Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.
La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar.
Pero al instante les habló Jesús diciendo: «¡Animo!, que soy yo; no temáis.» Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir donde ti sobre las aguas.» «¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!»
Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» Subieron a la barca y amainó el viento. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios.»
Palabra de Dios
P. Nicolas Retes sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires. Colabora en el equipo de Pastoral Vocacional de Buenos Aires y en la Universidad Católica Argentina
El evangelio de este viernes 18 de noviembre, que celebramos la dedicación de las basílicas San Pedro y San Pablo, nos recuerda la importancia de tener puesta siempre la confianza en Dios. Más allá de que tengamos el viento en contra, como dice el texto, muchas veces nos olvidamos de la presencia permanente de Jesús en nuestras vidas, en nuestros corazones que nos sostiene con Su Gracia.
La violencia, el miedo, las dificultades, hacen que tengamos miedo y parece que nos hundimos e allí nuestro grito fundamental de que el Señor nos salve frente a las dificultades que se nos presentan en la vida.
Quien tiene fe, quien confía en Dios, quien coloca a Cristo como centro de la propia vida puede tranquilizarse realmente y poner su confianza, su esperanza en Jesús y va también a recibir por supuesto ayuda Divina, osea ayuda de Jesús.
Le pedimos al Señor entonces que aumente nuestra fe, que no seamos como dice el texto “hombres de poca fe”, frente a las dudas que se presentan cada día podamos responder con esa fe que hemos recibido en el día del bautismo, de la confirmación.