En el centro de mi ser hay un punto de nada que no ha sido tocado por el pecado ni por la falacia, un punto de pura verdad, un punto o chispa que pertenece por entero a Dios, que nunca está a mi disposicion, desde el cual Dios dispone de mi vida, y que es inaccesible a las fantasías de mi mente y a las brutalidades de mi voluntad.
Ese puntito de nada y de absoluta pobreza es la pura gloria de Dios en mí. Es como un diamante puro, fulgurando con la invisible luz del cielo. Está en todos, y si pudiera verlo, vería esos miles de millones de puntos de luz reuniéndose en el aspecto y el fulgor de un sol que desvanecería por completo toda la tiniebla y la crueldad de la vida…
No tengo programa para esa visión. Se da, solamente. Pero la puerta del cielo está en todas partes.
Sí. Existe un punto donde puedo encontrar a Dios en un contacto real y experiencial con su realidad infinita. Éste es el “lugar” de Dios, su santuario, el punto donde mi ser contingente depende de Su Amor: dentro de mi mismo.
Thomas Merton