Tú (Dios) me hiciste conocer amigos que no conocía,
y me llevaste a casas que no eran mías.
Me acercaste al que estaba lejos
y convertiste al extranjero en hermano.
En el fondo, me siento incómodo cuando abandono el refugio habitual.
Me olvido que lo viejo habita en lo nuevo y allí Tu mismo demoras (…)
Cuando uno Te conoce,
nadie es extraño,
ninguna puerta está cerrada.
Oh Dios, escucha mi pedido:
que nunca yo pierda la caricia del Uno
en el juego de muchos.
Rabindranath Tagore