“¡Guíame!, ¡dulce Luz;
a través de las las tinieblas
que me envuelven guíame Tú,
siempre más adelante!
¡Negra es la noche,
lejana la casa: guíame Tú,
¡Sosten mis pasos no quiero
ver cosas lejanas!,
me basta un paso a la vez.
Así no he sido siempre,
ni siempre te lo he pedido
para que Tú me conduzcas
siempre más adelante.
¡Guíame, dulce Luz, guíame Tú,
Me gustaba escoger mi camino;
pero ahora ¡guíame Tú!
Amaba el día claro;
el orgullo me guiaba,
despreciaba el miedo:
no te acuerdes de aquellos años.
Siempre me bendijo Tu potencia;
aún hoy me guiará por
pantanos y eriales, por montes y torrentes,
hasta que desaparezca la noche
y me sonría al alba el vuelo
de los ángeles amados largo
tiempo y perdidos ahora”.