cul­ta­des de la vida?, ¿hago pasos de fide­li­dad para avan­zar, uti­li­zando el don que Dios me dio? Pido a Dios la gracia de apren­der de estos maes­tros que Dios coloca en mi camino.

 

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