El doble Amor

martes, 24 de enero de
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Lo nuevo es que Cristo ha unido inseparablemente a estos dos mandamientos: el amor verdadero a Dios es un amor verdadero al hombre. Y todo amor auténtico al hombre es un amor auténtico a Dios. Ésta es la gran novedad de la Encarnación. Ya no estamos divididos entre dos amores. Ya no tenemos por qué quitarle al hombre un poco de nuestro tiempo, de nuestro dinero, de nuestro corazón, para dárselo a Dios. Dios no es un rival del hombre: todo lo que se hace al más pequeño de los hombres, se le hace al mismo Dios.

 

Por la Encarnación, Dios se ha hecho hombre, Dios se ha solidarizado con todos los hombres; Dios y el hombre son inseparables. La novedad del Evangelio es la divinización del hombre y la humanización de Dios. Significa: la oración, el culto, el servicio a Dios no tienen ningún valor si no expresan y alimentan una caridad auténtica, es decir, un servicio práctico y directo al hombre. El signo en que se reconocerá que somos discípulos de Cristo es que amamos a nuestros hermanos.

 

 

Los primeros cristianos se llamaban sencillamente hermanos. Tenían un solo corazón y una sola alma. Hasta los paganos exclamaban: “Miren, como se aman”. Es el elogio mayor que se puede hacer de una comunidad cristiana. Pero no sé si los paganos de hoy pudieran decir lo mismo de todos los cristianos. Sin embargo, el milagro que necesita nuestro tiempo, el milagro para el cual nuestro mundo está abierto, es el milagro del amor y de la fraternidad de los cristianos

 

Autor: Padre Nicolás Schwizer

 

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