La Primavera llama a la vida

miércoles, 21 de septiembre de
image_pdfimage_print

Está saliendo el sol peleándole a las nubes que se esfuerzan por esconderlo. Mientras ando en el auto puedo observar que los costados de la ruta van cambiando de colores en pocas semanas. Flores amarillas y blancas, otras de rojo intenso. Los pajaritos empiezan a mostrarse en bandadas que suben y bajan como si imitaran acrobacias realizadas en las olimpíadas (¿o será al revés?). Aromas de jazmín del país, de frutales…

 

Una nueva Primavera se avecina de modo incontenible, evocándonos el comienzo de la vida. En torno al 21 de setiembre la luz de los días se nota más prolongada. Los fríos son cada vez más tenues y los ambientes se van templando de a poquito.

Colores, cantos, música… todo se conjuga para mostrarnos el esplendor de la vida que permanecía escondida. Explota la energía con fuerza por todos lados. Esta estación del año nos habla de plenitud, de vitalidad. Y podemos aprovecharlo como si fuera una invitación a renovarnos en la esperanza. ¿Por qué no?

El peso de la repetición rutinaria de algunas ocupaciones puede llevarnos a vivir un “tiempo gris” con sabor a tedio y desaliento. Pongamos el color del sentido de la vida. “Ustedes son la sal de la tierra” (Mt 5, 13), para dar sabor a una existencia que puede tornarse insípida.

La costumbre de naturalizar la mediocridad y la chatura puede llevarnos a acomodarnos en zonas oscuras o de penumbras en el corazón. Y en vez de caminar, arrastramos nuestros pasos hacia no sabemos bien dónde empujados por una inercia existencial que va inhabilitando nuestras potencialidades. Dejemos que la luz radiante de la Palabra nos ayude a despejar esas penumbras. Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida”. (Jn 8, 12) Decidámonos a dar pasos hacia una vida que refleje con más claridad que somos hijos de Dios.

En el invierno tendemos al encierro y mirar solamente a los cercanos, o al espejo, o desde las ventanas. Venzamos la conciencia aislada y la autorreferencialidad para salir de nosotros mismos hacia el encuentro de los demás. “Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.” (Jn 13, 13- 15) Y nos asegura Jesús que “serán felices si, sabiendo estas cosas las practican” (Jn 13, 17).

El miedo nos apichona y acobarda, nos hace inseguros y dubitativos. Dejemos que el Espíritu Santo nos aliente a dar testimonio del amor. Compartamos la alegría aun en el dolor. Volvamos a acoger el envío de Jesús: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt 28, 19). “Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo.” (Mt 28, 20). Cuánta fuerza podemos tomar de esa presencia viva de Jesús en nuestras vidas.

Por todos lados la Primavera golpea a las puertas de tu corazón para que la dejes entrar. No te pierdas esta oportunidad. Me anima (ojalá también lo haga con vos) esa imagen que recrea el poeta mexicano Octavio Paz cuando ve en esta estación del año una oportunidad que proyecta con fuerza hacia adelante: “espacios buenos, luminosos. /en una primavera anticipada. / Todo lo que mis manos tocan, vuela. / Está lleno de pájaros el mundo”.

La Primavera es una perfecta imagen de la Pascua de Resurrección. Cristo es la vida nueva que nos colma de alegría. Él mismo nos dice hoy, como a Marta, la hermana de Lázaro: “Yo soy la Resurrección y la vida (…) ¿crees esto?”. Él es el Señor de la Historia, es “el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin”. (Apocalipsis 22, 13)

El 21 de Setiembre se celebra también el día del estudiante. Ese día muchos jóvenes salen a festejar a las plazas, los parques, los clubes, al borde los ríos. Son encuentros para la alegría, la música, la fiesta. Lamentablemente no están exentos de los riesgos de los desenfrenos, el alcohol, la droga y la violencia. Recemos para que tengan festejos que hagan bien.

Hace pocos días daban a conocer que son cerca de un millón los adolescentes y jóvenes que no estudian, no trabajan ni buscan trabajo. Esta situación los pone en grave riesgo respecto del presente y del futuro. Cuidemos la vida.

 

 

 

Monseñor Jorge Lozano

 

Oleada Joven