A la Virgen dolorosa

jueves, 15 de septiembre de
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Señora de la Pascua:
Señora de la Cruz y la Esperanza.
Señora del Viernes y del Domingo,
Señora de la noche y la mañana
Señora de todas las partidas,
porque eres la Señora

Escúchanos:
Hoy queremos decirte:
«muchas gracias».

Muchas gracias, Señora, por tu Fiat:
por tu completa
disponibilidad de «Esclava».
Por tu pobreza y tu silencio.
Por el gozo de tus siete espadas.
Por el dolor de todas tus partidas
que fueron dando la paz
a tantas almas.

Por haberte quedado con nosotros
a pesar del tiempo
y las distancias

Tú conoces el dolor de la partida
porque tu vida fue siempre despedida.

Por eso fuiste
y fue fecunda tu vida.
Señora del Silencio v de la Cruz.
Señora del Amor y de la Entrega.
Señora de la Palabra recibida
y de la palabra empeñada,
Señora de la Paz y la Esperanza.
Señora de todos los que parten,
porque eres la Señora
del camino y de la Pascua.

Enséñanos, María, la gratitud y el gozo de todas las partidas.
Enséñanos a decir siempre que Sí, con toda el alma.
Entra en la pequeñez de nuestro corazón y pronúncialo Tú misma por nosotros.

Sé el camino de los que parten y
la serenidad de los que quedan.

Acompáñanos siempre mientras vamos peregrinando juntos hacia el Padre.
Enséñanos que esta vida es siempre una partida.
Siempre un desprendimiento y una ofrenda.
Siempre un tránsito y una Pascua.

Hasta que llegue el tránsito definitivo, la Pascua consumada.
Entonces comprenderemos que para vivir hace falta morir,
para encontrarse plenamente en el Señor hace falta despedirse.
Y que es necesario pasar por muchas cosas para poder entrar en la gloria (Lc 24, 26).

Señora de la Pascua:
en las dos puntas de nuestro camino,
tus dos palabras: fíat y magnificat.
Que aprendamos que la vida es siempre
un «sí» y un «muchas gracias.
Amén. Que así sea.

Cardenal Pironio

Oleada Joven